Carlos Aladro y Natalia Menéndez en el Círculo de Bellas Artes. Foto: A.O
En sus manos están dos de los principales festivales veraniegos de teatro clásico. Natalia Menéndez lleva ochos años al frente de Almagro. Carlos Aladro acaba de tomar las riendas de Clásicos en Alcalá. Antes de arrancar ambas citas reivindican la vigencia (y rentabilidad) de este legado dramático. Además, recorremos la programación de Mérida, Cáceres, Olite, Olmedo...
Ambos, reunidos por El Cultural en el Círculo de Bellas Artes, están a punto de empezar a exhibir sus programaciones. A Aladro le ha tocado rematar la de Clásicos en Alcalá a la carrera ya que fue nombrado en enero, poco después de asumir la dirección del Festival de Otoño. "Vivo una bonita esquizofrenia entre lo clásico y lo contemporáneo", bromea. "En realidad mi proyecto será una continuación del trabajo que ya desarrollé en el Corral de Comedias de Alcalá durante casi siete años. Mi enfoque es muy amplio. No se concentra exclusivamente en el barroco". Su idea es documentar también sus raíces (el prebarroco) y sus ramificaciones (la segunda mitad del XVIII y el XIX). "Todo con una mirada del siglo XXI, porque si volvemos a los clásicos es precisamente para hablar de los problemas de hoy".
Y cita como ejemplo más nítido de esa filosofía el Hamlet de Boris Nikitin, que parte del texto shakesperiano para articular una performance sobre sus propios conflictos éticos, identitarios (hablamos de un director suizo-francés-ucraniano), políticos, sexuales... "Me golpeó en la cara cuando lo vi en vídeo. Es una puesta al día del dilema de Hamlet, de su inadaptación, con un cuarteto barroco de fondo". La mirada de Aladro, queda claro, es radicalmente contemporánea. Más ecléctica es la de Almagro. "Nuestro festival es famoso por su pluralidad", apunta Menéndez, que lleva ocho años al frente de la cita manchega. "Oscilamos desde lo más canónico a lo más experimental, que tiene sus secciones específicas, como After Classics y Almagro Off". Aunque en el Corral de Comedias también se cuelan montajes peculiares, como La Calderona. The Remix, en el que la compañía Yllana narra en clave hiphopera la historia de María Calderón, afamada actriz del siglo XVII y amante de Felipe IV. "Lo del hip hop en realidad no es un riesgo. Podemos dejarlo en aventura, porque es un lenguaje con una métrica musical que se adapta muy bien al octosílabo español. Un riesgo es el Romeo y Julieta + Nacahue del mexicano Juan Carrillo, que combina el español y el cora, una lengua indígena", dice Menéndez.
Estas propuestas traen a colación una pregunta: ¿hasta dónde se puede actualizar un clásico sin desvirtuarlo? ¿Hay alguna frontera? "Yo creo que no las debe haber", responde Menéndez. "Digamos que hay tres maneras de acercarse a este repertorio: a través de una recreación museística, de una adaptación o de una versión. Todo es lícito. Es una cuestión de pálpito y esencia. Las que tuvo el autor original no pueden desaparecer, independientemente de la opción elegida". Aladro parece un poco escamado por este debate. "Lo veo obsoleto. Ya es hora de superarlo. De fondo hay un problema de comunicación con el espectador. Si pones Hamlet en la puerta del teatro y lo que ve luego la gente se aleja mucho de sus expectativas, ya tienes la polémica montada. Por eso hay que poner las cartas boca arriba desde el principio, explicar el nivel de riesgo al que estás invitando a los potenciales espectadores. Esa es nuestra responsabilidad como programadores, que nos movemos entre el público y los creadores. Pero la obra de arte ha de ser libre por principio. Además, hoy no es asumible que tengamos que hacer un espectáculo tal cual se hizo en su época".
Lo que no es asumible tampoco para Menéndez es la escasez de recursos con los que debe armar cada verano el cartel almagreño. Su presupuesto se ha visto sometido a constantes recortes. "Yo este año hago el festival con un millón menos que el director anterior en su última temporada. De casi 2,6 millones hemos pasado a 1,5", explica. Tal carestía le ha llevado a amenazar con marcharse si no recibía más fondos. Es probable, de hecho, que esta sea su última edición, detalle que se niega a aclarar antes de que termine el festival. Para atraer apoyos de entidades privadas (y para alcanzar mayor autonomía respecto a la administración) ha convertido el festival en una fundación, un modelo que anhelan tantas instituciones escénicas esclerotizadas por la burocracia. Entre sus méritos también está el de haber enjugado su deuda histórica. "De cada euro que se invierte hoy en Almagro se generan 5 de beneficios", advierte a políticos todavía dudosos de su rentabilidad económica. Amén, claro, de la humanística, que Aladro se lanza a subrayar: "Conocer este legado nos ayuda a afrontar la complejidad del mundo de hoy. Si no enseñamos a nuestros hijos quienes fueron Garcilaso, Lope, Ortega…, ¿qué les vamos a enseñar? ¿Quién es Ronaldo? Pues con todos mis respetos, no es lo mismo".
@albertoojeda77