Peter Brook, una de las figuras más influyentes del teatro del siglo XX, falleció ayer en París a los 97 años, según informa el diario Le Monde. El director inglés residía en la capital gala, desde 1974, donde fundó el teatro Bouffes du Nord, que dirigió hasta 2010. Está considerado un maestro y un renovador del teatro, no solo por sus innumerables y originales producciones teatrales, también por sus ideas escénicas que alumbró a finales de los años sesenta de la pasada centuria en El espacio vacío, hoy ya un clásico para cualquier estudioso y texto capital en la historia de las artes escénicas.
Brook tanteó el cine en sus inicios (tiene una versión de El señor de las moscas) pero prefirió el teatro, donde se inició en el Londres de la posguerra, con producciones de teatro y ópera, tanto del Weste End como en los teatros públicos de la Royal Opera House. Antes se graduó en Arte en el Magdalen College de Oxford y realizó sus primeros montajes —La máquina infernal (1945) de Jean Cocteau, King John (1945) de Shakespeare y Vicious circle (1946) de Jean Paul Sartre— con apenas veinte años.
Entre 1947 y 1950 asumió la dirección de la Royal Opera House de Covent Garden (Londres), donde destacó su producción de la ópera de Strauss Salomé con el vestuario diseñado por Salvador Dalí.
Célebres fueron algunas de las propuesta escénicas de Shakespeare, por su frescura y libertad, cuando dirigió la Royal Shakespeare Company, teatro que abandonó en 1970 ante la prohibición de trabajar con actores internacionales y después de haber presentado las obras de Shakespeare con un enfoque nuevo e ingenioso. A esta época pertenecen su Rey Lear, con Paul Scofield, Tito Andrónico con Laurence Olivier, o La Tempestad.
Poco después viajó a Afganistán, una travesía reveladora, que le llevó a investigar en el teatro como espacio sagrado. Visitó Persépolis, donde años después representó Orghast. Pero en el clima agitado de los años sesenta se interesa también por los renovadores (Artaud, Grotowsky, Kantor…), con algunos experimentos de teatro político.
[Breve lección de teatro con Peter Brook]
En los setenta se trasladó a Francia, para fundar el Centro Internacional de Creación Teatral. Es el periodo en que se centra en descubrir textos épicos de otras culturas no europeas. Viaja a África, a Oriente Próximo, a la India. De aquí surgirá Mahabharata, que les llevó más de diez años de preparación y supuso su consagración definitiva. Luego fundaría el teatro Bouffes du Nord, junto con Barrault, donde su empeño por trabajar con elencos internacionales fue uno de los rasgos de su trabajo.
La afición española ha podido disfrutar de sus espectáculos desde los años setenta, cuando presentó en Madrid, en el María Guerrero, L’os, y poco después su célebre Mahabahrata. Desde entonces su presencia ha sido constante, invitado en Madrid casi siempre por el Festival de Otoño. De su repertorio destaca, además de las citadas, la ópera La tragedia de Carmen, El traje, piezas de Becket y Chéjov, y en 2019 pudimos ver Why?, donde sintetizaba su ideario teatral rindiendo también un homenaje a Mayerjold.
[Peter Brook, el hechicero del espacio vacío]
La trayectoria de Brook ha estado plagada de galardones como los Premios Tony, donde se proclamó ganador en dos ocasiones como mejor director, un premio Laurence Olivier o el reciente Premio Princesa de Asturias de las Artes en 2019, por abrir "nuevos horizontes a la dramaturgia contemporánea, contribuyendo de manera decisiva al intercambio de conocimientos entre culturas tan distintas como las de Europa, África y Asia".
En la rueda de prensa de Oviedo se mostraba optimista con respecto al futuro. Con un deslumbrante sentido del humor, aseguró que seguiría trabajando mientras que su obra conmoviera al menos a un espectador. “Mientras me siga sintiendo útil, seguiré haciendo teatro”, dijo al tiempo que reivindicaba la solidaridad en el oficio. “Es terrible en el teatro ser dominado por los egos”, sentenció.
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Cuando fue preguntado por asuntos formales de su obra, decidió mostrarse modesto y despojarse del menor atributo de trascendencia. Sobre el concepto de “espacio vacío” que él mismo proyectó —“liberación de la parafernalia decorativa” que recargaba demasiado el ambiente—, se limitó a reforzar la condición de quien trabaja “con todos los medios que tengo a mi disposición”, alegando que no le gustaba el término “creador” que siempre le ha perseguido.
En cuanto a las formas de teatro que concibe en su universo, se refirió a un concepto “sagrado” porque “procede de una fuente divina que ha perdido el contacto con la tierra” y un “teatro duro o áspero que sí mantiene esa relación”. La confluencia entre ambos es la que a Brook le interesa: “el teatro inmediato, el del eterno ahora”.
[Peter Brook, Premio Princesa de Asturias de las Artes]
Brook ha trabajado en escenarios de toda Europa y en países como India, Sudáfrica e Irán, entre otros. De sus obras, que abarcan casi todos los estilos teatrales, destacan, además de las citadas, títulos como Medida por medida (1950) o La visita (1958), además de The Screens (1964), Marat-Sade (1964), Timón de Atenas (1974), Ubu Rey (1977), El jardín de los cerezos (1981) o La conferencia de los pájaros (1976).
Además de su labor en cine y ópera, es autor de varios libros de crítica teatral traducidos a varios idiomas, entre los que destacan The Empty Space (1968), convertido en un texto fundamental sobre teatro moderno y publicado en más de quince idiomas; The Shifting Point: Forty Years of Theatrical Exploration, 1946-1987 (1987); Evoking (and Forgetting) Shakespeare (2002); There are no secrets (1993); The Open Door: Thoughts on Acting and Theatre (1993), y With Grotowski (2009). En 1998 publicó un libro de memorias titulado Threads of Time (en español Hilos de Tiempo, 2000).
También ha dirigido varias películas como El señor de las moscas (1963), Marat/Sade (1967), El rey Lear (1971), Meetings with Remarkable Men (1979), Swann in Love (1984) y The Mahabharata (1989), entre otras.
Caballero de la Legión de Honor de Francia y Comandante de la Orden del Imperio Británico, Peter Brook es doctor honoris causa por varias universidades y miembro honorario de la Academia Americana de Artes y Ciencias, entre otras. Además de los numerosos reconocimientos de sus obras, ha recibido galardones como el Premio Europa de Teatro (1989), el Nonino (Italia, 1991), el Kioto de Artes Creativas y Ciencias Morales (Japón, 1991), el Gran Premio de la Escena de la Villa de París (Francia, 1995), el Praemium Imperiale (Japón, 1997), el Dan David (Israel, 2005), el Ibsen Internacional (Noruega, 2008) y el Molière de Honor (Francia, 2011).
Brook tenía dos hijos (Simon e Irina Brook) de su matrimonio con la actriz Nastasha Parry, de la que estaba separado. En los últimos años estaba unido profesional y sentimentalmente a la directora de escena Maria Helène Estiènne.