Hans Magnus Enzensberger. Foto: Carlos Miralles
Un año más, los libros (y las editoriales y los libreros) se van de Feria sin miedo a la crisis. Desde hoy y hasta el 12 de junio se adueñarán del Parque del Retiro, en 349 casetas repletas de novedades y títulos esquivos. Alemania se convierte en la gran protagonista y nos regala un invitado muy especial, Hans Magnus Enzensberger, que desvela para El Cultural los secretos de su última obra, Hammerstein o el tesón (Anagrama), novela del año en Francia y Alemania, que es también nuestro libro de la semana. El Cultural conversa con él, presenta a la nueva generación de narradores alemanes y repasa la pequeña y gran historia de estas primeras 70 ediciones de la Feria.
"Era un hombre de carácter- explica H. M. Enzensberger, mientras se termina una tercera taza de café en su piso con vistas al Jardín Inglés de Múnich-. A pesar de las presiones dentro de su entorno, Hammerstein no cambió de opinión. No podía. Eso le salvó del oportunismo de los demás generales. Por supuesto, le habrían matado si no hubiera muerto en el 43".
Hay pocas biografías en las que el gran hombre o la gran mujer protagonista no revele algo del propio carácter del biógrafo y a medida que uno lee Hammerstein o el tesón empieza a intuir que podría haber más de un rasgo de Hammerstein en el propio Enzensberger. Miembro del grupo de élite de los intelectuales alemanes famosos desde que, en 1957, apareciese su primera colección de poemas, en los años 50, cuando los alemanes celebraban el resurgimiento de su economía, él escribía iracundas invectivas sobre la incapacidad de su país para afrontar el pasado nazi: el conocido colectivo antiburgués Kommune 1 tuvo su primera sede en su piso de Berlín. En 1968, en la época en que el movimiento antisistema estaba cuajando como oposición política formal, él estaba fuera viviendo en Cuba, para hacer un "análisis óptimo del socialismo y el marxismo", y llegó a la conclusión de que "los habían estropeado completamente. Cuba era un espectáculo de un solo hombre. Para mí, este experimento había terminado".
En esa misma época escribió un ensayo titulado ¿Soy alemán? en el que afirmaba: "Como forma de organización, la nación se ha quedado obsoleta", frase que le consagró como uno de los padres fundadores intelectuales de la integración europea.
Incapaz de ser buen camarada
Nacido en 1929 en una pequeña ciudad de Suabia, Hans Magnus Enzensberger forma parte de la última generación de intelectuales cuyos escritos se han visto condicionados por su experiencia de primera mano del Tercer Reich. Entre sus contemporáneos se encuentran Gunter Grass (1927), Martin Walser (1927) y Jurgen Habermas (1929). Los Enzensberger se trasladaron a Nuremberg, la cuna ceremonial del nacionalsocialismo, en 1931. H. M. se unió a las juventudes hitlerianas en su adolescencia, pero le echaron poco después. "Siempre he sido incapaz de ser un buen camarada. No puedo acatar las normas. No está en mi carácter. Puede que sea un defecto, pero no puedo evitarlo". Ahora recuerda cómo "Escuchábamos la BBC en secreto, con la cabeza debajo de las sábanas para que nuestros vecinos no pudieran oírnos". Y cuando los bombarderos británicos empezaron a hacer pedazos la ciudad en agosto de 1944, le pareció una liberación más que una catástrofe: "Uno tiene una actitud muy fría respecto a esas cosas cuando es joven. Ver gente muerta en las calles no es más que un hecho de la vida. El caos de la posguerra era bastante divertido para un chico de 15 años. Había una anarquía atractiva... "
Inmediatamente después de la guerra, trabajó para la RAF, primero como traductor, luego como comerciante en el mercado negro ("un curso acelerado sobre los principios del capitalismo") y como barman en el comedor de oficiales.
Al comienzo, a Enzensberger se lo comparaba con los "jóvenes iracundos" de Gran Bretaña, Osborne y Pinter. Sus dos primeros libros, Defensa de los lobos y Lengua del país, cargaban contra la instintiva sumisión de los alemanes a las autoridades, y forcejeaba con el idioma que había heredado. Ahora, al analizar sus primeros poemas, Enzensberger reconoce que tienen un sonido "estridente". "Pero cuando tienes 18 o 19 años, no puedes soportar el silencio. Inmediatamente después de la guerra, había una prioridad para nosotros: teníamos que deshacernos de los indeseables. Y eso era un gran fastidio, porque no se puede cambiar una población entera. Uno se encontraba con todos esos catedráticos, jueces y jefes de policía que eran antiguos nazis, y tenía que deshacerse de ellos, y una cierta violencia era necesaria para poner orden en el caos. Durante años trabajamos en un servicio de limpieza de basura intelectual".
