Jovellanos, un católico ilustrado
Manuel Álvarez-Valdés imparte una conferencia este jueves en la Fundación Juan March en la que destacará el talante equilibrado del intelectual asturiano
30 noviembre, 2011 01:00Jovellanos
Pocas figuras históricas despiertan en España tanta adhesión y respeto como Jovellanos, de cuya muerte, el 27 de noviembre de 1811, se acaba de conmemorar el bicentenario. No es habitual que en este país representantes de izquierdas y derechas elogien a un mismo intelectual. Todos lo citan y lo traen a colación. Figuras tan dispares en términos ideológicos como lo son, por ejemplo, Llamazares y Cascos. Es un comodín que siempre sirve para dar lustre y empaque a los argumentos."Es que es uno de los más insignes representantes de la tercera España, muy por encima de todos ellos; desinteresado, correcto y de buenas intenciones", explica Manuel Álvarez-Valdés (Gijón, 1931), uno de los estudiosos que más exhaustivamente ha rastreado su trayectoria vital e intelectual. Ya tiene publicados dos ensayos sobre él (Jovellanos. Enigmas y certezas y Noticia de Jovellanos y su entorno ) y en breve sacará a la luz su último trabajo sobre el político, jurista y economista gijonés, Jovellanos. Vida, pensamiento y mensaje.
En este volumen, precisamente, sustentará la conferencia que pronunciará este jueves en la Fundación Juan March. Su intención es ensalzar ese "equilibrio" en la ideología de Jovellanos: "Fue un hombre capaz de conectar los dogmas católicos, no las supersticiones, con las luces de Ilustración, que reivindicó siempre un progresismo no revolucionario, y la participación del pueblo en los procesos legislativos a través de las cortes". En definitiva, un adelantado a su época que dejó marcado el camino que nos conduciría a los españoles, demasiado tiempo después, a una democracia más o menos decente y digna de tal nombre".
Álvarez-Valdés sólo le reprocha "su vanidad". "Era muy afectado en sus maneras, por ejemplo, en su pronunciación marcaba mucho la diferencia entre la b y la v", algo que al parecer emulaba de los franceses. Pero, por lo demás, sólo atisba virtudes, en particular su talante desprendido hacia los bienes materiales. "Renunció a los emolumentos aparejados a su cargo en la Junta Central. Él era titular de un mayorazgo pequeño que tampoco dejaba rentas y tenía un sueldo como consejero de Estado, al que renunció a la mitad para que pudiera destinarse a los gastos de la guerra [de Independencia]".
Su carrera estuvo marcada por gestos así, de tanta altura moral. Es difícil destacar uno sobre los demás, pero quizás el más significativo fue su renuncia a formar parte del gobierno Napoleónico. El mismo José Bonaparte le pidió que ocupara la cartera de Interior. "Jovellanos le decía que no podía asumir el encargo porque se encontraba muy enfermo, lo cual era verdad, tenía mucha tos, pero sobre todo una excusa". Una excusa para evitar hacer algo que iba contra sus principios íntimos. Porque Jovellanos era liberal y, por ende, Francia su modelo, pero también era un patriota. El liberalismo que quería para su país no era el impuesto por la ocupación militar de una potencia extranjera, sino el alzado y defendido por los propios españoles. Las Cortes de Cádiz fueron la gran oportunidad que cristalizara su sueño.
Esas virtudes se las han intentado "apropiar" muchos colectivos. Entre ellos, la masonería. Álvarez-Valdés descarta esa hipótesis, bastante extendida. "No hay ni una sola prueba ni en sus diarios ni en su epistolario. Sus creencias eran católicas, lo dejó escrito en sus tres testamentos". Tampoco, en su opinión, fue un republicano. "Eso es un dislate. Aunque la monarquía le encerró en Mallorca nunca sintió un ánimo vengativo contra ella".