El Festival de Almada, el acontecimiento escénico más relevante de Portugal, presume de tener como seña de identidad la diversidad. Es un concepto que tiene grabado en su ADN desde sus orígenes, cuando el inquieto y determinado director Joaquim Benite lo puso en marcha hace 36 años. Su lema era ofrecer un “bocadinho de tudo”. Su sucesor en el cargo y actual director del festival, Rodrigo Francisco, recuerda que la expresión la tomó de una vendedora de embutido en un mercado. Benite se la apropió y la puso en el frontispicio de la muestra teatral que tiene su epicentro en el municipio de Almada, aunque su actividad también se despliega por los teatros más señeros de Lisboa, que está justo enfrente, en la otra orilla del estuario del Tajo.
El teatro se combina con el resto de disciplinas artísticas y lo defienden y reivindican desde las más grandes figuras internacionales a jóvenes locales que empiezan a despuntar y prometen una estimulante renovación del género. En el primer apartado, Almada ha sido una escala habitual para los tótems de la escena europea: Peter Brook, Luc Bondy, Mathias Langhoff, Laura Betti, Luis Miguel Cintra, Patrice Chéreau, Cristoph Marthaler, Pippo Delbono, Romeo Castellucci… A esa insigne nómina este año hay que añadir a un estadounidense, Bob Wilson, legendario regista y esteta concienzudo. Llega con el espectáculo Mary Said What She Said, protagonizado nada menos que por Isabelle Huppert. Refleja las últimas horas de vida de María Estuardo, reina de Escocia, que fue ejecutada por su prima Isabel I. Esta inmersión psíquica en su mente es obra del dramaturgo Darryl Pinckney (Indiana, 1953), autor también de High Cotton y Black Deutscheland. “Wilson no trabajaba en Portugal desde 2003”, señala Francisco para calibrar la importancia de su visita. “Hay por tanto toda una generación de estudiantes y de profesionales de teatro que nunca tuvo la oportunidad de asistir a un montaje suyo durante su periodo de formación, por no hablar del público. Traerlo es una responsabilidad pública que debemos cumplir”.
También es una responsabilidad darle cancha a las nuevas generaciones de creadores escénicos portugueses. Cada edición, incorporan a su cartelera unos cuantos. Este año, de hecho, se abre con A boda, texto de Brecht que concita a un grupo de actores formados por uno de los más prestigiosos directores del país luso, Luis Miguel Cintra. Francisco destaca a su vez otro trabajo en torno a Brecht, Terror y miseria en el Tercer Reich, que será escenificado por Antonio Pires, director del Teatro do Bairro. Y para acabar con el capítulo nacional, apunta el nombre del autor y actor Guilherme Gomes, que presenta que boa ideia virmos para as montanhas, con un elenco de intérpretes formado en la Escola de Teatro de Cascais. Una escuela, por cierto, comandada por Carlos Avillez, que será homenajeado por su infatigable labor pedagógica en las tablas lusas desde los años 50 del siglo pasado.
A España siempre le reserva una presencia protagónica en Almada. Este año no será una excepción en este aspecto. La localidad portuguesa recibirá la visita de uno de nuestros hombres de teatro más iconoclastas e inclasificables. Hablamos de Rafael Álvarez ‘El Brujo’, que ofrecerá Esquilo, nacimiento y muerte de la tragedia, un sugerente descenso a las raíces del teatro occidental. “Rafael Álvarez es una figura ligada a la historia del festival. Sus representaciones de los años 90 dejaron huella en nuestra memoria. De hecho, su Lazarillo de Tormes fue elegido como mejor espectáculo por el público. Es una gran alegría reencontrarnos con él”, afirma Francisco.
Por otro lado, Almada ha puesto en manos de dos compañías españolas el teatro callejero. “En ese terreno, sois los mejores del mundo. La solidez de vuestra tradición es inigualable. Uno de los recuerdos más antiguos que guardo del festival es el espectáculo Toreros, majas y otras zarandajas, de Margen”, señala Francisco. Este mes de julio ha decidido traer dos compañías que todavía no han pasado por Almada: la valenciana Xarxa Teatre con Fahrenheit Ara Pacis, que reivindica la pirotecnia como alternativa a la guerra, y la catalana Vero Cendoya Dance Co. con La partida, un espectáculo inspirado en la película de Paolo Zucca L’arbitro y fragmentos de textos de Eduardo Galeano.
Otro plato fuerte será el regreso del belga Jan Lauwers, que ya el verano pasado inoculó un buen rollo general con La habitación de Isabella, clásico de la Needcompany que se viene representando de 2004. Ahora estrena en Almada Guerra y trementina, donde vuelve a hacer un ejercicio de memoria conectado con los horrores de la Primera Guerra Mundial. Más horror y locura ofrecerá la versión de Si esto es un hombre de Primo Levi que ha preparado Rogério de Carvalho junto a la Compañía de Teatro de Almada. Será la primera vez que se escenifique en Portugal este testimonio sobre el Holocausto, aprovechando la efeméride del centenario del nacimiento del autor italiano. “Él escribió este libro para las generaciones futuras, para preservar la memoria y para que así no se repitiera semejante barbarie. Llevarlo al teatro puede contribuir a esa intención original de Levi: alertar conciencias”.
Pero Francisco no se engaña. El teatro por sí sólo no puede parar la ola de nacionalismo populista y reaccionario que asola Europa. Recuerda que Joaquim Benite fundó en los 80 el Festival de Almada con algunos ideales del de Aviñón en mente. Sobre todo el hecho de que el festival galo naciera tras la Segunda Guerra Mundial con el deseo de cicatrizar heridas y propiciar el encuentro de los países que se enfrentaron salvajemente. Siguiendo ese planteamiento, en Almada combaten en la medida de sus posibilidades el auge de viejas sombras sin olvidar que, como sentencia su director artístico, “la acción teatral no dispensa a la política. Lo demuestra que durante la República de Weimar los teatros estaban llenos. El nacionalismo populista y reaccionario debe ser repelido, creo, en la escuela, en casa, y, si fuera necesario, en las calles y las plazas”.