Letras

José María Merino: "Nuestra academia, por suerte, es poco academicista"

El autor leonés, que acaba de publicar su última novela, 'La sima', entra este domingo en la RAE

17 abril, 2009 02:00

PREGUNTA.- La sima disecciona la propensión de los españoles hacia la violencia...

RESPUESTA.- El protagonista del libro vive retirado en la montaña. Está preparando una tesis, pero en lo que realmente está interesado es en la recuperación de unos muertos que su abuelo falangista tiró a una fosa en la Guerra Civil. Su familia es una pequeña representación de las tensiones ideológicas del país. Aparte de este abuelo, que es falangista, su padre pertenece al PCE, y un tío abuelo suyo es anarquista. En lugar de aplicarse en la tesis, lleva a cabo una reflexión personal. Piensa que en España existe una cultura de la confrontación más marcada que en otros países. Es una apreciación poco científica, y su director de tesis y algunos amigos se lo reprocha. Pero él repasa la Guerra Civil, las guerras carlistas, los enfrentamientos en el Perú entre pizarristas y almadristas durante la conquista. Cree que hay algo raro, algo moral (que ésta en los memes más que en los genes) en sus compatriotas que les empuja al enfrentamiento.

P.- ¿Dónde se sitúa en la polémica por la exhumación de cadáveres de la guerra? ¿Reabre heridas o hace justicia?

R.- Por humanidad, a todo muerto mal enterrado hay que enterrarle bien. Es una cuestión de civilización. Aunque está claro que algunos políticos utilizan este asunto para seguir azuzando la dialéctica del enfrentamiento feroz, en lugar de interesarse por cerrar el conflicto definitivamente.

P.- Es muy crítico con la historiografía, disciplina a la que achaca muchas mentiras. ¿Cúales son en su opinión las más graves vertidas en España?

R.- Hay una gran diferencia entre la leyenda y la historia. La primera no intenta engañar a nadie, sólo al que se deja engañar. La historia, en cambio, se falsifica continuamente. Aquí tenemos un claro ejemplo con los nacionalismos. Asistimos a una a una reinvención de algo que no existió. La historia no está dada para siempre, y cada uno la cuenta como le conviene. La novela, si es verosímil, es la que mejor cuenta la historia.

P.- La ficción de verdad, ¿no?, de la que hablará en su discurso de ingreso en la RAE.

R.- Es que el ser humano es lo que es porque un día descubrió la ficción, como modo originario de comprender la realidad. Está en nosotros, nos pertenece naturalmente aunque la hayamos ido depurando con el racionalismo. Sigmund Freud, de hecho, escribió su teoría del alma utilizando como fuente textos literarios. La historia del corazón humano está en la literatura.

P.- ¿Cómo van a encajar en sus rutinas las obligaciones “académicas”? ¿Las teme?

R.- No, no. La verdad es que hace mucha ilusión trabajar en la RAE. Es algo que yo no he buscado pero que la vida me ha regalado, gracias a algunos valedores, eso sí. Estar con las palabras y con el español me agrada. De lo que conozco de la Academia me llama la atención dos detalles especialmente valiosos: los usos y costumbres ancestrales que todavía se conservan y la ilusión con la que trabajan los académicos. Además las nuevas obligaciones me van a servir para organizar mi vida, que siempre ando de picos pardos. Me apetece, la verdad. Y diría que la Academia, por suerte, es poco academicista. Por ella han pasado escritores como Galdós, Baroja, Cela, cada uno con una perspectiva diferente...

P.- ¿Y cuáles cree que son los peligros más graves que debe conjurar el español?

R.- La simplificación. A los jóvenes no les apetece conocer más palabras. Creen que lo bueno es utilizar cuatro palabras para todo. No se dan cuenta de que la mejor manera de penetrar y tener más flexibilidad en la comunicación es disponiendo de un léxico rico.

P.- ¿Y cuál le gustaría que fuera su aportación a la docta casa?

R.- Soy humilde, y consciente de que se trata de trabajar en equipo y de forma anónima. Tampoco sé muy todavía cuáles van a ser mis tareas. Me gustaría depurar el diccionario en aquellos aspectos que se ha quedado viejo y es incorrecto.