Emilia Pardo Bazán. Foto: Fundación Lázaro Galdiano
Y dice la ya moralizante Emilia: "Algunas veces he reflexionado que la educación, que es una lima, puede ser muchas veces un aguijón que excite los instintos malos que en más o menos cantidad residen como un sedimento venenoso en el fondo del corazón del hombre".
Estas palabras suyas se publicaron en el periódico El progreso de Pontevedra -del que no se conserva ninguna colección completa- para, posteriormente, ser custodiadas con celo por la autora, que no quiso que volvieran a ver la luz. Así fue hasta 1898, momento en el que se las entregó -resignada y "por santa obediencia"- a un insistente José Lázaro Galdiano, que siempre mostró predilección por los autógrafos de personajes ilustres y con el que la gallega había tenido una relación convertida ya entonces en una fértil amistad a través de colaboraciones. Reorganizadas y sometidas a estudio, las 76 páginas de este librito se publican ahora por primera vez gracias a la edición que ha preparado la Fundación Lázaro Galdiano junto a la editorial Analecta y la Casa-Museo Emilia Pardo Bazán.
Al margen de la importancia que tiene para el estudio de la obra completa de un autor, la novela se presenta como un relato interesante y accesible para todo tipo de público, por la ya ostensible capacidad de Pardo Bazán para crear personajes y ambientes y por su forma de convertir las dudas que asaltan a una joven de su edad en materia novelesca. Pero, al margen de estos asuntos y de otros como la casi entrañable idealización de las pasiones elementales, contiene la obra una interesante reflexión sobre la importancia de la literatura, según apunta Jesús Rubio, catedrático de la Universidad de Zaragoza, quien ha participado hoy en la presentación del relato.
El manuscrito, hoy exhibido en la Fundación por el director de su Biblioteca, Juan Antonio Yeves, forma parte de un conjunto de documentos de Pardo Bazán que se conservan en esta institución. A pesar de figurar en el catálogo del archivo y de haber dado noticia de él en El álbum de los amigos: templo de trofeos y repertorio de vanidad, un libro editado en 2010, la novela no había llamado la atención de estudiosos e investigadores hasta la presente edición, que cuenta con un estudio preliminar de Araceli Herrero Figueroa, quien señala que el volumen anticipa "temas, subtemas y motivos que veremos desarrollarse con más cuidado y resalte en la narrativa posterior".
Asimismo, la estudiosa confirma que Aficiones peligrosas "debe incardinarse en el momento de creación, remitirse incluso a aquellos años centrales del siglo XIX y ubicando a su autora junto a creadoras como Carolina Coronado, Gertrudis Gómez de Avellaneda y especialmente Fernán Caballero. En suma, habría que trazar un panorama en la historia de la lectora femenina o 'literata' del periodo isabelino y situar en él a la joven Emilia Pardo Bazán, con este texto primerizo, al lado de aquellas mujeres que, con gran esfuerzo, contribuyeron decisivamente a la visibilidad social de la mujer de letras".
Otro aspecto que aparece en Aficiones peligrosas es "la reivindicación de la "literata", la denuncia de su discriminación y "ninguneo" en el que la autora insistirá a lo largo de su vida, ya como profesional de las letras, como periodista o como escritora de ficción". Concluye afirmando Herrero que "pese al carácter de texto primerizo que la novela presenta, como escrito por una muy precoz joven adolescente, debemos recalcar el interés de esta edición completa de Aficiones peligrosas, un texto representativo de una época en la cual se va a operar el proceso de feminización de la lectura literaria y la profesionalización de la mujer de letras, de la que será magnífica representante doña Emilia, mujer escritora y sin duda uno de los más destacados valores de la narrativa hispánica".
Breve pasaje del libro
Capítulo séptimoEn donde se da cuenta de lo bien que les viene a dos amantes el que un gato bien educado respete un salmonete al alcance de su pata.
Seguramente, querido lector, que más de una vez, al leer las serias reflexiones y las morales ideas que encierra mi novela, habrás formado en tu mente mi retrato, como una vieja amarilla, arrugada y seria con un par de gafas verdes sobre sus puntiagudas narices y enterrada entre una profusión de antiguos manuscritos. Pues a pesar del cariño que experimento hacia ti, me veo en la precisión de decirte que te has equivocado. Yo voy a cumplir quince años, y aún no toca mi traje al suelo, ni he puesto mantilla (excepto para confesarme). Dicho esto, supondrás que no soy amarilla ni arrugada, y que detesto las gafas verdes; y en cuanto a los antiguos manuscritos, tan lejos de agradarme su polvo, busco siempre para escribir un lugar desde donde se vea el cielo, el campo y las flores y con frecuencia, después de haber tratado una gran cuestión moral, juego alegremente al escondite con mis amigas, o canto: Yo soy la viudita, etc.
Todo esto te lo cuento (aunque nada te importa) para que dispenses, en gracia a mis pocos años, las numerosas faltas que debo cometer al describir un mundo que no he visto, y pasiones que nunca he experimentado, y no hagas como otros, que en vez de animar mi temprana inspiración, tratan de cortarme las alas con las tijeras de unos anónimos escritos en mal verso y peor ortografía, como verbigracia, ahí va una muestrita:
Degalas Musas
Paralos sabios locos y Henamorados
Y tu querida
Nocomponjas gamas sino gisados
Al menos tú, lector, si me quisieses dirigir una advertencia amistosa, lo harías con buena ortografía, y en un lenguaje más discreto que este aborto de las musas. Yo al menos así lo creo.
Hecha esta advertencia, dejaré a los jóvenes esposos gozar tranquilamente de su luna de miel, que tiempo tengo de volverlos a hallar, y te llevaré al lado de Rogerio, que es el que por ahora interesa a nuestra fábula.