Un Calderón modernizado: Declan Donnellan marca su 'flow' en 'La vida es sueño'
El prestigioso director inglés, famoso por imprimir un tono contemporáneo a Shakespeare, se atreve con esta cumbre del Siglo de Oro en la Compañía Nacional de Teatro Clásico
15 diciembre, 2022 01:48A Declan Donnellan (Mánchester, 1953) le da alergia entrar en detalles sobre sus espectáculos. “Si se quiere aniquilar la obra de un artista, lo más eficaz que se puede hacer no es ignorarla sino poner al artista delante de un micrófono y obligarle a hablar de ella”. Así se lo espeta a El Cultural para dejar claro que no está demasiado cómodo ante preguntas que intentan averiguar las claves de su nuevo montaje, nada menos que La vida es sueño de Calderón de la Barca. Lo estrenó en Sevilla, en el Teatro Lope de Vega, un acontecimiento escénico que combinó a uno de los registas internacionales más cotizados y un hito primordial de nuestro Siglo de Oro. Tras su paso posterior por Valladolid, Valencia, Girona y Avilés, ahora llega al Teatro de la Comedia de Madrid (estará hasta el 26 de febrero).
Donnellan, a pesar de ser algo cortante de entrada, deja algunas puertas entreabiertas por las que filtra dosis de información sobre este llamativo proyecto, que puede decirse que tiene su origen en los años 90. Fue en esa década cuando conoció a Lluís Homar, actual director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, en la asociación que impulsó el ínclito Giorgio Strehler, la Unión de Teatros de Europa.
En ella, entre otras grandes salas del Viejo Continente, estaba representado el Lliure de Barcelona, que a la sazón capitaneaba el propio Homar. Donnellan, a título personal, también era uno de los integrantes de ese selecto club que se reunía en las sedes de los miembros: Dramaten de Estocolmo, Piccolo de Milán… Strehler, entonces, se ponía muy vehemente y muy profesoril mientras Donnellan y Homar, como dos estudiantes díscolos, se mofaban un poco de su intensa actitud, compartiendo sonrisas disimuladas que cimentarían un sólida amistad.
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Cuando Homar fue elegido como máximo responsable de la CNTC, ya en la rueda de prensa en la que se presentó, pronunció el nombre de Donnellan. Como si fuera un as en la manga para su legislatura. Argumentó que no solo bastaba con airear el patrimonio áureo español más allá de nuestras fronteras sino que también era necesario atraer figuras foráneas influyentes para que trabajaran aquí con nuestra valiosa materia prima. Aquel propósito ha cristalizado esta temporada con la presencia del fundador de la compañía Cheek by Jowl, que, claro, no se ha conformado con un título cualquiera. Cuando Homar le empezó a tantear, Donnellan expresó su deseó de jugársela con La vida es sueño. Órdago a la grande.
Así, este tótem de la escena europea desciende a la caverna platónica en la que se desarrolla la trama calderoniana, que arranca con un príncipe (Segismundo, encarnado por Alfredo Noval) encadenado en una montaña y una joven disfrazada (Rosaura, interpretada por Rebeca Matellán) en busca de vendetta. De fondo, un choque múltiple de placas tectónicas: la predestinación, el libre albedrío, la Contrarreforma, el ascetismo, lo telúrico, el pecado, su expiación, la realidad, la ensoñación… Y ahí, en medio de es maremágnum, Donnellan confiesa sus límites. “Mi intención es entenderlo todo pero sé que ese empeño está abocado al fracaso. Y tampoco tiene sentido. El cosmos tampoco se puede entender al completo”, dice.
Contra los todólogos
“Todos esos temas –añade– son muy interesantes pero lo que más me interesa es la profunda humanidad que sostiene la obra. Y lo que me hace amar a Calderón definitivamente es que en ningún momento da la impresión de creerse superior a nadie, dando respuestas a todo”. O sea, como si fuera un todólogo catódico . “Calderón no es tan estúpido para creerse capaz de clausurar todas las dudas”.
Dice Donnellan –conocido sobre todo por haber insuflado modernidad a Shakespeare sin restarle un ápice de hondura– que este rasgo de nuestro autor lo emparenta con el célebre bardo de Stratford-upon-Avon. “Ninguno de los dos se dirige al público como seres omniscientes. Más bien, hacen lo contrario. Son personas que, como todas, sienten el peso de la soledad y necesitan compartir sus sensaciones, la ansiedad, la fragilidad, la alegría… Es así como se sentían menos solos. Por esto son grandes escritores, porque como todos nosotros sufrían algo tan humano como el miedo a la muerte, que nos acompaña desde que nacemos, al igual que el temor al fracaso. La vida es sueño, Hamlet y todas las obras verdaderamente clásicas se fundan en esto último”, apunta Donnellan, que –importante es advertirlo– no debuta en nuestro Siglo de Oro, ya que en 1989 armó una versión de Fuenteovejuna nada menos que en el National Theatre de Londres. Un precedente que le sirve de referencia para esta nueva cala en el patrimonio teatral ibérico.
El director británico, acompañado por su inseparable escenógrafo Nick Ormerod, está haciendo un peregrinaje por toda España -también viajarán a Londres- envuelto en los metafísicos versos de Calderón, que encandilan sus tímpanos. “Me encanta su sonido, tanto como los de Racine o Pushkin”, apunta, evidenciando su querencia tanto por Rusia como por Francia, donde, con su troupe de Cheek by Jowl, ha trabajado en diversas ocasiones. “Pero a mí lo que más me interesa del lenguaje es lo que viene antes de él, aunque los Evangelios digan aquello de que en el principio fue el verbo. Yo busco en el estadio anterior a la palabra pronunciada, donde se encuentra un determinado sentido de la música, del ritmo, de la naturaleza…”.
Con su elenco, en el que también encontramos a un habitual en toda alianza escénica hispanobritánica, Ernesto Arias (Basilio), ha insistido mucho en ese terreno. “Son todos actores magníficos, estoy encantado con ellos porque han conseguido fijar un flujo [flow] de energía que nos conecta a todos los implicados. Ese tipo de magnetismo es mi obsesión cuando ensayo. Diría que yo, más que dirigir actores, lo que hago es dirigir ese flujo enigmático”.