Image: Marc Fumaroli

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Letras

Marc Fumaroli

"Esta sociedad ha convertido a sus arquitectos en vedettes"

28 septiembre, 2010 02:00

Marc Fumaroli

Irónico y erudito, este marsellés de porte aristocrático nacido en 1932 repasa con brillantez los hitos de la cultura contemporánea poniendo en tela de juicio todos y cada uno de ellos.

Chaqueta color topo, pantalón en terciopelo negro y una corbata a juego con un pañuelo que se asoma con coquetería por el bolsillo superior izquierdo. Un rostro sonriente coronado por una melena blanca e impoluta. Nadie diría que este sofisticado personaje de elegantes ademanes e impecable francés es un sesudo catedrático de La Sorbonne, además de historiador, autor de numerosos ensayos sobre pensamiento y cultura contemporánea y reputado especialista en retórica y literatura francesa.

Caballero de la Legión de Honor y Académico de la Lengua Francesa desde 1995 Fumaroli, un hombre cordial y extremadamente locuaz, pasa por Barcelona para presentar su Paris-Nueva York-París, un diario escrito entre 2007 y 2008 que Acantilado acaba de traducir al castellano. En él aprovecha las vivencias acumuladas durante un año, vivido a caballo entre esas dos capitales, para reflexionar sobre cuestiones tan dispares como el arte contemporáneo, la violencia, la arquitectura y el urbanismo, la fotografía, los caprichos del mercado, la esclavitud de la moda y la publicidad, el cine y la televisión, las comunicaciones o el papel del Estado Moderno como protector de la cultura. Todas ellas muy distintas, cierto, pero con el denominador común de ser los tropezones de la sopa en la que nada el hombre moderno. "Yo mismo no me identifico con una sola cosa. Me siento todo a la vez, autor, pensador, historiador, profesor, crítico... el mundo actual es demasiado complejo como para tratar de encasillar y clasificar lo que nos rodea. Hay que hacer un gran ejercicio de síntesis y un considerable esfuerzo de comprensión para asimilar la realidad en la que nos movemos. Y eso ocurre con uno mismo. En muchas ocasiones la historia antigua me sirve para entender la actualidad".

Todo ello pasado por el tamiz de la ironía y el análisis, porque Fumaroli no deja títere con cabeza, de ahí que se le haya tachado de "polemista cultural" de lo que se defiende con fiereza porque (argumenta) "he escrito muchos libros que no eran polémicos, ya que mi oficio no es polemizar". Pero Fumaroli no se calla nada y pone en tela de juicio hasta su amada Francia: "Estoy orgulloso de ser francés, me gusta mi país, lo quiero. Y precisamente por eso soy extremadamente crítico con él. Por ejemplo, la educación de ahora es peor que la de antes. Los franceses éramos antes más cultos, teníamos mejor formación y leíamos más. Y, desde luego, le critico al Estado francés que no sea un espacio de reflexión al margen de las tiranías del mercado, sobre todo en lo que respecta al arte".

Tiene también reproches para Europa, un continente que sigue estando muy vivo, a su juicio, con buenos museos y unas ciudades llenas de interés pero que "culturalmente está liderado por unos cuantos enanos que miran obsesivamente hacia América. Hemos de librarnos de ese complejo porque somos el origen de todo. Y los nuevos mundos que están emergiendo ahora son emanaciones del humanismo y la cultura europea".

Y justamente eso, la cultura, es la piedra angular de este ensayo, y es que la suya es inabarcable. Tan pronto escribe sobre Lawrence de Arabia como argumenta la doctrina griega de los iconos o narra la querella del Juicio Final de Miguel Ángel. "Cultura es una palabra magnífica porque es una metáfora que alude a la floración y multiplicación de las formas vivas, pero en la actualidad la cultura es todo: el fútbol y el Louvre, Samuel Beckett y Damián Hirst, la discoteca del sábado noche y el estreno de La Bohéme en la Scala de Milán …" Y de ahí a la arquitectura actual "que no hace feliz a los hombres porque no se preocupa por ellos, tan sólo se dedica a colocar edificios-menhires en las ciudades sin analizar el entorno ni la historia. En la Edad Media existía la figura del oficial que se encargaba de verificar que todo lo que se construyera fuera armónico y no sobrepasara determinadas alturas. Por eso pasear por el núcleo antiguo de cualquier villa medieval es enormemente agradable y relajante. Este contraste evidencia los complejos de una sociedad que ha convertido a sus arquitectos en vedettes." No se olvida Fumaroli de narrar con detalle su experiencia del 11 S, vivida en primera persona. "En esa época estaba dando clases en Nueva York, en Columbia University, y esa mañana fui a desayunar a un bar cercano, como hacía de costumbre. Mientras tomaba mi café contemplaba distraídamente una televisión situada tras la barra, hasta que el camarero me avisó de que aquello no era una película sino la brutal realidad. Algo muy profundo y misterioso estaba sacudiendo los cimientos del capitalismo occidental".