Lúcido, divertido, amigo de sus amigos, lector apasionado, escritor incontinente y columnista poco dado a la complacencia gratuita o a ese fiasco intelectual de lo políticamente correcto, releer al Bolaño articulista es un regalo para la inteligencia. A estos textos asoma el Bolaño más entrañable, el que paseaba por su Blanes de adopción observando el comportamiento de las señoras, visitaba librerías y recibía amigos; pero también el trabajador tenaz que leía y escribía a destajo, el exiliado que extrañaba a su Chile natal pero se atrevía a verle los defectos o el viajero que cruzaba fronteras para hablar de asuntos dispares hilvanados con astucia. La viveza de estos textos nos permiten sentir a su autor como si aún viviera.