Entre otros experimentos narrativos alentados por el afán de renovación de los géneros literarios tradicionales en favor del mestizaje mediante la hibridación de sus componentes formales uno de los que mejores frutos ha dado está en la creación de novelas compuestas por medio de cuentos engarzados en una trama novelesca. Aunque los ejemplos vienen de lejos, sus manifestaciones abundan hoy, como se aprecia en Flores de plomo (1999) de J. E. Zúñiga, o en La ruina del cielo (1999), de L. M. Díez, por citar solo novelas españolas de las ultimas décadas. También ocurre que los relatos agrupados en un libro no lleguen a formar una estructura novelística, adoptando la composición de cuentos con marco, de la cual hay ejemplos desde el nacimiento del arte de Sherezade. En esta cervantina mesa de trucos se sitúa El libro de las horas contadas, concebido como sucesión de cuentos enmarcados por elementos comunes que aproximan el conjunto a una trama novelesca.
Esta obra es una creación genuina del mejor Merino, maestro en la manipulación del arte de contar historias en la línea de imposible separación entre ficción y realidad. Los elementos comunes que anudan estructuralmente las historias relatadas son la presencia dominante de tres personajes: dos unidos en matrimonio, Pedro y Mónica; y el tercero, Fran, amigo de ellos desde sus estudios universitarios de Derecho. Pedro vive días de incertidumbre a causa de su enfermedad y escribe ficciones, que Mónica lee y comenta. Y la variedad de los cuentos resulta unificada por estrechos lazos compositivos en múltiples recurrencias como el predominio espacial de la casa de campo de los abuelos de Pedro, el chalé de la urbanización donde vive el matrimonio, la hipótesis del engaño (asociada a la visión de un meteorito) sugerida por Pedro en la secreta relación entre su mujer y su amigo, la invención de seres extraterrestres llamados zambulianos y la mala salud de Pedro, con su desasosiego y su medicación que naturalizan los sueños de sus invenciones.
En los relatos que componen los 23 capítulos del libro se abordan temas característicos de Merino, como el poso indeleble de los recuerdos de infancia y juventud, el paso del tiempo, la huella de los mitos, el imperceptible deslizamiento entre lo real y lo imaginado, y la defensa de la función de la ficción en la vida. Este abanico de temas recibe su tratamiento literario en relatos de muy variada índole. Dicha variedad empieza por la extensión nunca muy larga de la mayoría de los cuentos, entre los cuales se distribuyen simétricamente seis series de microrrelatos agrupados en seis capítulos, con numerosos ejemplos de excelencia. La diversidad se extiende asimismo a la naturaleza de los cuentos incluidos, pues aun predominando la combinación entre los de carácter fantástico y realista, hay relatos concebidos como fábulas (“La pena del mundo”), historias de ciencia ficción (“Zambulianos”) y alguno que se acerca a la greguería (“De libros y de rosas”).
El libro de las horas contadas es una fiesta literaria de extraordinaria riqueza en su inteligente juego con la ficción y la realidad en unas invenciones nacidas de lo vivido por Mónica y lo imaginado por Pedro en su entrega a la escritura contra el tiempo destructor. Su fervorosa defensa de la imaginación creadora, con homenajes a los maestros del cuento (Andersen, Maupassant, Poe, Chéjov, Monterroso…), cristaliza en relatos del más alto mérito literario como “El meteorito”, “La vida del cuerpo”, “Fulgor amigo”, “El gato azul”, “Avatares”, “El innombrable” y otros que harán las delicias de los lectores más exigentes.