Los secretos de Pintia, la enorme ciudad vaccea de Valladolid que resurgió siete veces de sus cenizas
Las investigaciones en el yacimiento han sacado a la luz la única necrópolis de este pueblo prerromano. Más de 300 tumbas que han permitido un acercamiento a su organización social.
10 junio, 2023 01:41Los vacceos, un pueblo prerromano que habitó el área central de la cuenca del Duero entre los siglos V y I a.C., en una extensión de 45.000 kilómetros cuadrados de superficie, practicaron el rito funerario de la incineración. Cremaban los restos de los difuntos con los elementos propios de su condición social (armas, adornos, etc.), los introducían en una urna cineraria y luego los depositaban en un hoyo abierto en una necrópolis, donde como ajuar se incluían diversos recipientes cerámicos relacionados con la comida y la bebida para facilitar el viaje al más allá.
En el yacimiento de Pintia, entre los términos municipales de Padilla de Duero/Peñafiel y Pesquera de Duero (Valladolid), se conserva el único cementerio excavado de la región vaccea, el de Las Ruedas. Los arqueólogos han documentado unas 320 sepulturas con una media unos de unos 20-30 objetos y que han permitido un acercamiento a la organización social de esta etnia. Un ejemplo singular lo constituyen tres tumbas de mujeres aristocráticas, incineradas in situ, en lo que se denomina un bustum, y acompañadas de un importante despliegue de banquete funerario. Además, se les presupone una relación de parentesco por la proximidad de los nichos.
Uno de los cadáveres corresponde a una niña de unos seis años, enterrada con fíbulas de bronce, una cuenta de ámbar procedente del Báltico, un colgante pseudocircular de tres arandelas de bronce, una cajita zoomorfa, cuencos, ollas, vasos o copas. Pero el hallazgo que más ha impresionado a Carlos Sanz Mínguez, profesor titular de la Universidad de Valladolid y director del proyecto de investigación de Pintia, es un huevo de oca pintado con óxido de manganeso y dividido en tres cuadrantes. "Es como un huevo de pascua seguramente con un valor simbólico relacionado con la regeneración de la vida, y lo encontramos prácticamente íntegro después de 2.200 años", destaca el prehistoriador.
Aunque las excavaciones en la ciudad prerromana de Pintia empezaron hace más de cuatro décadas, el proyecto que dirige Carlos Sanz, uno de los seis finalistas que optan al Premio Nacional de Arqueología y Antropología de la Fundación Palarq, dotado con 80.000 euros y que se fallará el próximo jueves, se inició en 1999. Haciendo equilibrios debido a la extensión del sitio —125 hectáreas— y la escasez de recursos —el presupuesto viene sobre todo de empresas privadas, como las bodegas Vega Sicilia—, su equipo está logrando reconstruir la historia de un oppidum que cayó ante el empuje de las legiones romanas y que se ha convertido en un unicum para el estudio del mundo vacceo.
Las dos zonas más destacadas del yacimiento son el hábitat de Las Quintanas (25 ha) y la necrópolis de Las Ruedas (6 ha y 600 años de uso, hasta el siglo II d.C.), donde se ha recuperado una colección de 400 fíbulas de bronce —la segunda más importante de la Península Ibérica por detrás de Numancia— y de otros objetos para el adorno personal como prendedores para el pelo, pinzas de depilar, navajas de afeitar y broches de cinturón; o piezas relacionadas con el banquete funerario —se ha documentando el vino más viejo de la Ribera del Duero en copas del siglo IV a.C. y dos vasos cruzados al fondo de una de las tumbas, como una especie de brindis final—.
Pero al ser los vacceos una sociedad guerrera, las excavaciones en la zona funeraria han sacado a la luz numerosos elementos de metalistería bélica. "El arma es el alma del difunto y por eso las encontramos habitualmente en los ajuares", comenta Sanz, director también del Centro de Estudios Vacceos Federico Wattenberg, y cita espadas de tipo Miraveche, puñales de tipo Monte Bernorio y de filos curvos, caetrae o escudos circulares y puntas metálicas de lanza y jabalina.
