Juan Valera

"Esta pequeña joya sólo tiene un inconveniente: su título". Así presentaba este lunes en Madrid el catedrático de Literatura Andrés Amorós la recuperación de una desconocida obra teatral de Juan Valera (1824-1905) de tan antipático título: Asclepigenia (Ediciones 98, 2012). Una muy irónica crítica de la España de la Restauración por alusiones que transcurre en el Bizancio del siglo V y protagoniza una inaudita mujer libre que colecciona tantos conocimientos como amantes. Perdida en el pajar de las obras completas de Valera, Ediciones 98 la rescata ahora con introducción de Amorós y epílogo de Manuel Azaña. El que fuera presidente de la II República valoraba en Asclepigenia la mejor creación de su autor.



Azaña fue el primero en interesarse por esta historia de una mujer que representa la cumbre del refinamiento clásico y el disfrute pleno y desacomplejado del amor y el erotismo. Atacaba así Valera la pacatería de su tiempo, especialmente la de los krausistas que, si bien avanzados en sus ideas sociales y educativas, no lo estaban ni mucho menos en sus tratos intelectuales con el sexo. Asclepigenia es la historia "de una mujer eterna con muchos guiños a la actualidad", según ha explicado María José Navarro Azaña, sobrina nieta de Don Manuel. Y, para Amorós, demuestra así mismo que "el amor ha de ser en cuerpo y alma, un amor a la vida sin el que ni los individuos ni los pueblos pueden lograr nada en absoluto".



Ediciones 98 prosigue así su labor de búsqueda y ponderación de clásicos ya editados que pasaron desapercibidos, como Las horas solitarias, de Baroja, Las bodas de Quiteria, de Ciro Bayo o, próximamente, La vida de prisa de César González-Ruano. En el caso de Asclepigenia, que en en 1928 llevó a escena Cipriano Rivas Cherif, cuñado de Manuel Azaña, fue el estudioso Amorós el que dio al editor Jesús Blázquez noticia de susexistencia, recomendándole su edición. Amorós, enamorado de Valera, califica al escritor de "bicho raro", con una inhabitual, entre los novelistas, formación clásica, "un griego de Cabra, Córdoba, tan peculiar, por otra parte, como Azaña, dos españoles muy españoles y a la vez dos muy raros españoles".