Dos fotografías incluidas en el libro. Arriba, Ernesto Sabato en diciembre de 1982. Abajo, Sabato, junto a Alberti y Jacobo Muchnik en Alcalá de Henares (1985).
El 24 de junio, Ernesto Sabato (Rojas, Buenos Aires, 1911) cumple cien años, lo que hace que se multipliquen homenajes y publicaciones, aunque quizá una de las más especiales sea Ernesto Sabato por Mario Muchnik (Del Centro editores). Se trata de una edición para bibliófilos de 100 ejemplares numerados y firmados, que contiene siete fotografías realizadas por Muchnik así como una crónica de su amistad personal y de la edición del Informe para ciegos que es el núcleo central de Sobre héroes y tumbas, editado por primera vez por Jacobo Muchnik, padre del editor, en 1961 y que Muchnik recuperó en los años 80 con un texto nuevo del autor de El túnel. Entonces, recuerda Mario Muchnik, "Sabato prefirió no escribir un prólogo, sino un postprólogo, pero todas esas conversaciones fueron momentos muy felices para mí, porque conocía a Ernesto, al tío Ernesto, desde los 14 años, y fue siempre parte integrante de nuestra familia. Él acababa de abandonar la física, que me tenía fascinado, y creía que la filosofía, la literatura, el arte en general no eran sino decorados de salón. Es curioso, pero cuando yo también me desengañé de la ciencia, fue quien mejor me comprendió. -¿Cómo? -Riéndose con palabras gruesas de mis antiguos amigos científicos que creían que mi afición a la literatura era cosa de maricones y desengañándome de la física. Su mejor regalo fue el escepticismo: me abrió los ojos, me enseñó a dudar de todas las verdades. ¿Que alguien me decía que estaba lloviendo? No podía creerlo, tenía que ir a la ventana y comprobarlo en persona, tenía que mojarme. Sabato sabía cómo destripar todas las certezas, ya fuesen literarias, científicas, literarias, políticas... le admiraba mucho, y me influyó personal y literariamente. -Compartieron, vacaciones, estudios y juegos... -Sí, recuerdo sobre todo que en una ocasión montanos un espectáculo de sombras chinescas en las que Sabato era el paciente y yo el cirujano... Dije algo así como “habrá que amputar”, y él respondió, sentado en la camilla, “¡Amputa que lo parió!” - concluyendo la función en medio de carcajadas”. -Recupera en el libro siete fotos suyas, pero cuesta imaginar que sean las únicas que le hizo... -No, tengo más, pero son las mejores, por calidad, las otras son peores, o más íntimas también, no sé...
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