'Antonio y Cleopatra', entre el 'amour fou' y el cálculo político
El montaje estrella en los festivales de teatro es 'Antonio y Cleopatra', de Shakespeare, armado por el director José Carlos Plaza, el escritor Vicente Molina Foix y los actores Ana Belén y Lluís Homar
8 junio, 2021 02:10En 1979, Peter Brook, ya bastante mosqueado con la conversión del West End londinense en trepidante cadena de montaje, decidió marcharse a Francia para seguir cocinando el teatro con el mimo y los tempos a su juicio indispensables. La obra con la que se despidió del hábitat en el que había forjado su leyenda fue Antonio y Cleopatra, con Glenda Jackson encarnando a la reina egipcia. Por la capital británica andaba en esa época Vicente Molina Foix (Elche, 1946). Había ido para aprender bien inglés y ampliar su formación (terminaría graduándose en Historia del Arte por la Universidad de Londres). Asiduo a las salas de teatro, no se perdió aquel acontecimiento, un parteaguas en la trayectoria profesional del autor de ese catecismo escénico titulado El espacio vacío. “Me pareció muy significativa esa elección para un momento tan importante. No fue casual. Para mí, aunque no es tan conocida, es una de las mejores obras de Shakespeare”, señala a El Cultural el escritor, que acaba de publicar Las hermanas Gourmet (Anagrama).
Abstracción antivírica
Más de cuatro décadas después, Molina Foix recibió el encargo por parte de la Compañía Nacional de Teatro Clásico de traducirla. Con ese trabajo estuvo enfrascado en los meses más duros de la pandemia, un esfuerzo que le permitió abstraerse en parte del cataclismo vírico. El texto resultante es la base sobre la que se está armando la producción estrella de los festivales de teatro de este verano. En una interesante sinergia, Almagro y Mérida la exhibirán en sus escenarios. Primero abrirá la cita manchega, el 1 de julio, en el Teatro Adolfo Marsillach, y una semana después se instalará en el monumental Teatro Romano de la ciudad extremeña. José Carlos Plaza, que ya montó las traducciones shakespeareanas de Hamlet y El mercader de Venecia de Molina Foix, es el encargado de pilotar este tour de force que requiere adaptarse en apenas unos días a dos espacios de características muy dispares. “Habrá cambios en la concepción y la escenografía. Hay que tener en cuenta que la historia se desarrolla en varios lugares del mundo, Siria, Atenas… pero sobre todo Egipto y Roma, y esta última ya está en las columnas de Mérida, no hace falta recrearla”, explica Plaza, encantado, por otra parte, de tener bajo sus órdenes de nuevo a su actriz fetiche: Ana Belén. Será, claro, Cleopatra. Junto a ella, en la piel de Marco Antonio, Lluís Homar, actual director artístico de la CNTC.
Forman una pareja inédita sobre las tablas. Ambos deben evocar el amour fou que unió/incendió a la voluptuosa descendiente del linaje tolomeico y el triunviro romano. Una relación que estuvo marcada por el arrebato instintivo pero, también, por el cálculo político. Sobre todo de Cleopatra. “Ella siempre estaba pensando cómo engrandecer Egipto, para que no fuera una mera colonia. Era un objetivo que estaba también presente en sus affaires previos con Julio César, del que tuvo un hijo, y con Pompeyo”, apunta Molina Foix. Pero, a diferencia de esos dos precedentes de amoríos con figuras poderosas de la Roma republicana, con Marco Antonio los sentimientos alcanzaron un nivel de trascendencia mucho mayor. No en vano, cuando la bella monarca se entera de la muerte de su amante decide poner fin a su vida en una escena grabada a fuego en el inconsciente colectivo: la de las serpientes inoculándole su veneno mortal. Mediante el suicidio busca reencontrarse con Marco Antonio, en un acto de presunta pureza que remite a Romeo y Julieta o Tristán e Isolda: el ideal del amor eterno rompiendo los corsés del tiempo y del espacio.
“Plutarco atacó a Marco Antonio por sus ‘vicios’ pero Shakespeare ennoblece sus cualidades humanas”. Plaza
Pero en una obra de Shakespeare, ya sabemos, los personajes no son nunca de una pieza. “El orgullo está también detrás de ese gesto postrero: sabe que sin Marco Antonio, y con la guerra perdida, tendrá que sufrir la humillación de Roma”, apunta Molina Foix, que la temporada próxima verá en el Real el estreno de la ópera El abrecartas, compuesta por Luis de Pablo a partir de su novela homónima. El temor a esa a afrenta se lo revela a Carmia, dama de su séquito: “Serás mostrada en Roma, igual que yo, como una muñeca egipcia, y soeces mecánicos, con mandiles grasientos, regla y martillo, nos levantarán, para que se nos vea. Envueltas en la nube de su aliento espeso, rancio del mal comer, estaremos forzadas a bebernos su vaho”. Y por ahí, por ese trance vejatorio, no está dispuesta a pasar.
