Trabajadores de la empresa Amazon.co.uk con las copias de libros de Harry Potter y la Orden del Fénix. Foto: Bloomberg News

Hace unos meses alcanzó popularidad en la red el caso del escritor Thomas Hertog. Este norteamericano reparó en una serie de vacíos que había en las listas de ventas de Amazon (nueva Biblia) y consiguió aupar un libro sobre finanzas a lo más alto del ránking de la página. Tras lograrlo, detalló en un nuevo volumen la facilidad que hoy existe para manipular este tipo de listas. Su método para convertirse en un best seller fue tan sencillo como ofertar su obra en la web, comprarla y descargarla para Kindle 173 veces, escribir un mínimo de 42 comentarios favorables a ella y votarlos más de 100 veces. Por supuesto, Amazon censuró su hazaña y retiró también de sus ránkings su libro anterior. Pero Hertog, a pesar de la censura, ya se había convertido en un superventas según los criterios del sitio.



Lo logrado por este escritor es sólo una anécdota para recordar la tibia frontera en la que el término best seller se mueve en nuestros días. Hoy las obras más leídas están sujetas a lo dictado por las propias editoriales y sus campañas publicitarias, o a las listas y la promoción de los medios, pero, en gran medida, también son hijas de un azar que, de tanto en tanto, lleva a la gloria a un autor novel o desconocido. El best seller, con todas estas variables, no es otra cosa que un misterioso fenómeno social que Sergio Vila-Sanjuán desenmascara en el libro Código best seller (Temas de hoy), completo volumen en el que el periodista y director del suplemento Culturas de La Vanguardia consigue establecer un canon para este tipo de libros y responder a preguntas como cuál es su incidencia social, cómo se logran o desde cuándo existen.



En él se ven las caras Los tres mosqueteros y El principito, El mundo de Sofía y Los puentes de Madison, Cien años de soledad y El padrino, Los pilares de la tierra y el Diario de Ana Frank, Juan Salvador Gaviota y 1.080 recetas de cocina. Un total de 70 obras que, como en un viaje a la infancia, el autor ha releído y analizado. Algunos fueron bestsellers; otros fast sellers; otros, longsellers. Pero todos, como recuerda José Antonio Marina, son "literatura vivida". A juicio del filósofo y escritor, que prologa el libro de Vila-Sanjuán, la presente era "una obra necesaria porque aborda una parte importantísima de la historia de la cultura. Frente a la historia de la literatura, en la que figuran las obras seleccionadas por su calidad, estas interesan porque son las que se leyeron. Este es un canon vivido, el elegido por los lectores".



¿Pero qué tienen estos libros que les une? No son un género, claro, porque un best seller no es sólo ese novelón de 1.000 páginas que uno lee en verano y que resulta entretenido a pesar de su baja o media calidad. No, porque entre los superventas de la historia figuran Siddharta, Historia de dos ciudades, El viejo y el mar, Cien años de soledad y La piel del tambor, entre muchos otros clásicos. Y, sin embargo, desde su desarrollo en el siglo XIX han guardado ciertas características comunes. Como señala el autor de Código Best Seller, estamos casi siempre ante obras que abordan un tema universal, con capacidad imaginativa, un lenguaje claro, unos personajes bien definidos, unos malvados "interesantes" y unas historias a través de las que sus protagonistas logran conseguir sus objetivos y superar sus problemas, esto es, que no son nihilistas. Marina va más allá y apunta que los best seller son, en el fondo, "un retrato de todos nosotros", ávidos cotillas de las vidas de otros, unas vidas que, además, "movilizan siempre algún tipo de emoción", al tanto que bromea con la necesidad de que escondan un tema religioso, unos personajes de clase social alta, un drama y un misterio, como aquel chiste que encerraba todos estos ingredientes: "Ay, Dios mío, dijo la condesa, estoy embarazada, quién será el padre".



Y, sobre todo, los grandes best sellers, como se señala en el libro, no responden a tendencias, las crean. Como ejemplo de esto último señala Vila-Sanjuán el caso de El gatopardo, una novela que su autor no logró ver publicada y que a pesar de tratar un tema que pudiera parecer demodé, se convirtió en un éxito. Y luego está el caso de Siddharta, de Hesse, que nadie leyó hasta que no fue descubierta por los hippies 40 años después de su publicación. Según la tipología establecida por Vila-Sanjuán, estos libros pueden ser herederos del folletón, hijos de distintas coyunturas históricas, fábulas, obras de reflexión... pero todos tienen un don común, estimulan la lectura.