Portada de La Codorniz del 22/5/1977, por Summers.
"La revista más audaz, para el lector más inteligente". Detrás de este lema se esconde todo un emblema del humor gráfico español, La Codorniz. Por sus páginas pasaron casi todos los historietistas más importantes del siglo XX: Tono, Mena, Abelenda, Mingote, Chumy Chúmez, Forges, Madrigal, Máximo, Gila y Rafael Azcona, entre otros. El Museo de la Ciudad rinde homenaje a la "decana de la prensa humorística" con una exposición comisariada por Felipe Hernández Cava que cuenta con más de 300 dibujos originales.La Codorniz 1941-1978, que se inaugura hoy, repasa la historia del semanario a través de sus distintas etapas. El comediógrafo y periodista Miguel Mihura fundó la publicación en 1941 como continuación de La Ametralladora, una revista de entretenimiento para los soldados del bando nacional que dirigió durante la Guerra Civil. El autor de Tres sombreros de copa dirigió la revista durante sus tres primeros años de vida, con el apoyo de Tono y otros colegas como Edgar Neville, Enrique Herreros y López Rubio. "Muchos añoran y magnifican estos primeros años, en los que La Codorniz demostró que el espíritu vanguardista anterior a la contienda podía sobrevivir en la posguerra. Hicieron un gran esfuerzo por mantener ese vínculo", explica Hernández Cava.
-¡Caramba, don Jerónimo! Está usted muy cambiado.
-Es que yo no soy don Jerónimo.
-¡Pues más a mi favor!
Este chiste de Tono ilustró la portada del primer número de la revista, en junio de 1941, y fue toda una declaración de intenciones, ya que desde sus comienzos, La Codorniz hizo gala de un humor a menudo absurdo y surrealista. La publicación quiso ser también una ventana al optimismo en un momento, el de la posguerra más cruda, en el que pocas cosas invitaban a sonreír.
"El padre de nuesto humor fue Ramón Gómez de la Serna, Wenceslao Fernández Flórez, Julio Camba y Jardiel Poncela, que fue el primero que tuvo un gran éxito de público", declaraba hace un año Antonio Mingote a elcultural.es.
A partir de 1944, bajo el mando de Álvaro de Laiglesia, la publicación se hizo muy popular, y su tirada pasó de los 35.000 ejemplares semanales a los 200.000. De Laiglesia fue una figura de capital importancia en la historia de la revista y tenía un gran carisma, explica Hernández Cava. Durante las tres décadas en las que fue su director, La Codorniz tuvo problemas ocasionales con la censura, aunque nunca buscó la confrontación con el régimen. "Su papel crítico fue modesto. Se ha magnificado mucho, pero nunca estuvo en el espíritu de La Codorniz tener una confrontación abierta con el régimen. En su primera etapa, el humor blanco de Mihura se prestaba poco a ello y los problemas con la censura eran más bien de índole moral en algunos casos por el contenido de algún dibujo. En la etapa de Álvaro de Laiglesia la revista quiso ser más crítica, pero se centraba en las costumbres y la burocracia, nunca criticó abiertamente al régimen de Franco".
No obstante, el espíritu moderadamente crítico De Laiglesia le costó varios disgustos serios, explica el comisario. "En 1952 hizo una parodia del diario falangista Arriba y algunos miembros del partido se presentaron en la sede de La Codorniz con la intención de agredir a todos los que se encontraran por allí".
Entre la anécdota y el juzgado
La Codorniz demostró en numerosas ocasiones su ingenio para hacer equilibrismos en el filo de la navaja de la censura. Una de las anecdotas más sonadas al respecto ocurrió cuando el Sha de Persia visitó España acompañado de su esposa Soraya. La persona nombrada por el gobierno para hacer de cicerone fue el Marqués de Villaverde y la revista publicó en su sección de anuncios por palabras lo siguiente: "Cambio marquesina vieja por persiana de segunda mano".Otra conocida burla de la revista a las altas esferas tuvo lugar cuando el nieto de Franco se cambió el orden de los apellidos para poner en primer lugar el que heredó de él. En el número de esa semana, La Codorniz cambió su cabecera por Codorniz la (nosotros también tenemos derecho), mofándose así de aquel episodio.
En otra ocasión, Antonio Mingote añadió a la expresión "Reserva espiritual de Occidente", muy usada por Franco, la coletilla "con tapón y rellenable" en uno de sus chistes. Por aquella broma fue citado a juicio por ultraje a la nación, pero todo quedó en nada porque "el juez era un hombre razonable".
La fama de la La Codorniz hizo que de vez en cuando surgieran bulos sobre supuestos mensajes escondidos que había que leer entre líneas o sobre problemas con la censura. Algunas de estas leyendas han llegado hasta nuestros días, como que existió un número con todas las páginas en negro y un tren saliendo de un túnel en la contraportada que fue secuestrado de los quioscos. Otra asegura que en algunos dibujos había diminutas escenas pornográficas que había que mirar con lupa. Hernández Cava desmiente todas estas teorías: "Álvaro de Laiglesia tenía una gran habilidad para callar y dejar que estos rumores crecieran".
Estampas españolas
El dibujante Enrique Herreros fue un personaje vertebrador en la historia de La Codorniz, ya que "continuó el espíritu vanguardista anterior y a la vez abrió la revista a un nuevo humor que hunde sus raíces en los más fértil del humor español, que se remonta a los dibujos de Goya. Herreros abrió el camino a dibujantes como Chumy Chúmez o El Roto, con una mirada cervantina y agridulce sobre la sociedad", asegura Hernández Cava.Además del tributo a Herreros, la exposición quiere poner en el lugar que se merece a Fernando Perdiguero (alias Menda, Sun...), el redactor jefe encargado de poner orden en la revista. "Cuando él murió, en 1970, La Codorniz quedó herida de muerte", asegura el comisario. Aquello marcó el principio del fin de la revista, unido a los problemas administrativos que tuvo con la censura desde 1972. Por aquellas fechas, las críticas de la revista ya se dirigían directamente a altos cargos con nombres y apellidos. Como consecuencia de aquello, el propietario, el conde de Godó, dejó de ver con buenos ojos la dirección de Álvaro de Laiglesia. También en 1972 apareció otro semanario humorístico, Hermano lobo, que le restó lectores a La Codorniz. Finalmente, con la muerte de Franco en 1975 empieza el declive de las revistas de humor porque el lector podía informarse abiertamente de todo lo que pasaba sin necesidad de leer entre líneas por mediación de los humoristas.
La exposición ha requerido más de un año de trabajo, ya que no existe un archivo de ejemplares de La Codorniz. Los originales expuestos han sido cedidos en su mayoría por la Fundación Enrique Herreros, por los propios autores que todavía viven, por los herederos y por colecciones privadas. Para su comisario, "esta muestra es una radiografía de la historia de España, más importante que el NO-DO como memoria visual".