Elias Canetti. Foto: Archivo Nacional de Holanda.
El teatro de Canetti es un apartado de su obra bastante desconocido en nuestro país. Algo que contrasta con la importancia que el ganador del Nobel en 1981 le concedía. En 1971, de hecho, le comentaba a Claudio Magris: "Mis dramas son mucho más importantes para mí de lo que nadie se imagina, su época apenas ha empezado, aún está por venir. Son en lo más íntimo el centro de mi obra, y sin ellos nadie podrá entenderla realmente". Es una afirmación contundente que El Cultural somete a la consideración del crítico Ignacio Echevarría, (casi) incondicional de Canetti y colaborador de Del Solar a lo largo de los 11 años de trabajo que hay detrás de estas compilación. "Hay un problema con su teatro, sobre todo con las dos primeras piezas [son tres], escritas en los años 30, durante su periodo vienés, y en las que recrea el sustrato dialectal de la capital austríaca. Ese colorido empalidece al traducirlo inevitablemente", señala. Y de ahí la decepción: "Sinceramente, es lo que menos me interesa de Canetti".
Aun así, también reconoce que su literatura dramática merece atención en la medida en que está inspirada en su teoría de "las máscaras acústicas", según la cual el lenguaje, en muchas ocasiones, más que ayudar a las personas a comunicarse, las recluye en su específica idiosincrasia identitaria. Esa preocupación ocupó una posición central entre sus inquietudes intelectuales y en aquella época generó un debate muy agitado, en el que entraban y salían figuras de la talla de Karl Kraus, Wittgenstein... En esos años no tuvo mucha divulgación pero cuando se estrenó en Alemania, décadas después, en los 60 y 70, cosechó un gran éxito y también generó mucha polémica. "Incluso le llegaron a encausar por escándalo público y se firmaron cartas de adhesión en las que estaban escritores como Günter Grass".
Canetti siempre rumió la idea de escribir una suerte de teoría general del drama. Era una de esas cuestiones que a lo largo de los años iba arrastrando, para abordar en detalle y por extenso, pero que al final no terminó de llevar a buen puerto. Por este motivo son tan valiosos los ensayos más o menos breves que comprende La conciencia de las palabras, en los que se ocupa, como crítico de gran perspicacia, de la obra de Karl Kraus, Tolstoi y Kafka; de las megalomanías arquitectónicas de Hitler y Speer, su arquitecto de confianza; del desgaste que sufría la palabra escritor y de las altas responsabilidades que implica el oficio de escribir...
En estas breves reflexiones y en sus discursos en universidades y en otros contextos dejó el rastro de sus investigaciones más ambiciosas. Aparte de la teoría del drama, Canetti comentó en no pocas ocasiones que quería continuar Masa y poder, publicado en 1960. "Esa segunda parte pretendía profundizar en uno de los eslabones más débiles de ese libro: el concepto de metamorfosis, tan escurridizo. Es su gran tema pendiente. Sabía que debía darle un tratamiento más amplio aunque al final no se sintió fuerzas".
Echevarría confiesa que Canetti es uno de sus escritores predilectos y que no ha dejado de serlo a lo largo de estos 11 años leyéndolo de nuevo minuciosamente. "Es que su nivel de exigencia siempre fue tan alto que no hay bajones de calidad. Él sólo publicaba aquello de lo que se sentía realmente convencido. Sus Obras completas ocupan sólo cinco tomos, una extensión mucho más corta de lo habitual. Su caso, en este sentido, es similar al de Onetti o Kafka". Queda, de todos modos, ese caudal de tinta agazapado en una biblioteca de Zúrich. "Esos diarios son pura dinamita", no duda en anticipar Echevarría. "Canetti era un volcán de pasiones, un hombre con una capacidad de odiar y admirar tremenda. Él era consciente de su visceralidad y por eso calibraba mucho sus textos antes de hacerlos públicos. Pero en esas anotaciones está el Canetti más directo, el que podía manifestar una agresividad salvaje y cierto desequilibrio".
Un ejemplo significativo de ese lado virulento es Fiesta bajo las bombas, un volumen formado con los materiales que se encontraron en una carpeta suelta, no sujeta a la cláusula testamentaria del silencio. "Ahí arremete por ejemplo de manera estremecedora contra Iris Murdoch, que fue su amante. La pone a parir". Para Echevarría leer esas páginas, unas diez, supuso un encontronazo con su querido autor. Iris Murdoch es otro de sus fetiches y no comparte para nada las acusaciones que se le imputan: "No se sostienen".
Así pues, a la espera de que en 2024 salgan a la luz los (incen)diarios de Canetti, sus seguidores españoles tienen a su alcance "las obras más completas" (así lo considera Echevarría, por su profusión de índices, notas e información complementaria) que se han editado hasta la fecha de sus textos oficiales.