El dramaturgo inglés intentó edificar su ‘narración’ sobre cimientos historiográficos sólidos. Básicamente, bebe de la biografía dedicada por Plutarco a Marco Antonio en sus Vidas paralelas. Hay fragmentos que están recogidos en la tragedia casi de forma literal. Plaza, sin embargo, percibe una diferencia notable en el trato al personaje: “Plutarco hace un relato ejemplarizante, atacando a Marco Antonio por su ‘vicios’, mientras que Shakespeare lo ennoblece por sus cualidades humanas. Va a la contra, no en términos históricos, sino ideológicos”, asegura Plaza. Lo cierto es que Antonio acaba devorado por la pasión. Pierde el pie de la realidad, despeñándose hacia los abismos de la locura. Plaza, sin embargo, le absuelve también: “No hay banalidad en su epicureísmo. El suyo es un hedonismo profundo, no el de un botellón”.
La crisis de la pareja
Por su parte, Molina Foix recuerda que la impresión más duradera que le dejó la versión de Peter Brook fue la presentación de la historia como la de una relación de pareja que hace agua: se pasan el día tirándose los trastos a la cabeza pero, a la postre, ambos no pueden pasar el uno sin el otro. Era una visión actualizada que interpelaba a una sociedad en la que el divorcio estaba legalizándose progresivamente por toda Europa. La crisis de la pareja no ha perdido vigencia y de ese hilo sigue tirando Molina Foix. Una modernidad que también está en el propio texto. “Es muy llamativo cómo lo construye Shakespeare, con todos esos flashbacks y flashforwards. Y fragmentado en muchas escenas. Parece un guion de cine”, opina Plaza. Se trata, por cierto, del cuarto más largo de la enjundiosa y prolija dramaturgia del autor de Hamlet, precisamente la pieza con más ‘metraje’ de todas las suyas.
Molina Foix es muy respetuoso siempre con la literalidad original. “Más con Shakespeare”, apostilla. Pero esta vez sí ha tenido que recortar al menos una decena de personajes (mensajeros y soldados prescindibles). La treintena inicial se ha quedado en veintena con actores doblando algunos papeles. Su lucha (“a brazo partido”) ha consistido en mantener en nuestra lengua el nivel del bardo en la suya. Llevándole la contraria a su admirado Brook, que cree que Shakespeare no se puede hacer en verso en otro idioma, Molina Foix intenta mantenerlo resistiéndose a prosificarlo. Eso sí, siguiendo un ‘truco’ de notables predecesores suyos en esta tarea. “Yo les oí decir a Carlos Barral y Jaime Gil de Biedma que ellos el trasvase lo hacían a un ‘verso castellano irregular’, recuerda. Por eso, para mantener la música primigenia, no se encorseta en un solo molde, sino que va alternando octosílabos, endecasílabos, alejandrinos… Según cuadre para adaptarse a la concisión expresiva inglesa.
“Cleopatra es un papel de culminación para Ana Belén, le cae de maravilla. Ambas seducen con belleza e inteligencia”. Molina Foix
Para enunciarla en escena cuenta con su vieja amiga Ana Belén, a la que dedicó una emocionante laudatio el año pasado en la ceremonia de entrega del Premio Corral de Comedias de Almagro a la actriz y cantante madrileña en el Palacio de los Oviedo. La definía entonces como un animal escénico. “Su dicción del verso es de las mejores que yo he oído jamás. Creo que Cleopatra es un papel de culminación para ella, que le cae de maravilla. Es una mujer que seduce por su belleza, su sensualidad y también por su inteligencia, igual que Ana. El humor es muy importante en esta obra, y ella tiene una comicidad en la vida real que sabe muy bien cómo llevarla a las tablas. Y, bueno, no sigo porque caigo en el sentimentalismo”. La primera vez que Ana Belén se ocupó de una traducción suya fue, interpretando a la desdichada Ofelia, en el histórico Hamlet de cuatro horas que protagonizó José Luis Gómez y dirigió, precisamente, José Carlos Plaza. Actriz, director y escritor también han armado juntos versiones de El mercader de Venecia, Electra y Medea. Digamos que es un equipo muy bien avenido al que ahora se suma Lluís Homar, acogido por los tres con múltiples parabienes.
Magia y reflejos
“La química entre ellos en los ensayos se puede decir que es perfecta”, afirma Plaza, que asimismo dispone en el elenco de pesos pesados en el repertorio clásico como Ernesto Arias y Fernando Sansegundo. Plaza, por cierto, ya hizo en Mérida Antonio y Cleopatra, con Magüi Mira y Chema Muñoz. Conoce pues a fondo la obra. Pero este nuevo acercamiento no tiene nada que ver con aquel. “He cambiado todo radicalmente”, señala con contundencia. “Es una puesta en escena muy sorprendente, que apela a la imaginación del espectador, con reflejos que van sugiriendo espacios y mucha magia. No intento hacer nada modernísimo pero tampoco quería grandes decorados realistas. Es una síntesis profunda que intenta adecuarse a la obra de Shakespeare”. Postulados que, a buen seguro, bendeciría el sumo sacerdote Brook.