Saki. Cuentos completos
Saki
9 febrero, 2006 01:00Saki
Agazapado en un cráter de obús en la gran guerra, en mitad de un fuego cruzado, se dice que las últimas palabras de H. H. Munro fueron: "Apaga ese maldito cigarrillo", lo que confirmaría que hasta la muerte fue fiel a su negrísimo sentido del humor, o que odiaba el tabaco por las mismas razones que el músico Anton Webern, muerto por encender un cigarro por la noche al acabar la II guerra mundial.
En español carecemos de este tipo de relatos, donde unos asuntos triviales, cotidianos, son narrados con un tono cruel que pone en evidencia el fondo de la persona y las máscaras utilizadas para ocultarlo.
Valle-Inclán redactó por la misma época, comienzos de la centuria pasada, cuentos y esperpentos en que lo cotidiano y la cruel ironía se entrelazan, mostrando las encías de la verdad humana. La diferencia con Saki, seudónimo de Hector Hugh Munro (1870-1916), es que el inglés crítica con humor la vida social británica durante el reinado de Eduardo VII (1901-1910), pero sin meterse en problemas históricos. Valle-Inclán resulta también más literario, mientras H. H. Munro revela una tendencia hacia la corta distancia, quizás por influencia del periodismo. Su lnglaterra postvictoriana muestra síntomas de relativa decadencia. La alta burguesía aparece contenta con la vida rural, sus perros, cacerías, sus tés, y dormida en sus laureles, mientras en el trasfondo vemos despertarse un vigoroso imperio norteamericano. Tampoco falta en Saki el toque decadentista, diferente al afincado en un presente cargado de ayer valleinclaniano, y parecido al irónico de Wilde, muy siglo XX. Cada inicio de un cuento suyo resulta una delicia, y todos guardan frases memorables: "Ahora la moda es tener una disposición de ánimo católica con una conciencia agnóstica: así disfruta uno del pintoresquismo medieval de lo primero con las comodidades modernas de lo segundo" (pág. 39).
La biografía de Hector H. Munro es la propia de un inglés de su tiempo. Nació en Akyab, el golfo de Bengala, donde el padre era inspector general de la policía de Birmania, provincia entonces de la India. Su madre murió enseguida, y Munro fue enviado a estudiar en Inglaterra. La educación en colegios privados le instruyó primorosamente para el ejercicio de las letras y le inculcó el patriotismo y orgullo nacionales. Tras varios intentos de seguir los pasos de su padre en las colonias del Imperio británico, frustrados por sucesivas enfermedades, pasó a ser corresponsal de prensa en diversas capitales europeas, como Varsovia y París.
Las estancias en los Balcanes y en San Petersburgo le enseñaron la cara menos amable del mundo, como la gestación de la futura revolución proletaria. Luego, abandonó las corresponsalías y se dedicó plenamente a sus libros. Al estallar la primera guerra mundial marchó voluntario al frente francés, donde lo alcanzaría la bala de un francotirador, cerca de Beaumont-Hamel, en noviembre de 1916. Así desapareció el gran ironista británico que supo burlarse de las costumbres amaneradas de su época.
De todos sus cuentos varios pueden ser considerados clásicos del género, "Tobermory", la historia del gato enseñado a hablar por un científico. Ninguno de los dos logrará la gloria, pues la sociedad prefiere olvidar el descubrimiento antes que desvelar los pequeños secretos burgueses que un gato con libertad de entrar en lugares indiscretos pudiera revelar. "Sredni Vashtar", el preferido por Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares, narra la historia del niño que mediante un conjuro consigue que un hurón mate a su tutora, la que "ni en momentos de mayor sinceridad, se habría admitido a sí misma que Conradín le resultaba antipático, aunque quizá tuviera la vaga conciencia de que frustarlo ‘por su bien’ resultaba un deber que no le resultaba especialmente fastidioso" (página 206). "El huevo de Pascua", una insidiosa ofrenda hecha por un niño a un autarca de un principado centroeuropeo, aborda el tema del terrorismo. Hay muchos otros. Mi preferido es "La penitencia", claro antecedente del magistral relato de Horacio Quiroga, "La gallina degollada" (1917). Cuenta la muerte de un gato atigrado, presenciada por tres niños asomados en una valla, que desean vengarse del asesino matando a una niña de dos años.
La traducción es un oficio y un arte. El primero permite reproducir literalmente en castellano lo expresado en otras lenguas, y alcanza el segundo rango cuando el traductor sabe reflejar además el estilo del original. Los traductores de los Cuentos completos de Saki (Libertad Aguilera, Verónica Canales...) revelan sobradamente ambas dotes, oficio y maestría, al tiempo que nos ofrecen una obra necesaria en español.