La propuesta de Andrea Jiménez y Noemi Rodríguez, autoras y directoras de Blast, era sencilla y a la vez muy compleja. Convocaban a un casting a jóvenes menores de 26 años, pertenecientes pues a la Generación Z, en el que los candidatos debían resumir en un minuto su idea para cambiar el mundo.
Del millar que se postuló, la criba dejó a siete performers que protagonizan en el Teatro María Guerrero un montaje de difícil definición. Un mitin, un manifiesto, una fiesta, una misa... Son posibles etiquetas aplicables al cóctel explosivo ('blast' significa explosión) elaborado por las integrantes de la compañía Teatro en Vilo.
“Los actores han sido abandonados por las directoras, no tienen guion, y aun así deciden dar la cara, salir a escena e intentar, en directo, hacer algo sobre el escenario que tenga el impacto suficiente como para generar un cambio”, explica a El Cultural Jiménez. Reconocen las hacedoras de este experimento que su punto de partida es ingenuo.
“Cualquier idea para cambiar el mundo es siempre demasiado idealista, demasiado naif, demasiado superficial, demasiado abstracta, demasiado radical o demasiado poco radical”, señala Jiménez. Pero...: “Es en el encuentro de los intentos, en la valentía de nombrar lo insuficiente, donde hemos encontrado la luz para abrir un camino a la esperanza y a la acción”.
Esperanza le hace falta, mucha, a esta hornada de chavales con unas perspectivas y un presente poco halagüeño. En España, con uno de los índices de paro más altos de Europa, su situación es particularmente demoledora. Teatro en Vilo ya ofreció una visión generacional hace cuatro años. Generación Why retrataba a los millenials, nacidos en los 80.
“Es difícil comparar qué generación ha sufrido más, porque cada una lleva lo suyo. Pero sí es verdad que la Z ha llegado a un mundo que ya estaba en crisis. No han vivido los gloriosos 90 y no les ha dado tiempo a creerse el cuento del progreso infinito. Son muy conscientes del contexto de crisis en el que les toca desarrollarse como adultos y tienen mucha más conciencia de la fragilidad del sistema socioeconómico en el que vivimos”, apunta Jiménez.
Pluralidad identitaria
Generación Why la interpretaban cuatro mujeres blancas de clase media –como Jiménez y Rodríguez– que enunciaban sus fracasos personales y profesionales. Un exorcismo frente a la mala conciencia de haber decepcionado a sus padres y la asunción de que iban a vivir peor que ellos.
Blast ofrece un coro más plural. “Hablan jóvenes cis, trans, no binaries, blancos, racializados, de distintas orientaciones sexuales y contextos socioeconómicos”, explica Jiménez.
“La mirada es personal pero está atravesada de manera mucho más consciente por la política y la identidad. Y creo que no es casualidad: estamos ante una generación ultraconectada y ultrainformada, y por lo tanto mucho más flexible, heterogénea, y consciente de su propia diversidad”.
Una diversidad acogida en una gran caja blanca diseñada por Alessio Meloni. En su interior, se mostrará el colapso del universo vital de estos jóvenes como paso necesariamente previo –quién sabe– para un cambio real más allá de las tablas.