Estefanía de los Santos e Inma Cuevas son Guada y Trini en La valentía
Tras el éxito de La ternura, que regresa a La Abadía el 7 de junio, Alfredo Sanzol, último Premio Valle-Inclán de Teatro, exprime sus recuerdos con La valentía, un trabajo en el que vuelve a poner, con dosis de comedia, buena parte de su memoria en el asador. Desde el 17 en el Pavón Kamikaze.
Con estas palabras se enfrenta Alfredo Sanzol a su nueva apuesta escénica, que estrena el próximo jueves en el Teatro Pavón Kamikaze con la colaboración de Fernando Sánchez Cabezudo y con las interpretaciones de Jesús Barranco, Francesco Carril, Inma Cuevas, Estefanía de los Santos, Font García y Natalia Huarte. Con ellos nos meteremos en la historia de dos hermanas que han heredado la casa en la que pasaban los veranos de su infancia y junto a la que acaban de construir una autopista. Una de ellas, Guada (De los Santos) quiere quedársela pero la otra hermana, Trini (Cuevas) propone deshacerse de ella. Como ésta no encuentra la manera de convencerla decide contratar a los Hermanos Spectro (Barranco y García), administradores de una empresa de "meter-sustos-a-la-gente para-que-se-vaya-de-los-sitios". Simultáneamente, llega al lugar otra pareja de hermanos algo extraña (Huarte y Carril) que han alquilado una de las habitaciones para pasar todo el fin de semana...
"La valentía surge de mi necesidad de hacer un homenaje a la casa en la que pasaba los veranos cuando era pequeño -explica Sanzol a El Cultural-. Era un lugar precioso pero en los ochenta construyeron una autopista a muy pocos metros. Con ocho años no me suponía un problema pero cuando iba creciendo el ruido resultaba insoportable y eso creó una relación paradójica entre el amor que tenía por la casa y la imposibilidad física de estar allí". El conflicto que plantea Sanzol queda reflejado en el diálogo de sus personajes. Las dos hermanas aman aquel lugar pero ambas afrontan la situación de manera opuesta. Muy pocas familias han esquivado esta eterna discusión, rozando siempre el bíblico cainismo. Guada lo deja muy claro: "Yo de esta casa no me voy a deshacer en la vida. Es la de nuestra familia. Tú a esta casa le debes mucho. Tú no has sido más feliz en tu vida que pasando los veranos en esta casa, así que cuando dices alegremente que te quieres deshacer de ella piensa bien lo que dices porque lo dices sin pensar".
La respuesta no es menos esperada, ni menos conocida por la mayor parte de las personas que hayan discutido con sus parientes por una herencia: "Yo a esta casa le tengo tanto amor como tú. Pero esta casa está a cinco metros de una autopista. Aquí no se puede vivir, no se puede ni estar. Esto es inaguantable. Lo que tenemos que hacer antes de que esta casa comience a caerse es venderla, para que hagan un corral o un garaje o lo que les venga en gana".
Sánchez Cabezudo -ex Kubik- firma una escenografía "viva" con una edificación en la que las paredes se mueven para que el espacio pueda modificarse. "Quería que la casa fuese un personaje más de la función", explica Sanzol, que vuelve a dotar a una de sus creaciones de su fuerza personal, una inercia en la que la comedia y la contundente carga emocional se mezclan para crear una historia que vuelve a ir más allá de la hora y treinta minutos que dura el montaje. "Es una función con mucho gag pero capaz de llevarnos en todo momento al fondo de los conflictos personales de los personajes".
Otra de las protagonistas, Martina (Natalia Huarte), se dirige a la atormentada Trini: "Estás ansiosa por entrar en esta casa. Tus abuelos ya están aquí. La puerta está abierta. Entras. ¿Sientes el olor del portal? Tu abuela baja las escaleras. Corres para abrazarla. ¿Sientes el olor de su ropa? ¿Oyes el sonido de su risa? Entras con ella en la cocina..." El paso del tiempo, la memoria, la melancolía y sus asideros sentimentales. Todo ello y mucho más está presente en La valentía de Sanzol, un guiño al presente y al pasado, a la Arcadia de lo que fue y no volverá: "La vida es tiempo. En ese tiempo cada uno graba su vida. Si uno quiere, puede hacerse consciente de la fealdad o de la belleza", añade.
Creatividad consciente
Sanzol se ha convertido ya en una de las apuestas seguras de nuestra escena. Todo cuanto ha tocado se ha convertido en un éxito. Desde En la luna, Delicadas y Aventura -que realizó junto a T de Teatre- a sus versiones de La importancia de llamarse Ernesto y Esperando a Godot, pasando por La calma mágica, Edipo Rey -con Teatro de la Ciudad- y las aclamadas La respiración -que le hizo merecedor del Premio Nacional de Literatura Dramática de 2017- y La ternura, que volverá a partir del 7 de junio a La Abadía precedida de un gran éxito."Cuando trabajo pongo toda mi creatividad consciente para liberar la fuerza creativa inconsciente -explica Sanzol sobre el impacto de su obra-. Puedo controlar una parte de mi trabajo pero no todo. Mejor dicho, podría controlarlo al cien por cien pero no resultaría igual de estimulante. Lo que no controlo es vital en el resultado. Por eso me parece tan complicado saber por qué mis obras llegan con tanta fuerza".
@ecolote