Kaipamu fue una mujer que vivió en el Antiguo Egipto de la Dinastía XXII (945-715 a.C.) y ostentaba los títulos de "cantora de Amón", un cargo sacerdotal desempeñado solo por féminas, responsables de los cánticos y de tocar instrumentos y danzar en las ceremonias en honor del dios, y de "señora de la Casa". "Pero no la que cocina, sino la dueña de sus terrenos, de su administración, la que gobernaba lo que representaba la casa", matiza Esther Pons, conservadora del Departamento de Antigüedades egipcias del Museo Arqueológico Nacional y codirector de la Misión Arqueológica de Oxirrinco.
Que Kaipamu fue un personaje destacado lo evidencia el rico sarcófago de madera estucada y policromada en el que fue enterrada: repleto de textos jeroglíficos y de escenas mágicas de vivos colores para ayudar a la difunta a alcanzar el reino divino de Osiris. Su momia todavía se encuentra dentro del cartonaje, un envoltorio de telas prensadas, yeso y elementos vegetales, que lleva sellado dese hace unos 3.000 años. "Solo un porcentaje de la población egipcia llegó a momificarse, era un ritual muy caro", recuerda Pons.
Este ataúd antropomorfo, así como el de Shepenun, también del Tercer Periodo Intermedio (1069-525 a.C.) y decorado con textos jeroglíficos y representaciones de diversos dioses como Nut, Isis, Neftis, Horus o Thot, ambos procedentes del Museo Arqueológico de Zagreb, son dos de las piezas más espectaculares de la exposición Hijas del Nilo, organizada por el Grupo EULEN y comisariada por Esther Pons y el egiptólogo Nacho Ares.
La muestra, que se podrá ver en el madrileño Palacio de las Alhajas hasta el próximo 31 de diciembre, indaga en el papel de la mujer en la compleja sociedad egipcia, mucho más empoderada —tuvo identidad propia, lo que le permitía adquirir posesiones, heredar o divorciarse— que sus homólogas de otras civilizaciones antiguas como Grecia o Roma, donde ni siquiera tenían nombre. El montaje reúne cerca de 300 piezas pertenecientes a más de una treintena de museos y colecciones privadas tanto nacionales como europeas —participan 27 países en total—, muchas de ellas nunca vistas hasta ahora en España.
Quizá el único pero de Hijas del Nilo, dividida en cuatro grandes áreas expositivas que reconstruyen la vida de las mujeres en el periodo faraónico, las principales figuras de la realeza como las gobernantes Nitiqret, Sobekneferu, Tausret y Hatshepsut, su papel en el intrincado mundo de las creencias y el universo funerario, es no haber logrado la cesión de algún objeto expuesto en los centros egipcios. La justificación ha sido la pandemia del coronavirus y los preparativos para la apertura a finales de año del Gran Museo Egipcio.
No obstante, son numerosas las curiosidades que esconde la exposición, desde dos vestidos realizados ad hoc por el diseñador Lorenzo Caprile hasta una serie de calcos del Papiro erótico, descubierto en el interior de una vasija en el Valle de los Reyes de Luxor y que contiene escenas pornográficas que describen en tono satírico, y humorístico la vida sexual de los egipcios. La muestra también cuenta con una reproducción a tamaño real de la tumba de Sennedjem (TT 1) en Deir el-Medina, excavada por el cónsul español en El Cairo, Eduard Toda i Güell a finales del siglo XIX; y ofrece la posibilidad de sumergirse virtualmente en la cámara funeraria de la reina Nefertari, esposa de Ramsés II.
Otras piezas originales que ha descatado Nacho Ares durante la presentación son el grupo escultórico de la Dinastía XVIII de Nepeh-Ka y su mujer Wahit, que sujeta el brazo derecho de su marido como señal de amor y respeto; un relieve del mismo periodo con figuras femeninas en procesión que llevan ofrendas —aves, una gacela, un ternero, fruta o ramos de flores de loto— en favor del difunto; una cuchara para cosméticos ricamente decorada o dos figuras de la diosa Isis sentada de rodillas con el brazo derecho levantado dentro del rostro en actitud de duelo, como signo de silencio y respeto por la muerte de un esposo o hermano.
Pons también ha subrayado la singularidad de dos magníficos brazaletes, formados por canutillos, cuentas circulares, un doble cierre y pequeñas placas superpuestas con la forma de la diosa hipopótamo Tueris, protectora de la familia, las mujeres y el hogar, que pertenecieron a una reina de la Dinastía XVIII, la de Tutankamón. Al faraón niño se le hace un guiño —el 4 de noviembre se cumple un siglo del hallazgo de su tumba— con la reconstrucción del despacho de Howard Carter y la exhibición de varios facsímiles de sus dibujos. Cleopatra, la figura femenina más icónica del Antiguo Egipto, aparece representada a través de un lienzo conservado en el Museo del Prado. Hay, además, muchos ushebtis, vasos canopos, joyas, estelas funerarias y la momia de una niña
"La exposición pretende ser un pilar para el conocimiento de la historia de la mujer en el Antiguo Egipto, con sus luces y sus sombras", aseguran los comisarios. En paralelo al montaje expositivo se ha editado un catálogo que cuenta con las firmas de varios de los más prestigiosos egiptólogos nacionales, introducidos por un largo texto del carismático Zahi Hawass. El exministro de Antigüedades analiza el papel de las féminas en la sociedad, en la construcción de las pirámides o en las conspiraciones, y aprovecha para colar las últimas novedades de su proyecto sobre la búsqueda de la momia de Nefertiti. Porque a la civilización de los faraones todavía le faltan muchos secretos por sacar a la luz.