En un estudio publicado el año pasado, el investigador explicaba que algunos ajuares de "guerrero" podrían corresponder a mujeres. ¿Hubo guerreras entre los vacceos? "Es un tema difícil porque necesitamos huesos para hacer estudios antropológicos, pero con las cremaciones tenemos muy pocas posibilidades de hacer determinaciones", lamenta. "En algunos casos sí tenemos armamento y la condición femenina parece bastante clara. Pero es la excepción, no podemos elevar a la categoría de general el hecho de hombres y mujeres portando armas".
La necrópolis, hace no mucho una zona de cultivo en la que las máquinas de arado destruyeron numerosas estelas funerarias que marcaban los nichos, debió acoger los restos de decenas de miles de individuos, según los cálculos de los investigadores. Pese a ser "un verdadero paraíso de furtivos" —en 1990 los detectoristas de metales realizaron 1.012 hoyos y expoliaron un rico botín a juzgar por los metales olvidados y por los que se subastaron años más tarde en Múnich (Alemania)—, se han podido identificar llamativos patrones del mundo funerario vacceo: en las tumbas infantiles se depositaron imitaciones en barro de la orfebrería de oro. "Es un elemento que habla sobre la importancia del contexto, lo entendemos como una réplica simbólica por no haber recibido como herencia las joyas en vida", explica Sanz.
Un horno único
En las visitas guiadas al yacimiento, se habla de Pintia como la ciudad que resurgió siete veces de sus cenizas. Las excavaciones actuales en el poblado de Las Quintanas han documentado una estratigrafía con la presencia de hasta siete niveles destruidos por incendios entre finales del siglo V a.C. y el cambio de era. "Estamos haciendo con la Universidad Complutense un estudio de paleomagnetismo para intentar datar todos esos momentos, no sabemos si hay una distancia de 50 o 100 años", avanza el investigador. ¿Podrá relacionarse alguno con la presencia del cartaginés Aníbal en la Meseta en el siglo III a.C.?
Lo único cierto por ahora es que el oppidum —habitado hasta la invasión árabe, cuando la línea del Duero se convirtió en espacio fronterizo— fue asediado y conquistado por los romanos seguramente en el contexto de las guerras sertorianas, a principios del siglo I a.C. Las legiones lograron abrir brecha en un complejo sistema defensivo que incluía una muralla de siete metros de anchura, berma y tres fosos consecutivos —el más grande, con unas dimensiones de 16-20 metros de largo y 4-5m de profundidad—, con campo minado de vasijas abiertas para hacer el terreno intransitable. "Hoy por hoy es el único ejemplo documentado en la Península Ibérica de modelo canónico de poliorcética mediterránea inspirado en Filón de Bizancio", sentencia Sanz.
En ese núcleo intramuros de Pintia se calcula que se erigieron en manzanas muy cerradas unas 2.000 casas, bajo las cuales se han identificado complejos sacrificios animales o la amortización bajo los suelos de genuinas reliquias. Sin embargo, la vida cotidiana de esta etnia prerromana sigue siendo bastante desconocida. El yacimiento también ha sacado a la luz el horno de cocción de cerámica más grande y mejor conservado de toda Europa. "Es una estructura impresionante —detalla el prehistoriador— donde de una sola vez se debían cocer miles de piezas. Había una gran demanda y eso nos habla de la destreza de los vacceos, su alfarería es primorosa".
A pesar de tantos años de investigación —se han realizado 32 campañas arqueológicas—, a Pintia le quedan todavía muchos secretos que revelar. "Apenas hemos rascado un poquito la superficie, media hectárea, y hemos recogido una información espectacular. Es un yacimiento enorme, y también muy necesitado de recursos", cierra Carlos Sanz. "Sin ánimo de caer en presentismos, podemos afirmar que el mundo vacceo en cierta medida creó las señas de identidad de esta parte central de la cuenca del Duero: la arquitectura de barro y madera, la cultura del vino y el banquete, la agricultura cerealista... Si miramos hacia el pasado, tenemos obligatoriamente que reconocernos en los vacceos".