“El libro es un ejercicio periodístico, la serie un producto de entretenimiento y la obra teatral un acercamiento más costumbrista, satírico y tradicional a una realidad que lleva acompañando a Galicia durante décadas”. Así distingue Nacho Carretero la nueva forma adoptada por Fariña, su largo reportaje sobre el narcotráfico gallego, que, tras dar el salto a la teleficción, ahora se ha convertido en un montaje escénico que se estrena este jueves en la Naves del Español. “Representar Fariña en un escenario es una vuelta a algo tan sano y necesario como hacer escarnio, comedia y show de un problema grave”, añade.
La idea de subirlo a las tablas surgió de Xosé Touriñán, que en la serie encarnaba a Paquito Charlín, hijo del patrón de una de las sagas más violentas que controlaron el tráfico de droga en la rías de Galicia durante los años 80. Él es un hombre de teatro y tentó a Carretero, que rápidamente recogió el guante, coproduciendo el proyecto. La dramaturgia ha corrido a cargo de José L. Prieto, que armó un libreto que impresionó al autor primigenio. “Interiorizó el libro y lo tradujo a teatro con una maestría que nos impresionó a todos. Supo captar la esencia de la problemática del narco y convertirla en escenas, en humor, en música. Toda la obra desprende una acidez y una socarronería impecables. Yo me he limitado ayudarle”, continúa Carretero, que tuvo que sortear una orden de secuestro judicial contra su libro por la denuncia de una exalcalde que no salía bien parado en sus páginas. Aquello levantó una polvareda mediática tremenda y permitió seguramente que su trabajo ganara muchos lectores.
La puesta en escena la firma Tito Asorey, que se ha encomendado a las tesis de Peter Weiss sobre el teatro documento para confeccionarla, amén de las reglas clásicas del distanciamiento acuñadas por Bertolt Brecht. “Estas últimas –explica Asorey a El Cultural- nos han servido para tratar de analizar el fenómeno desde una multitud de puntos de vista sin centrarnos en los conflictos dramáticos individuales y sin caer en el melodrama”. Ahí estriba, de hecho, otra notable diferencia respecto al producto televisivo, del que han huido deliberadamente. “La serie colocaba el foco en las figuras de los narcotraficantes, en los conflictos personales. Nuestra pretensión, en cambio, era contar esta historia de un modo en que sólo se puede contar en un teatro, utilizando mecanismos propios del medio y poniendo el foco en lo global, tratando el tema desde una perspectiva poliédrica. Si hay un protagonista, es la propia Galicia”.
Pasaje y paisanaje, en su conjunto, afloran en el primer plano. Vemos fiestas, verbenas populares… Mucha música, incluida un canción compuesta ex profeso por Novedades Carminha, ¿Qué mal vai ter?, que suena en uno de los momentos culminantes de la obra. Se suma el punk, el folclore gallego y más pop. Todo combinado con proyecciones de vídeo, del propio directo escénico y de grabaciones de archivo que refuerzan la vertiente documental. Eso sin renunciar al esperpento, que, en una historia así, parecía de rigor traerlo a colación. Apunta Asorey que Valle era de Vilanova de Aurosa, uno de los epicentros del narcotráfico. “Utilizamos la imagen de Valle de los espejos deformantes para tratar de acercarnos a una realidad que muchas veces, vista desde la distancia, nos puede sonar esperpéntica, y ante la cual siempre se nos viene a la cabeza la frase ‘pero ¿cómo pudo suceder esto así?”, señala Asorey.
Partiendo de ese cuestionamiento, el montaje busca hacer partícipe al espectador. Mostrarle un capítulo de nuestra historia que le puede parece ajeno pero en el que, sin embargo, acaso tenga más incidencia de la que se cree en sus derivaciones y prolongaciones contemporánea. Que Carretero insiste en denunciar igualmente, porque los narcos, asegura, siguen operando en su tierra con igual o mayor poderío, sólo que más discretamente que antaño. “El público no asistirá a una representación sino que será envuelta por ella”, advierte Carretero. “Muchas veces –completa Asorey- las acciones que se llevaban a cabo eran pequeñas partes de una gran cadena que desembocó en una tragedia absoluta. Parecía que no había ‘maldad’ en ellas. ¿Qué mal puede haber en descargar una lancha o una furgoneta?, ¿en guardar un fardo en tu garaje durante unos días? Cada uno de nosotros busca justificar sus acciones a su manera, y eso es algo que ya Hannah Arendt estudió en profundidad en su ensayo sobre la banalidad del mal”. Así que no se rompe la cuarta pared durante la función porque ya está rota desde el primer minuto.
De ese modo, sus artífices proyectan todas las emociones que les desencadena el envenenamiento de la sociedad gallega. Ya son varias generaciones las que se han visto diezmadas por culpa del hachís, la heroína, la cocaína... y el ingente negocio de su comercialización ilegal. Carretero las resume en una descarnada confesión final: “Siento enfado por la pasividad y connivencia de parte del poder político, empresarial y policial durante demasiados años. Mucha pena por las consecuencias. También orgullo por cómo reaccionó parte de la sociedad gallega. Preocupación porque hay mucha gente que cree que esto es cosa del pasado. Y nada más lejos”.