'El salto de Darwin', evolución vs guerra
Natalia Menéndez escenifica la obra de Sergio Blanco en las Naves del Español después de años de preparativos con una aspiración: mostrar que la verdadera evolución humana pasa por el altruismo.
10 diciembre, 2020 09:07El tándem Natalia Menéndez-Sergio Blanco se consolida sumando un segundo hito conjunto, El salto de Darwin. Ya se emparejaron para montar Tebas Land, que se presentó en el Teatro Kamikaze en 2017. En la primera escena de esta pieza, precisamente, se menciona El salto de Darwin. La alusión despertó la curiosidad de la actual directora del Teatro Español. “Estando en Uruguay le pregunté a Roxana Blanco, hermana de Sergio, si conocía la obra y ella fue quien me la pasó. En cuanto la leí pensé en montarla. Son varios años armando el proyecto, por fin verá la luz”, explica Menéndez a El Cultural.
Será en la Sala Max Aub de las Naves del Español, a partir del próximo jueves, 10. “El salto de Darwin –describe la directora madrileña– es una tragicomedia que busca la autotransformación. Con Tebas Land Sergio Blanco arrancó su búsqueda en el estilo de la autoficción. Les une lo metateatral, unos personajes extraordinariamente sugerentes, el misterio, la sorpresa, el juego, la búsqueda de la esperanza y la fe desde el dolor…”. Un trauma enciende la trama: la Guerra de las Malvinas, donde el orgullo de Argentina sufrió un duro revés. La familia de un soldado caído en la batalla de Puerto Darwin (de ahí una de las razones del título) recorre en coche todo el país, de norte a sur, para depositar sus cenizas en un glaciar. “Necesitan arrojarlas allí, porque de alguna manera la muerte nos deja helados, como si a fin de cuentas siempre se tratase de algo inmenso, árido e inhóspito”, apunta Blanco.
El salto de Darwin podría etiquetarse como una road play. Los personajes, tanto tiempo embutidos en las reducidas dimensiones de un Ford Falcon, disponen de una gran oportunidad para conversar y repasar sus vidas. Son 3.000 kilómetros de ruta. La desgracia también les ofrece una oportunidad de evolucionar –de saltar– moralmente, dejando atrás la guerra y la violencia, estadios más primitivos de la condición humana. En esto radica el meollo ideológico del texto. De ahí la apelación a Darwin, al naturalista, que es el otro motivo por el que Blanco lo tituló así. El científico inglés hizo escala también en las Malvinas a mediados del siglo XIX. Cuenta Blanco que sus observaciones en la isla, marcadas por la reciente lectura del volumen Principles of Geology de Lyell, “le condujeron a la idea de la evolución y la transmutación de las especies”. La vida del biólogo y la muerte del soldado anónimo convergen así en esa microscópica geografía atlántica
Menéndez moldea esta jugosa coincidencia con una puesta en escena que describe como “lúdica, performática, simbólica, feroz… Ambientada en los años 80 tanto en la música, como en ciertos momentos de la creación de vídeo, vestuario, atrezo y escenografía”. Es además una propuesta optimista, porque confía en nuestra especie, basándose en las conclusiones darwinianas. “Según las cuales –señala Blanco–, el ser humano paró la antigua ley selectiva, la del triunfo de los más aptos y la eliminación de los más débiles, para establecer un sistema de conductas solidarias de entreayuda y protección que constituyen el corazón de la civilización. Esta lectura de la naturaleza humana me resulta fascinante”.