El ex-presidente Adolfo Suárez en su despacho del CDS en 1989
En los cinco años que siguieron a aquel nombramiento, Suárez sorprendió a propios y extraños con el impulso de lo que hoy llamamos la Transición política de España, desde el régimen autocrático del general Franco, hasta desembocar en un sistema democrático homologable con los países de nuestro entorno. Se trató, como él había advertido unas semanas antes de llegar a la presidencia del Gobierno, de elevar a la categoría política de normal, lo que en la calle era, simplemente, normal.
La verdad es que, a pesar de lo que dijera Suárez, no era muy "normal" asistir a la autodisolución de las Cortes franquistas; la legalización del Partido Comunista; la convocatoria de unas elecciones democráticas; la firma, por todas las fuerzas políticas y sociales, de unos pactos para resolver la crisis económica; el restablecimiento de la Generalidad de Cataluña y, finalmente, la aprobación de una Constitución democrática en diciembre de 1978. Y todo ello, en menos de año y medio en el que los españoles fueron por detrás de unos acontecimientos que se sucedían a ritmo vertiginoso.
El principal protagonista de todos aquellos cambios asombrosos era aquel joven político de Cebreros que se había presentado en Madrid a finales de 1958 para emprender una carrera política meteórica, moviéndose por los entresijos de los sectores más poderosos del régimen franquista, que eran los hombres del Movimiento y los llamados tecnócratas que capitaneaban Carrero Blanco y López Rodó. Y, como clave del todo el proceso, una estupenda sintonía de Suárez con el heredero de Franco, que había sido designado Príncipe de España en agosto de 1969.
Sin embargo, la estrella de Suárez se iría debilitando a partir de las segundas elecciones democráticas, en marzo de 1979 -fueron los años del desencanto-, pero las transformaciones que había experimentado la sociedad española se demostraron consistentes y, tras abandonar el poder, en febrero de 1981, su figura política no ha cesado de atraer a quienes fueron partícipes de aquel proceso de transición política y a quienes se interesaron después por aquellos años. El resultado de esta atracción sería una extraordinaria proliferación de títulos, entre los que abundan los de los protagonistas de aquel proceso político y los de periodistas que asistieron a él desde observatorios privilegiados. El autor cita en este volumen casi 250 libros, que son buena muestra del interés que provoca la vida política de aquel breve periodo de la historia reciente de España.
Un capítulo importante en este conjunto corresponde al trabajo de politólogos -españoles o no- que se han centrado en el modelo de transición política española que se hizo especialmente atractivo a finales de los años ochenta del pasado siglo, cuando el hundimiento del sistema comunista, a partir de 1989, obligó a reflexionar sobre pautas políticas para convertir en democracias las dictaduras del Este de Europa. En esa coyuntura, el modelo español no podía resultar más atractivo.
Faltaba, sin embargo, una imagen sistemática de la apasionante trayectoria vital de Suárez, capaz de integrar la multitud de testimonios dispersos y articularlos en un discurso biográfico razonable para la mejor comprensión de aquel apasionante periodo de la Transición, que ya era un periodo muy atrayente para el trabajo de los historiadores profesionales. Con el libro de Juan Francisco Fuentes, Adolfo Suárez entra de lleno en el mundo de la biografía histórica hecha con rigor académico y con una movilización masiva de fuentes bibliográficas y documentales. Un trabajo en el que el buen hacer del historiador y la sutileza literaria de un experimentado escritor se han puesto al servicio de la recuperación de una figura central de nuestra historia reciente.
Fuentes nos ofrece aquí una biografía política. Se trata de una precisión que no carece de sentido porque la biografía política se proyecta sobre la actuación pública del biografiado y puede prescindir de su dimensión más íntima. La opción, además, resulta especialmente pertinente dadas las circunstancias que inciden en una persona de la que ni siquiera resulta hacer posible una biografía completa ya que aún vive, aunque su figura se haya desvanecido en los últimos años, entre las tinieblas de una penosa enfermedad. En ese sentido, la fotografía que se le tomara hace un par de años, en la que le veía de espaldas, caminando en compañía del Rey, parece cargada de una profunda simbología.
Una biografía política como es ésta puede prescindir de muchos de esos elementos íntimos ya que ésta es una historia de poco más de 30 años, que se inicia en la década de los 60 del siglo XX, y se cierra a comienzos de los 90, cuando se apaga definitivamente la estrella política de Suárez. Una historia política en la que, a falta de los documentos personales del protagonista -cuya misma existencia pone en duda el autor- el trabajo se organiza a través del manejo de documentación inédita de algunos colaboradores de Suárez y con el empleo de entrevistas a personajes clave del periodo. Ese tipo de documentación marcará definitivamente el resultado del trabajo, como es el caso del gran protagonismo que adquiere el testimonio de Eduardo Navarro, uno de los más estrechos colaboradores de Suárez, y de quien se maneja una interesantísima documentación personal. Algo parecido se podría decir del manejo de una tesis, aún inédita, en la que hay un gran caudal de información sobre el trabajo de los servicios de inteligencia de entonces.
El volumen se cierra con una interesante reflexión sobre el significado de la Transición política en la que el historiador que es Fuentes no se contenta con retroceder hasta los años de la II República, sino que se adentra con autoridad en otras coyunturas que también sirven para ilustrar las características de la transición española iniciada en 1975. La Transición se abordó sin claras referencias históricas pero, como advierte el autor, el pasado fue una referencia permanente, sobre todo a la hora de detectar los errores que había que evitar. Uno de esos ejemplos lo podría proporcionar el nacimiento de la España liberal, a la muerte del monarca absolutista que fue Fernando VII, de la misma manera que se podrían encontrar elementos de referencia en la Restauración canovista, con esa voluntad de "aceptación del adversario" de la que ha hablado Carlos Dardé.
En cualquier caso, por encima de estas referencias históricas, sigue sobresaliendo la extraordinaria magnitud de un personaje que demostró ser un experto navegante en la difícil singladura que tuvo que realizar España a la muerte de Francisco Franco.