En un área localizada a 120 metros de la entrada de la cueva del Aspio, en el municipio cántabro de Ruesga, los arqueólogos han documentado un excepcional conjunto de objetos que testimonian una ceremonia ritual celebrada a finales de la Edad del Hierro, entre los siglos II y I a.C. Se han descubierto una treintena de vasijas de cerámica, una hoja de puñal, unas pinzas de fuego, ocho peines y una espada de telar de madera, restos de fauna, cereales, bronces y una hoz de hierro. Pero por ningún lado han aparecido huesos humanos que desvelen que en la cavidad tuvo lugar un acontecimiento funerario.
Los investigadores que han estudiado el yacimiento, liderados por Rafael Bolado del Castillo y Miriam Cubas, consideran que el depósito responde a la celebración de una ceremonia en la que fueron ofrendados objetos representativos de las principales actividades socioeconómicas de la sociedad del momento (agricultura, actividad textil, alfarería, metalurgia del hierro y del bronce, ganadería o guerra). También valoran la existencia de un posible banquete ritual desarrollado fuera de la cavidad, dejándose en el interior únicamente una parte de los animales sacrificados. Los resultados de los trabajos acaban de publicarse en la revista Complutum.
"Aunque las características del depósito invitan a pensar, en un primer momento, que nos encontramos ante un ajuar funerario, la ausencia de restos humanos asociados obliga a explorar otras interpretaciones. La hipótesis más probable a nuestro juicio es que se trate de ofrendas relacionadas con una práctica ritual ligada a alguna divinidad ctónica de naturaleza desconocida", escriben los autores de la investigación.
Este fenómeno simbólico parece que fue habitual a finales de la Segunda Edad del Hierro en el norte peninsular. Un conjunto arqueológico similar se ha hallado en la cueva de Cofresnedo, en Matienzo, a apenas diez kilómetros de distancia. ¿Y cuál es su origen? Seguramente una época de crisis e inestabilidad, la necesidad de encomendarse a las divinidades en momentos de desastres naturales, hambrunas o conflictos bélicos. ¿Fue el grito desesperado de ayuda de una comunidad indígena ante el avance de las legiones romanas?
"Las dataciones obtenidas, así como la cronología derivada de algunas piezas, permiten datar el depósito entre los siglos II y I a.C., un momento en el que el registro arqueológico nos indica que pudo tener lugar un incremento de las prácticas rituales en cueva y que podría estar dinamizado por el clima de inestabilidad generado por la conquista del norte peninsular y las guerras cántabras, o cualquier otro conflicto de carácter más local", valoran investigadores.
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Registro material
La cueva del Aspio, situada a 315 metros de altitud sobre el valle del río Asón y considerada "uno de los yacimientos en cueva de la Edad del Hierro más relevantes del norte peninsular", es conocida desde la década de 1980, cuando se descubrieron los primeros materiales. Pero fue objeto de una intervención arqueológica sistemática hasta que se inició un proyecto dirigido por Rafael Bolado y Miriam Cubas. Las excavaciones desarrolladas entre 2013 y 2018 pretendían documentar las distintas ocupaciones y los usos de la cavidad, donde también se han identificado evidencias de actividad gráfica de cronología indeterminada.
El registro material recuperado en la llamada "Área 2" asciende a un total de 1.520 piezas. El estudio del conjunto cerámico ha desvelado que estaba formado por un máximo de 31 vasijas, algunas elaboradas a mano y otras a torno, decoradas con las técnicas de la incisión y la impresión. Entre los 21 objetos metálicos sobresalen una pinza relacionada con las hogueras y la manipulación de las ascuas, una hoz y una hoja de un puñal. Algunos autores sugieren que la presencia de armamento en este tipo de contextos tiene que ver con elementos de prestigio que reflejarían el control de la producción agrícola o la posesión de la tierra.
Las excepcionales condiciones de la cueva han posibilitado la conservación de 56 objetos de madera. Destacan ocho peines fabricados en madera de boj —uno de ellos ha sido datado con pruebas de radiocarbono entre 201-49 a.C.— que fueron obtenidos mediante los mismos procesos de trabajo (extracción, formateado y acabado) y oscilan entre los 12,5 cm y los 15,3 cm, poseyendo entre 15 y 19 púas; y una espada de telar, de 34 cm de longitud y de madera de roble. Se trata de una excepcional pieza relacionada con las swords beater o weaving swords, herramientas destinadas a golpear o apretar el hilo durante la elaboración de la trama textil.
Las excavaciones también han sacado a la luz semillas y frutos en un excelente estado de conservación, así como excrementos de animales, hojas y fibras. De los 321 restos de macrofauna se ha identificado la presencia de al menos un ejemplar de especies domésticas —bóvidos y cerdos— y salvajes —ciervo, corzo y rebeco—, además de un molusco marino. Los huesos registran alteraciones antrópicas que confirman la manipulación humana.
Todos esos objetos y materiales fueron depositados como ofrenda en la cueva del Aspio a lo largo del tiempo o en un momento concreto de la segunda mitad del siglo I a.C. Aprovechando las repisas naturales que forman los bloques pétreos desprendidos, los restos presentan las actividades principales dentro de esa sociedad prerromana, como el artesanado, la guerra, la ganadería o la guerra. Las evidencias —las pinzas de fuego o los restos de fauna quemados— sobre la realización de un banquete ritual, quizá fuera de la cavidad, convierten a este yacimiento en "una relevante fuente de información para el conocimiento de aspectos relevantes de la vida de las sociedades de aquellos momentos".