Bernard Pivot: "Las familias se juntaban para ver mis programas de libros"
El gurú de los programas de libros en Francia en los 80 y 90 recoge el Premio Antonio Sancha de la Asociación de Editores de Madrid
10 noviembre, 2011 01:00Bernard Pivot. Foto: Giulia Panattoni.
Bernard Pivot (Lyon, 1935) ponía en órbita los libros de los escritores que entrevistaba en sus programas de televisión. Aparecer en Apostrophe o en Bouillon de Culture suponía un espaldarazo en la ventas. Durante los años 80 y 90 conseguía atornillar a las pantallas a varios millones de franceses. En los sofás de los hogares galos se reunía toda la familia para ver un desfile de autores de la talla de Nabokov, Solzhenitsyn, Yourcenar, Simenon... Algo imposible de pensar en los tiempos que corren, pero que demuestra que la cultura, en manos de hábiles comunicadores y profesionales serios ("leía entre 10 y 14 horas cada día"), puede conseguir audiencias propias de espectáculos deportivos o políticos. Pivot se encuentra hoy en Madrid. Ha venido para recoger el Premio Antonio Sancha, de la Asociación de Editores de Madrid. Lo recoge esta tarde en la Residencia de Francia y en el discurso que tiene preparado Jorge Semprún tiene un lugar especial: "Fue mi único amigo escritor".Pregunta.- Sus programas disparaban las ventas de los libros de los autores que entrevistaba. ¿Cuáles eran sus estrategias y sus trucos para avivar el interés de los lectores?
Respuesta.- No había trucos, sino mucho trabajo. Yo me tiraba leyendo cada día entre 10 y 14 horas. Me leía todos los libros, completos, de cada autor que entrevistaba. Era un enorme esfuerzo de reflexión... También era muy importante tener claro que el autor era más importante que el presentador y que las respuestas eran más importantes que las preguntas.
P.- Alguna vez llegó a decir que la televisión era incapaz de transmitir la cultura clásica. ¿Hasta dónde llega su escepticismo hacia este medio como instrumento divulgativo?
R.- Siempre pensé que la televisión era un medio complementario de la radio y la prensa escrita. Esta última es la que debe jugar el papel principal en la transmisión de la cultura.
P.-¿Y en qué situación se encuentran los programas de libros en la televisión francesa?
R.- Están marginados por otros programas, sobre todo en las cadenas públicas. Para seguirlos hay que tener más paciencia que un santo, porque los ponen a muy altas horas, tras los partidos de fútbol y los debates políticos. De todas formas, ha cambiado mucho la forma de ver la televisión respecto a cuando yo estaba activo. Antes las familias se juntaban para ver Apostrophe. Ahora, cuando terminan de cenar, los hijos se van corriendo hacia sus ordenadores.
P.-¿De las cientos de entrevistas que ha hecho cuál le ha dejado un recuerdo más especial en su memoria?
R.- Creo que la que le hice a Aleksandr Solzhenitsyn, en los Estados Unidos, en 1983. La última pregunta de mi entrevista fue: "¿Cree que volverá usted a su tierra antes de morirse?". Me respondió que sí, que tenía la íntima convicción de que lo haría. Parecía algo utópico en ese momento, antes de la caída del Muro. Pero al final pudo hacerlo. La mayoría de las veces la historia no permite a las personas cumplir sus sueños, pero en este caso sí lo permitió. Fue algo muy emotivo.
P.-¿Y se quedó con las ganas de entrevistar a algún escritor en particular, alguien que le resultó siempre esquivo?
R.- Me pasó sobre todo con autores franceses mayores, de antes de que la televisión fuera un medio masivo, como René Char y Julien Gracq. Y también con Samuel Beckett.
P.-¿Qué excusas ponía para eludir sus invitaciones?
R.- Bueno, yo no hablaba con él directamente. Lo hacía con su editor y me decía siempre que era imposible. La verdad es que hubiera sido una locura llevarle a la televisión. Beckett estaba sumido en un mutismo radical. Me hubiera dejado petrificado en el plató.
P.- Houellebecq es el autor francés que más se lee en España, un autor que despierta opiniones encontradas. ¿Cuál es la suya?
R.- Sí, es el autor francés que más se lee por todo el mundo. Creo que la gente fuera tenía ya ganas de que un escritor francés no sólo les contara sus amoríos. Su gran mérito es hablar del mundo contemporáneo, con mucha perspicacia. Es una mezcla de originalidad, pesimismo, humor y desvarío.
P.- Jorge Semprún fue el escritor español que más presencia tuvo en sus programas. ¿Cómo encajó la noticia de su muerte y cómo valora su obra?
R.- Es muy emotivo para mí hablar de él. Era un gran amigo mío, cercano e íntimo. Tengo la intención de rendirle un homenaje en la ceremonia de entrega del premio. Fue el escritor francés más español. Y el escritor español más francés. En realidad, Semprún representa como nadie la figura del auténtico escritor europeo.
P.-¿Y qué otros autores españoles le interesan?
R.-Eduardo Mendoza, Pérez-Reverte, Vázquez Montalbán... Y de los que escriben en español destacaría a Vargas Llosa.
P.-¿Qué vinculación mantiene con los libros en la actualidad, aparte de la de mero lector?
R.- Soy crítico de Le journal de dimanche, miembro de la Academia Goncourt y además escribo.
P.-¿El qué?
R.- Pues un libro que cuenta cómo un periodista, que se ha ganado la vida haciendo preguntas, ahora ve su propia vida perturbada por las entrevistas que le hacen otros periodistas.
P.-¿A quién ama más: a la literatura o al vino?
R.- No puedo prescindir de ninguno de los dos. Eso sí: no bebo mientras leo (ríe).
[Ya sin grabadora de por medio, confiesa que el vino español que más le gusta es... "cómo se llama, cómo se llama... ¡el amontillado!"]