Una imagen de la escalera central de la Casa del Lector. Foto: El Mundo
Quedará su obra, como se tranquilizaba el empresario salmantino en sus memorias, y aquí, en concreto, 8.000 metros cuadrados para albergar toda actividad que tenga que ver con el mundo al que se dedicó toda su vida, el del libro, hoy también digital. De exposiciones a clubes de lectura, de cursos a conferencias, de proyecciones a talleres, la lectura se concebirá en el nuevo centro como una actividad en expansión hacia todo tipo de artes y actividades. La Casa del Lector será, así, un laboratorio en el que analizar y asistir a todos los cambios que experimente. Esto en la teoría, porque en la práctica había quien esta mañana condenaba que, de momento, a este centro de 26 millones de euros le falta lo esencial: los libros.
Hay que darle tiempo. Según ha anunciado el director del centro, el ex ministro de Cultura y escritor César Antonio Molina, durante la presentación, celebrada en el generoso auditorio de la Casa del Lector, el edificio albergará pronto una colección de 50.000 títulos físicos de novela popular desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad. Molina también ha destacado la fórmula de mecenazgo empleada para la construcción y gestión de la Casa, una iniciativa "por desgracia" poco habitual en España. Tanto él como Antonio Basanta, director de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, han abundado en la importancia del libro digital y de los nuevos soportes de lectura, algo palpable en el diseño de un espacio que quiere "estar a la vanguardia de los avances tecnológicos" y ser una biblioteca del siglo XXI. O sea, una biblioteca digital, casi una paradoja conceptual que, en cambio, sí se materializará en Matadero. La coordinará Antonio Rodríguez de las Heras y se articulará en torno a tres espacios, el digital, el electrónico y el arquitectónico para capturar y preservar lo intangible y lo volátil. Y aquí no hay teoría, los acuerdos con Google y Ono están ya firmados y en marcha.
En consonancia con el espíritu que desde que es centro cultural tiene Matadero, esto es, el de acoger a los más jóvenes, la Casa del Lector no sólo quiere caminar a la velocidad del mundo digital para ellos, también quiere tener un espacio (generoso) para que se formen los lectores del futuro, los niños. Lo han llamado La Nube y goza de ese aire de las zonas destinadas a la infancia en los museos europeos, con espacios para leer, actuar, tocar, jugar... Junto a esta sala están dispuestas numerosas aulas para todo tipo de actividades y arriba, en los puentes de la nave, se ubican también dos exposiciones, una en torno a la restauración y conversión del edificio y otra que repasa la biografía de Sánchez Ruipérez.
No obstante, la muestra principal de la inauguración es El hilo de Ariadna. Lectores / Navegantes, comisariada por Francisco Jarauta y organizada por Acción Cultural Española (AC/E), cuya directora, María Teresa Lizaranzu, ha avanzado su interés de celebrar próximos proyectos con la Casa del Lector. Esta exposición se concibe como un panóptico de los viajes a los que el lector puede acceder a través de los libros, mostrando distintos laberintos y dibujando un recorrido que abarca desde el territorio del mito a las redes de comunicación actuales. Por último, en la planta baja se exhibe Lenguas para una arquitectura, una exposición de José Freixanes que se ha estructurado alrededor de cinco paneles principales en los que se muestran los cinco alfabetos hegemonónicos en los que hoy se asientan la gran mayoría de las lenguas.