Sophia Loren en la escena más famosa de Dos mujeres, película por la que mereció el Oscar.
Fue Cary Grant quien le dio la noticia. "He conquistado Hollywood! ¡He ganado el Oscar! ¡Jesús, san Genaro, virgen del Carmen, nos habéis concedido la gracia!", exclamó ella al saberse triunfadora. Reproducimos el capítulo de 'Sophia Loren, una vida de novela' que recupera con trepidante narración el momento que cambió "para siempre" la vida de la actriz romana. La obra, que incluye un amplio dossier con imágenes, sale hoy a la venta publicada por Ediciones B.Perfume de Oscar
Roma, abril de 1962
(...)
-Tesoro, ¿lo sabes?
La voz profunda del interlocutor de ultramar sonaba inconfundible. A las 6 .45 de la mañana Cary Grant era el ángel que anunciaba la victoria.
-Dime, ¿qué?
Sofia ya no cabía en su pellejo, pero para conjurar la mala suerte aún no quería creerlo.
-¡Soy feliz de ser el primero en decírtelo! ¡Sofia, has ganado el Oscar a la mejor actriz!
La voz cálida y profunda de Grant llegó atenuada a los oídos de Sofia, que comenzó a saltar presa de una emoción indescriptible.
Carlo se había levantado de golpe, como si la noche insomne ya no contara nada. La adrenalina le corría por las venas poniéndolo más eufórico que el whisky. Aferró el auricular negro del teléfono que ya le parecía revestido de oro.
-Dime, ¿es verdad? ¿Sofia ha ganado?
-¡Sofia, Sofia! ¡Eres la mejor actriz del año! ¡Has ganado el Oscar!
Ante la noticia que rebotaba de ultramar, las voces y los gritos se superpusieron las unas a los otros y, en un santiamén, la confusión fue total.
Alguien lloraba, alguien aullaba, alguien rezaba.
Romilda había pasado de la emoción a la furia delirante.
-¡Ya lo decía yo, Sofia, hemos ganado el Oscar! ¡He conquistado Hollywood! ¡He ganado el Oscar! ¡Jesús, san Genaro, virgen del Carmen, nos habéis concedido la gracia!
Sofia lloraba y reía, y estaba tentada de quitarse el pijama porque le quemaba el ardor de la emoción. Para empezar, se había desencadenado un huracán de llamadas.
Alberto Moravia había perdido su habitual flema y le gritaba al teléfono:
-¡Sofia, aquella foto que me sacaron contigo en el plató de Dos mujeres, sí, aquella para la que no quería posar, la conservaré toda la vida!
Los periodistas llegaban en tropel y se amontonaban en una habitación al lado del salón. El primero en llegar había sido el enviado de la radio italiana, Lello Bersani, listo para entrevistar a Sofia y a Carlo Ponti, el productor que con su intuición genial había permitido la creación de una obra maestra.
Aunque por la radio, dicho sea de paso, aquella entrevista de Lello Bersani nunca sería emitida porque en los tiempos puritanos de los años sesenta la concubina Sophia Loren en pijama, que Bersani había descrito ampliamente, y su amante Carlo Ponti provocaban escándalo.
A pesar de que los dos se habían cambiado rápidamente para recibir a los demás periodistas, Sofia con un jersey sobre una falda de color antracita y Carlo con traje y corbata, con Bersani la metedura de pata ya estaba hecha.
Antes de la improvisada conferencia de prensa, el fotógrafo Pierluigi Praturlon tomaba fotos de Sofia con Romilda y Ponti, mientras que el agente de prensa Enrico Lucherini, llegado con la rapidez de un halcón, presa de la emoción y la alegría se sentía como si volase. Todos pensaban que había sido idea suya enviar a los periódicos la fotografía de Sofia mientras llora con las zapatillas rústicas y el vestidito hecho jirones, tirada en la carretera, apretando impotente una piedra y presa de la desesperación después de la violación sufrida por ella y su hija.
En realidad, aquella foto tiene una historia particular. Lucherini era muy joven y no muy conocido en el mercado de los agentes publicitarios, aunque ya había trabajado con Luchino Visconti y con Patroni Griffi . Carlo Ponti, después de haberlo puesto a prueba con la promoción de Dulces engaños (I dolci inganni), con Catherine Spaak y la dirección de Lattuada, le presentó a Sofia, que en aquella época ya era una estrella famosa gracias a sus numerosos éxitos americanos.
Habituada a los agentes de Hollywood, fue ella quien sugirió a Lucherini que eligiera una foto fuerte para la publicidad de Dos mujeres. Él se decidió por la de Praturlon, que dio la vuelta al mundo, convirtiéndose en el icono de una de las mejores actrices de la historia del cine.
Primero había llegado un señor alto y guapo, con el pelo plateado y voz ampulosa. Era Vittorio De Sica, el director de Dos mujeres, que apenas controlaba la felicidad por la victoria en tierras extranjeras de su pupila Sofia.
-Pobre Anna, cuando se entere del Oscar a Sofia se comerá las manos. -Sonrió satisfecho con ambigua solidaridad hacia la actriz romana.
-¡Se lo tiene merecido esa enana de Anna Magnani!
-rebatió Basilio Franchina, arrastrado por la felicidad, mientras Lucherini paraba la oreja.
-He sabido que cuando Ponti le propuso el papel de Dos mujeres con Sofia en el papel de la hija -continuó agitadísimo Franchina, yendo al mueblebar para servirse una buena dosis de ginebra sin hielo-, ella lo ofendió, gritándole a la cara: "¡No me hagas vomitar! ¡Sé que estás enamorado de Sofia, pero no me digas que se te ha ocurrido hacerle interpretar a mi hija virgen!", y luego insultó a Sofia tratándola de vaca y le dijo a Ponti que Sofia era bastante vieja como para interpretar a la madre...
-Bueno, no fue exactamente así... -bufó De Sica, mientras la confusión iba en aumento.
No es verdad que cuando Vittorio De Sica fue a ver a Anna Magnani a su casa para proponerle el papel de Cesira, con guión de Zavattini y basado en la novela de Alberto Moravia, ella le respondiera: "¡Yo no hago la madre!" En realidad, ella le dijo: "Aunque Sofia es muy joven (yo tenía veinticinco años), en la pantalla es muy fuerte y también yo soy una actriz muy fuerte, y entonces ¿qué hacemos? ¿Nos comemos una a la otra en la pantalla? Si quieres que haga la película, necesito para el papel de Rosetta a una chica con cara de ángel como Anna Maria Pierangeli." De Sica sacudió la cabeza, porque no estaba de acuerdo, y le respondió: "No, yo tengo en mente otra historia." Entonces Anna, mientras él ya se marchaba, justo en la puerta, le dijo: "¿Por qué no pruebas a que Sofia haga la madre?" No se lo sugirió irónicamente, sino como para darle un consejo. Y De Sica comentó: "¿Sabes?, me has dado una buena idea ."
Al día siguiente, Vittorio me mandó un telegrama (yo estaba en París), en que había escrito: "Tú harás Dos mujeres y serás la protagonista." Por poco me desmayo: la protagonista del libro tiene cincuenta y cuatro años y yo tenía sólo veinticinco. Pero me dije: dado que De Sica es un gran director, si él me quiere no es que pretenda echar a rodar su carrera. Se ve que cree en mí y yo creo en él, por tanto, me parece que vale la pena luchar por este gran proyecto. Y así hicimos Dos mujeres. Que me cambió completamente la vida.