Enzensberger, que formaba parte de una generación de escritores inclinados a rebelarse contra las figuras paternas, dedicó poco tiempo a rebelarse contra su padre real. Los intereses profesionales de Andreas Enzensberger -un ingeniero de telecomunicaciones especializado en tecnología del teléfono y la radio, presentador de la primera radio de Bavaria- se ciernen sobre la carrera de su hijo de una manera positiva. Muchos de los poemas de Enzensberger parecen informativos con una mala interferencia, y cuando consiguió su primer trabajo serio en 1955, fue como editor de la emisora de radio Süddeutscher Rundfunk.
Los ensayos que divulga en este periodo, más tarde recopilados en varias antologías impresas, son tan notables como su poesía inicial: con solo 28 años de edad, asestó un mazazo crítico contra lo que denominaba la "industria de la conciencia".
Sólida tradición poética
Aunque Enzensberger sea el miembro de la santísima trinidad de la literatura alemana de posguerra (junto con Grass y Walser) cuya voz más se ha escuchado en público, algunos cínicos señalarán que no hay tantas personas que realmente le hayan leído. Su obra más popular es un libro para niños, El diablo de los números, una encantadora historia sobre la lucha de un chico con las matemáticas que ha vendido más de un millón de copias en 22 idiomas diferentes. Pero nunca ha escrito esa gran novela nacional que pueda compararse a El tambor de hojalata de Grass. "Una novela alemana interesante es algo mucho más raro que una novela interesante escrita en inglés", afirma. "A diferencia de los rusos, los franceses y los ingleses, los alemanes no tenemos una gran tradición novelística. Hemos tenido algunos escritores interesantes en el siglo XX -Musil, Roth, Kafka, Sebald-, pero todos son únicos en su género. Nuestras novelas convencionales son como los coches alemanes. Hay cierta competencia y diligencia básicas, pero no son especialmente emocionantes o sorprendentes o interesantes".
La situación es distinta cuando se trata de poesía: "En Alemania sí que tenemos una sólida tradición de prosodia en la poesía que se remonta a Brecht o Gottfried Benn". Si los lectores a veces necesitan algún tiempo para acostumbrarse a los versos de Enzensberger, es porque la rima es infrecuente y el ritmo, un asunto secundario a la hora de crear densos collages de imágenes y frases. En opinión de Simic, que lo considera "el mejor poeta alemán desde la II Guerra Mundial", tiene "el abanico más amplio de temas, emplea estilos variados y transmite mejor que cualquier otro la experiencia de alguien que llegó a la mayoría de edad durante la guerra". En su obra más reciente, Historia de las nubes, aplica una mirada científica a un tema tradicional, mezclando el lenguaje pastoral de los "nómadas gigantes" con frases técnicas como "simetría rotacional". "Una de las ventajas de la poesía es que es omnívora. A veces me confunde la razón por la que otros poetas se limitan a un solo tema: se quedan asombrados cuando uno habla, por ejemplo, sobre matemáticas dentro de un poema".
¡Europa, Europa! (1989), que sigue siendo su mejor libro de no ficción, es una serie de relatos de viajes de investigación sobre siete países europeos y sus culturas políticas. "Europa es el mejor lugar del mundo en el que estar. Pero no es una oficina ni una institución: es algo real. Tiene un futuro mucho más rico que el lenguaje codificado de los tratados". Por un momento, vuelve a ser el joven iracundo. "Europa es un gran logro, pero lo están echando a perder. Le dan vueltas a temas sin que haya motivos. Es superfluo. Y es antieuropeo, porque enfrenta a personas que no tienen ninguna razón para oponerse. Hablando desde un punto de vista constitucional, es un retroceso de las libertades que hemos asumido. Hay que vigilar a esa gente". Le pregunto si es consciente de que suena como el editorial de un periódico sensacionalista. "Por supuesto, hay un problema táctico que surge cuando uno dice lo que piensa. No es agradable tener a la gente equivocada animándote. Pero uno no puede hacerse dependiente de nadie. A veces, hasta los indeseables pueden tener razón".