Juan Antonio Masoliver Ródenas

Juan Antonio Masoliver Ródenas

Letras

Sònia

11 septiembre, 2008 02:00

Juan Antonio Masoliver Ródenas

Acantilado. Barcelona, 2008. 224 páginas. 12 euros

Sònia es un libro de amor, de amor-deseo, de amor-deseo presente, vivo, pero esta escritura es, sobre todo, ocasión para dejar hablar a la memoria -“Lo que recuerdo está aquí” para siempre se lee, como si se certificase un gesto notarial- de todo aquello que fue vida y tiene ahora una existencia espectral, semiviva, y todo ello va abriendo un lugar para nombrar la muerte y no sólo la de algunas personas queridas, sino el atisbo de la que le es propia al sujeto que habla. Y, puesto que todo lo anterior pasa a ser texto, se entreteje en él la reflexión sobre la palabra. Decir esto, con todo, no agota ni con mucho la riqueza de este libro de enorme fuerza poética.

El nombre de una mujer, el amor presente, da título al libro y con toda razón, pues desde los primeros versos la figura femenina se pone de manifiesto: “Ah, la delicada mujer/ con la rubia cabellera”. Es un recuerdo de la niñez, pero la imagen, leída desde la tradición poética, hace ya visible el sello petrarquesco incluso en el tópico color de los cabellos. Pero Juan Antonio Masoliver Ródenas (Barcelona, 1939), profesor de literatura, crítico literario y autor de libros de poesía, de relatos y novelas, es un escritor moderno, como bien lo muestra la continuación de los versos citados: “ocultándome la desnuda/ espalda/ defecando en cuclillas/ en este rincón de luz”. Quiebro, o renovación, audaz de la tradición, que encuentra pocos antecedentes entre nosotros. Quiebro que hace que el cuerpo, el del deseo, que en Petrarca es un fantasma, se manifieste con todos sus lugares y todas sus palabras, más real, más cuerpo.

La anécdota infantil que abre este relato de la memoria lleva a dejar dicho el deseo de volver a aquel jardín, “y ver de nuevo/ el niño que se encuentra/ hurgando entre las heces/ en busca de quién sabe/ qué secreto”. Lo que el sujeto buscaría, entonces, es, partiendo del recuerdo, regresar a las vivencias, a las emociones que han construido al sujeto que habla. La teoría, o ética, de Wordsworth se transparenta en ello y que se mencione más adelante a Gamoneda y a Sánchez Robayna (el de El libro, tras la duna), poetas de la memoria, son nuevas marcas del proyecto al que este libro responde.

Pero tal regreso no puede ser sino el fantasma de lo vivido hecho palabra. La niñez, la madre, las amistades, etc., van ocupando su lugar y, sin embargo, no hay engaño: “La memoria/ de las significaciones/ está en lo que ha dejado/ de significar”. Con todo, “Las palabras que me llegan/ desde el vacío son/ la única eternidad” y, por tanto, la rememoración continúa su trabajo. En esta agonía se vive y estos poemas saben decirlo de manera espléndida.

Sònia es una autobiografía poética que, al igual que la memoria es fragmentaria, se ofrece como un poema único al tiempo que cada uno de los textos se sostiene por sí mismo. Y es que también el sujeto es un todo a la vez que cada una de las experiencias vividas erige su unidad en la construcción final. En cuanto autobiografía, relata la formación de un yo y cuando éste se pregunta a qué ha llegado en su aprendizaje, se responde: “He aprendido/ a desaprender hasta alcanzar/ la inteligencia de la ignorancia”. La docta ignorancia es la gran lección moral de un libro importante, intenso y que se lee con fruicción.