Javier Pérez Andújar. Foto: Toni Garriga
Conviene señalar desde el principio que, a pesar de la presentación editorial, esta nueva obra de Javier Pérez Andújar (San Adrián de Besòs -Barcelona-, 1965) no es exactamente una novela, por muy permeables confines que se le supongan al género. Se trata, en realidad, de una reconstrucción fragmentaria de la adolescencia y juventud del narrador (que es el mismo autor y aparece alguna vez con su propio nombre). Es cierto que en la primera obra del escritor -Los príncipes valientes (2007)- se novelaban recuerdos de la infancia y del entorno del mundo infantil del autor en San Adrián de Besòs, así como sus primeras lecturas y el gozoso descubrimiento del cómic, que ahora reaparece en estas consideraciones como el género admirable que ha proporcionado y fijado para siempre las más fidedignas estampas de algunos barrios barceloneses. Pero allí todo giraba en torno al personaje, porque Pérez Andújar se había propuesto escribir una novela, aunque en sus contenidos abundaran más los elementos reales que los de ficción.En Paseos con mi madre, en cambio, toda apariencia de ficción ha desaparecido y el centro de la narración es la propia localidad en que transcurrieron los años de formación del futuro escritor, hijo de inmigrantes meridionales gracias a cuya presencia -especialmente la materna- la residencia en un ámbito ajeno a sus orígenes no los ha desvirtuado, y el tenaz propósito de aferrarse a las raíces -simbolizadas una y otra vez en la madre, que representa inconscientemente la madre-tierra- se manifiesta en la delectación con que se recuerdan palabras de la patria chica abandonada (amolanchín, gordolobo, balate, etc.) y en el empeño decidido del escritor en mantener, en contra de la incongruente costumbre imperante, la forma castellana del topónimo catalán que designa su pueblo natal, porque, como confiesa en un momento determinado, "se puede ser escritor de Barcelona de muchas maneras" (p. 36), para recordar a renglón seguido, como posibles modalidades, los nombres de algunos escritores catalanes que utilizan el español en sus obras, como Marsé, Mendoza, Vázquez Montalbán o Casavella.
El narrador-autor ordena, pues, algunos de sus recuerdos, todos ellos referidos a San Adrián de Besòs y su evolución urbana, poniendo atención en el crecimiento o desaparición de bloques de viviendas nuevos, en la miseria de algunas zonas, en el flujo de inmigrantes, en los primeros conflictos provocados por las construcciones deficientes y el urbanismo salvaje de San Roc, en las huelgas de la central térmica. Con una prosa impecable -Pérez Andújar es un excelente escritor- plasma el autor en estas páginas acerca de San Adrián de Besòs y sus alrededores el panorama de un microcosmos cuyas transformaciones siguen también la evolución y los cambios de la sociedad y de los modelos productivos en España, que, a pesar de todo, no han acabado con la sempiterna distinción entre ricos y pobres, entre explotadores y explotados -si se prefiere más crudamente, entre amos y siervos-, sino que tan sólo han retocado y maquillado su fisonomía. Las pocas salidas de San Adrián a Barcelona -para estudiar en la Universidad, o para acudir a la redacción de la revista Ajoblanco- están evocadas apresuradamente, como cuando se desea pasar de refilón sobre algo distante y hostil, ejemplificado incluso por la insistencia de los guardias que piden la documentación del joven estudiante (pp. 25-26) como si fuera sospechoso por el mero hecho de proceder de la periferia y no de la capital.
Aparte de su interés sociológico como testimonio de una época y un lugar determinados, Paseos con mi madre constituye el retrato de unos años de aprendizaje y de una conciencia en la que pueden verse reflejados muchos posibles lectores que, como seres trasplantados, como auténticos marineros en tierra, han vivido experiencias similares, aunque no sean capaces de plasmarlas con la nitidez, la agudeza y hasta, en algunos casos, el lirismo que muchas de estas páginas encierran.
Palabra de autor -Con Paseos... vuelve a su infancia. ¿Es su territorio más seguro y feliz?
-Literariamente sí, aunque en los 70, y en ese entorno, yo no lo fui demasiado. Pero los recuerdos me permiten intentar lo que hizo Umbral con El hijo de Greta Garbo.
-Describe el extrarradio de Barcelona y un país que quería salir de una pesadilla. ¿Estamos mejor hoy?
-En absoluto, cada vez estamos más perdidos. Hoy el extrarradio es todo, somos todos, es Barcelona y es Europa, todos más civilizados, más peinados que en los 70, pero sin saber dónde está el centro ni quién manda.
-¿Cómo logra que el lector se identifique tanto con usted?
-Procuro escribir desde el corazón y utilizar el intelecto sólo para corregir.