Santiago Ramón y Cajal
Inédito de Antonio Buero Vallejo
16 mayo, 2001 02:00Hace cuatro años que murió. Era una cumbre en la vida española, y las crudas realidades de hoy no han velado su recuerdo. La figura y la obra siguen vivas y ardientes en el fondo de nuestros cerebros; el nombre resuena en las trincheras y en los laboratorios. ¡Cajal! El genio moderno de la Histología; un viejo español que murió hace cuatro años para pervivir en el alma de las generaciones.
A lo largo de sus muchos años, las incomodidades del vivir fueron tallándole un gesto socarrón y cerrado. Fue ese hombre con vocación de laboratorio a quien la vida molesta de continuo, con interrupciones impertinentes. Padeció incomprensiones familiares y oficiales; conoció la pobreza y la envidia. Las dificultades en que se desarrollaba su obra científica le hicieron filósofo también. Por eso conocía los males hondos de la España vieja.
La consagración oficial -siempre tardía- le colmó de honores y títulos innumerables. El premio Nobel dio a su nombre resonancia popular en Europa. Lo pagó todo con su obra. La obra científica de Cajal es prodigiosa, profundamente revolucionaria. Al iniciar sus investigaciones, hubo de enfrentarse con las hipótesis más generalizadas. Según ellas, el tejido nervioso era una amplia e intrincada red celular, donde se hacía prácticamente imposible analizar la conducción de la corriente nerviosa.
La intuición inmensa de Cajal iluminó aquel caos. Comprendió claramente las causas que habían motivado aquella hipótesis cómoda y vaga: la impotencia científica ante el misterio de la naturaleza, la tendencia al esfuerzo menor frente a las enormes dificultades analíticas de los hechos.
¡Cuántas hipótesis científicas nacieron de este modo! Como la hipótesis de la tierra plana, como la hipótesis de la imposibilidad de la navegación aérea, tantos y tantos otros "non plus ultra" depresivos han tenido que ceder lugar al "plus ultra" de los grandes talentos.
Con un pseudo laboratorio y un deficiente microscopio, él inicia estos difíciles análisis. Sus investigaciones no hubiesen desembocado en nada nuevo sin aquella intuición genial. Ella le conduce año tras año y guía sus esfuerzos; de este modo crea la teoría neuronal. Así da el golpe de gracia a los conceptos anteriores: todo creador ha hecho lo mismo. La confusa red nerviosa supuesta científicamente se ha convertido en un conglomerado de unidades nerviosas independientes, con caracteres morfológicos específicos.
Con la ley de la polarización dinámica, Cajal completa la arquitectura firme de su teoría. Se desorbita del campo histológico y formula claramente, de una manera nueva y más concreta, algo del eterno problema inquietante del pensar y del sentir: ha descubierto y ha sometido a ley el paso de la corriente nerviosa por las neuronas.
Ante estos hallazgos formidables quedan obscurecidos otros aspectos de su labor histológica. Pero de todos es sabido que su genio llegó al fondo de muchos otros problemas y que obtuvo resultados innumerables. Su obra no es sólo genial; es inmensa.
Como el "No" de Einstein ante Newton, como el "No" de Velázquez ante Rafael, Cajal ha pronunciado neurológicamente un "No" cargado de dialéctica creadora. Científica y artísticamente, el proceso dialéctico sigue, puede llegar hasta una nueva negación parcial de Velázquez, Einstein o Cajal. Pero no puede borrar la grandeza de estas cumbres, ni obscurecer su fortaleza de conductores. Cuando las ciencias y las artes se superan a sí mismas; cuando los conceptos de los genios se mejoran, los genios siguen siéndolo.
Cajal es eso; nada menos. Un genio moderno, una de las escasas cabezas que asombrarán a la compleja ciencia del porvenir.
Por boca del presidente Negrín, el pueblo español ha afirmado que su Ejército era político: una afirmación valiente y sincera frente a los pretendidos apoliticismos militares. Nos sentiremos valientes también, en nuestro terreno, y plantearemos una pregunta, incorrecta para los creyentes en la "ciencia pura" o-mejor-en el "científico puro".
¿Estaría hoy Cajal con nosotros, o con ellos?
No es preciso contestar categóricamente. Basta con recordar la vida del Maestro. Basta con recordar las dificultades en sus trabajos, las opiniones que desarrolló en sus escritos literarios, los conceptos vertidos sobre los defectos de nuestra vida social, su liberalismo, su profundo amor a España.
No es difícil suponer de qué lado se inclinaría: si del lado de los invasores o del lado del pueblo que se abre a sí mismo los caminos de la cultura y lucha con las armas en la mano por la independencia de la Patria, por la paz de Europa, por la Humanidad. No; no es difícil suponer de qué lado se inclinaría aquel gran patriota, aquel sabio europeo, aquel gran hombre. Queremos expresar desde estas páginas nuestro fervor por el Maestro. Nos referimos específicamente a la Sanidad republicana, cuyos hombres se sienten ligados con Cajal. Hay entre nosotros -médicos, estudiantes, obreros- muchas personas que guardan dentro de sí el recuerdo del sabio. Alguno de sus últimos discípulos, muchos jóvenes histólogos cuajados merced al aliento creador de su obra, trabajan hoy en las filas de la Sanidad popular.
Que estas líneas signifiquen el homenaje de toda esa multitud diseminada por los hospitales, equipos quirúrgicos, puestos de socorro,etc., que no olvida a Ramón y Cajal en el IV aniversario de su muerte.
(Artículo y dibujo aparecido en La Voz de la Sanidad del Ejército de Levante, el 20-11-1938)