El síndrome de Albatros / Las fuentes del Nilo
Gonzalo Suárez
23 septiembre, 2011 02:00Gonzalo Suárez. Foto: Carlos Alba
Abría Javier Cercas su excelente tesis doctoral La obra literaria de Gonzalo Suárez (1993) augurando que el asturiano, entonces autor de culto, se convertiría con el tiempo en un raro. Acertó de lleno. Gonzalo Suárez (Oviedo, 1934) es hoy escritor de minorías (salvo en la marginal Operación Doble Dos, pensada para llegar a un público amplio) que disfruta de limitado pero fervoroso número de seguidores y un outsaider en las convenciones literarias al uso. Ello se debe a la persistente entrega a una estética personal que arranca de los años 60, cuando buscaba alternativas a la crisis del realismo comprometido todavía vigente, y se mantiene en el presente. Esa poética podría sintetizarse en la afirmación de un personaje de El síndrome de Albatros: "la literatura es un río que discurre por cauces paralelos a la realidad y no la encuentra nunca". Incontables opiniones diseminadas en relatos y declaraciones corroboran su idea de que vida y literatura son cosas no ya distintas, sino adversas. De ahí que considere que todo escritor es un asesino porque su oficio consiste en matar la vida.Sobre estos principios reposa la nueva novela de Suárez, la historia pirandelliana El síndrome de Albatros. En ella, Ludivina, viuda del académico Maximiliano Villard, encarga a Ernesto Zóster, cuentista, traductor y profesor de literatura, que averigüe qué relaciones entre ficción y verdad existan en una breve pieza dramática, Lujuria, que el difunto escribió en secreto. El obsceno texto teatral encabeza el libro y funciona como leitmotiv que enhebra la enrevesada peripecia que afronta, en primer lugar, quién fue el autor, si Villard, si los propios actores en una creación colectiva e incluso qué relaciones tiene con ella Zóster.
Pero es solo un cañamazo donde Suárez adosa muy diversos materiales con la mayor libertad. Unos son narrativos e incluyen relatos y cine dentro de una novela que tiene no poco de explícita celebración del gusto por contar cuentos. Otros son aspectos derivados de esta anécdota meándrica, onírica, irrealista y juguetona. Se trata de cuestiones habituales en el autor: la búsqueda de la identidad, la incertidumbre del otro, la literatura como subterfugio y varios inciertos límites, entre imaginación y realidad, fantasía y vida, y verdad y mentira o certeza. Entendida la ficción, según Zóster, como "un terrorífico recorrido donde subyace la más inaccesible realidad", Suárez despliega un enredo de ideación muy teatral en el que da rienda suelta a caprichos de la invención con el mayor desparpajo, rasgos de humor y creaciones verbales del más puro ramonismo ("El fuego es el mejor detergente del alma"). El lector corre el riesgo de perderse en tantos fantaseamientos y no saber muy bien de qué se le habla, pero eso forma parte de una visión fantasmagórica de la vida. Solo cabe dejarla o tomarla.
Semejante idea de la literatura ha venido mostrando Gonzalo Suárez desde hace medio siglo en un puñado de libros narrativos. Las fuentes del Nilo agavilla sus relatos cortos en un volumen que contiene De cuerpo presente, Trece veces trece, El roedor de Fortimbrás, Rocabruno bate a Ditirambo, Gorila en Hollywood y El asesino triste. En todos ellos queda clara la condición inventiva de la ficción, la cual no se dispone como reflejo de la realidad sino a la manera de mentira que, eso sí, permite alumbrar zonas oscuras tanto del alma como del mundo tangible. Por eso, una parte notable de esta escritura se refiere no a la realidad corriente sino a la propia literatura. En este territorio ha logrado Suárez una creación personal bien notable, la pareja Rocabruno y Ditirambo, que cuenta con la muy curiosa derivación cinematográfica de Epílogo. La peripecia de ambos personajes constituye un consu- mado ejemplo de análisis de los mecanismos para hacer novelas sobre el unamuniano pie forzado de que Ditirambo sea invención de Rocabruno. En otras ocasiones el mismo Suárez participa con su nombre en los textos. A partir de semejantes juegos, el autor incide en estos temas,y lo hace sin inhibiciones, sometiendo los géneros a distorsiones, saltándose las leyes de la lógica, abriendo espacios al misterio, usando y abusando del culturalismo y buscando también el reflejo indirecto crítico de la vida cotidiana. En cualquier caso, Las fuentes del Nilo muestran a un escritor entregado al ejercicio de la pura creatividad.
Como si el azar, otra inquietud, y quizás creencia, fundamental de Gonzalo Suárez, se hubiera confabulado a su favor, dos editoriales de prestigio coinciden en publicar estos dos libros suyos. Es para celebrarlo porque el lector exigente que no lo conozca todavía podrá acceder a la prosa vanguardista de un escritor pendiente aún del reconocimiento merecido.