De izquierda a derecha: Jorge Eduardo Benavides, Santiago Roncaglilo, Mercedes Castro y Juan Gabriel Vásquez en la Casa de América. Foto: I.S.
"Quizá haya demasiados escritores para que todos sean recordados en la memoria colectiva". La idea la apunta Mercedes Castro. Comparte mesa en una soleada (valdría decir, más bien, horneada: ¡uf, qué calor!) cafetería de la Casa de América con Juan Gabriel Vásquez, Jorge Eduardo Benavides y Santiago Roncagliolo. Están juntos para rescatar a cuatro autores (cada uno a uno) sepultados bajo toneladas de olvido. Lo cierto es que a la afirmación de la escritora gallega se le puede quitar directamente ese "quizá" con el que empieza: es imposible retener (y cultivar con su lectura) los siglos y siglos de literatura que nos preceden hasta un día como hoy, punto de inflexión definitivo hacia el verano.Por fuerza, tiene que haber legiones de damnificados por la desmemoria. El caso más atenuado de los cuatro que traen a colación los protagonistas de este encuentro organizado por elcultural.es es el de Julio Ramón Ribeyro (Lima, 1929-Lima, 1994). "Es un ejemplo paradigmático de escritor de culto, ajeno a las modas, una condición que le ha podido perjudicar, porque se le ha encasillado ahí, aunque su obra es muy accesible, nada difícil, y habla casi siempre de las clases medias". Paradójico olvido el del autor de Prosas apátridas, que vio triunfar delante de sus narices a compatriotas suyos como Bryce Echenique y Vargas Llosa, novelistas ambos que siempre han reconocido el influjo riberyano en su escritura. Él, en cambio, a pesar del unánime reconocimiento de su talento como cuentista (sobre todo), no ha conseguido traspasar las fronteras peruanas con la fuerza de ellos. "En Perú todavía se le lee bastante, pero en el resto de Latinoámerica muy poco, al igual que en España", explica Benavides. Su olvido podría catalogarse de injusto.
No tanto lo es el de Enrique Amorim (Salto, Uruguay, 1900- Buenos Aires, 1960). El escritor uruguayo se empeñó en ser famoso como pocos escritores lo habían hecho. "Fue un pionero del marketing literario. Creo que fue el primer autor que se hizo fotos para la promoción de sus libros", comenta Santiago Roncagliolo, que en la actualidad escribe un "libro de encargo" sobre este curioso ejemplar de literato. Para el autor de Abril rojo, que lleva meses buceando en sus filmaciones y en su jugosa correspondencia, las experiencias vitales de Amorim son mucho más interesantes que sus libros, "demasiado lastrados por el mensaje comunista". "Mantuvo relaciones amicales, también venéreas con algunos, con Chaplin, Neruda, Picasso, Sartre, Borges...", cuenta. Este último, tan malévolo en sus juicios, decía que Amorim se hizo comunista para tapar sus fracasos literarios (el comunismo le daba la excusa de que no le publicaban por rojo). Y es verdad que era un rojo, pero también un dandy, un bohemio y un millonario, que fue a un partido de fútbol entre Argentina y Uruguay en compañía de Borges y ambos se fueron al finalizar la primera parte "porque no sabían que había segunda".
Excéntrica también pero por otros motivos fue Charlotte Perkins (Hartford, Estados Unidos, 1860 - 1935), autora sobre todo de novelas y ensayos, y que para Mercedes Castro fue "la redentora de las mujeres locas". "Me interesa su componente mítico. Fue una sufragista y una mujer que se divorció de su marido en una época en que nadie lo hacía, y acabó suicidándose dejando una nota que decía: 'prefiero el cloroformo al cáncer'. Consiguió demostrar la injusta facilidad con la que a las mujeres se las tachaba de locas en la sociedad, por simples trastornos como una depresión post parto". Ella misma sufrió este bajón anímico cuando dio a luz a su hija y acabó encerrada en una institución psiquiátrica. Incluso le prohibieron escribir porque creían que esta actividad le alteraba el equilibrio mental. Su relato más conocido es el Papel de pared amarillo, donde narra, después de varios años, su experiencia depresiva. Este cuento tuvo una fuerte repercusión en entre los especialistas de la psique: "Su neurólogo, el más famoso entonces en los Estados Unidos, le reconoció que se había equivocado con el tratamiento".
El último autor sometido a la operación rescate puesta en marcha por la Casa de América es Porfirio Barba Jacob (Santa Rosa de Osos, 1883 - Ciudad de México, 1942), poeta colombiano de naturaleza esencialmente contradictoria, como explica Juan Gabriel Vásquez, que escribió un perfil suyo para una antología de escritores malditos que preparó Leila Guerrero: "Fue mariguanero, alcohólico, homosexual, conservador, moralista, alguien que detestaba la revolución mexicana y luego escribía biografías de Pancho Villa...". El de Porfirio Barba Jacob es el tercer seudónimo de los que se le conocen. Sus enemigos, que no eran pocos, decían: "Cambia tanto de nombre como de amante masculino". Era un ataque muy duro en la sociedad puritana de su época. En Colombia, según Vásquez, "se le sigue leyendo pero en círculos muy selectos y con la convicción clara de que están ante una especie en vías de extinción". También los hay "que le recuerdan sin saber que le recuerdan, porque muchos recitan versos de la Canción de la vida profunda sin tener presente que la escribió él".
A todos la celebridad literaria le has sido esquiva. Algo normal si tenemos en cuenta que, como dice Jorge Eduardo Benavides, "la fama para un escritor es siempre un accidente".
La fama literaria, una mera contingencia
Siglos y siglos de literatura. La memoria no da para tanto. Demasiadas páginas, demasiadas palabras, demasiadas historias... Los lectores no tenemos siquiera capacidad para retener los detalles de libros que leímos hace sólo unos meses. El olvido es, por tanto, consustancial a la literatura. Y la celebridad de los autores una mera contingencia, salvo para cuatro clásicos indiscutibles.
Pero ¿es más volátil la fama de los escritores que la de la de las de otros artistas? Roncagliolo cree que no: "Si escribiste un libro que tuvo éxito en su día, la gente, 20 años después, te considera famoso. La fama en literatura, aunque es casi imposible conseguirla, perdura más". Juan Gabriel Vásquez ofrece su teoría al respecto: "Es que, al contrario de lo que ocurre con la música, que se difunde en gran medida gracias a conciertos en directo, en los libros no está físicamente el autor. Hay una disociación del escritor y sus criaturas, que viven autónomamente".
¿Cuánto influye la venta de libros? ¿Es un factor determinante? Jorge Eduardo Benavides no lo tiene claro: "Hay casos de todo tipo. Autores que vendieron mucho en el pasado y ahora nadie los recuerda. Autores que no han vendido casi nada y los recuerda todo el mundo". Aquí tampoco está la clave de la fama. ¿Dónde está entonces? Mercedes Castro viene a decir que no está en ninguna parte, que es un misterio: "¿Por qué A.S Byatt cuando se publica España pasa casi desapercibida y la armada de McEwan, Amis, Barnes tiene tanta repercusión? ¿Por qué Galdós es tan conocido y a la Pardo Bazán, otra escritora magnífica, una gran transgresora en su época, apenas se la lee?". ¿¡Por qué, por qué!?