Más allá de la polémica provocada por el desequilibrio en el apoyo institucional al 400 aniversario de la muerte de Cervantes y Shakespeare, las obras de ambos tomarán nuestras tablas. En los próximos días, Rinconete y Cortadillo, El cerco de Numancia, Cuento de Invierno y Hamlet podrán verse de la mano de Alberto Conejero, Juan Carlos Pérez de la Fuente, Declan Donnellan y Miguel del Arco, respectivamente. Picaresca, dignidad, locura y existencialismo se funden en los textos de dos autores que conservan intacta su vigencia.
Rinconete y Cortadillo. Foto: Daniel Pérez
Rinconete y Cortadillo
Alberto Conejero / Salva Bolta. Teatros del Canal. 17 febrero.Los 400 años de la muerte de Cervantes se conmemorarán en nuestros escenarios con montajes como éste de la compañía Sexpeare (formada por Rulo Pardo y Santiago Molero), que utilizará las mañas de Pedro del Rincón y Diego Cortado para celebrar sus 20 años de existencia. Para la ocasión han contado con el director Salva Bolta (quien puso encima de la mesa el título de los dos pícaros) y con el dramaturgo Alberto Conejero (que aún disfruta de las mieles de La piedra oscura). Ambos han levantado un proyecto libre, "como libre era la voz de Cervantes", donde, reconoce Conejero a El Cultural, "cada uno ha aportado su propia dosis de poética y donde late, entre humor y ternura, el corazón amargo de esa España de pícaros y de hambre". Esta novela ejemplar de 1612 contiene un muestrario de los males endémicos de nuestro país. Para Conejero, nos encontramos ante "una radiografía, brillante y dolorosa, del esqueleto contracturado de España". De ahí su actualidad. Hay consenso en las enormes posibilidades escénicas de Rinconete y Cortadillo. Conejero considera incluso que bordea el entremés en algunos de sus recursos y pasajes. "Queríamos explorar esa teatralidad -afirma-, descubrir cuánto de nosotros -de esta España de tahúres, rufianes y farsantes- hay en la España de Cervantes y de qué pasmosa manera nos apela directamente y nos cuestiona como sociedad. Porque esa manga de ladrones, en medio de de cofrades oscuros, nos devuelve una imagen demasiado cercana".
Formalmente, la novela exhibe una gran libertad. Convierte a los supuestos protagonistas en los espectadores asombrados de otra trama y desemboca en un final abierto. "Es una promesa de un relato que nunca llega -reflexiona Conejero-, que Cervantes deposita quizá en todos nosotros". La frase de la novela Y les sucedieron cosas que piden más luenga escritura fue el punto de partida. Conejero la tomó como una invitación, como una puerta abierta para adentrarse en el mundo que nos propone Cervantes. ¿Qué fue de Rinconete y Cortadillo después de las aventuras narradas en la novela? Así es como el dramaturgo desencadena el juego entre la ficción y la realidad, la persona y el personaje. "Contar la novela desde el punto de vista de aquellos que quisieran que esa historia fuese de otro modo e incluso sobrevivir al relato". De esta manera es como el montaje se conecta con Beckett. Hay referencias continuas a Esperando a Godot al explicitar una constelación en la que la condición humana parece estar constreñida por una narración derrumbada. Para Conejero, "no se trata de una adaptación, pues ahí está la novela del escritor alcalaíno para quien quiera descubrirla, sino de una mirada, desde el respeto y el asombro, al imaginario cervantino".
La riqueza colorista de su prosa, la estilización de su tono realista, su sátira, la descripción minuciosa de ambientes y en especial su estructura, son los aspectos que, a juicio Salva Bolta, hacen de Rinconete y Cortadillo una obra que parece concebida para su puesta en escena. "Este bodegón pictórico narrado en pasajes, en escenas dispuestas en la mesa como en un juego de azar -explica el director-, es una obra maestra en el arte de ejercer la crítica social, política y religiosa". Para Bolta, todo el caudal literario, dramático, cómico, e incluso musical, patente en la novela pide a gritos ser convertido en material escénico.
Al rotundo genio desarrollado por Cervantes, a su capacidad para traspasar épocas y escrutar los misteriosos laberintos de la naturaleza humana, se añade con este montaje el universo ácido, inteligente, perverso y endiabladamente bizarro de Sexpeare, cuyos miembros podrían ser una encarnación de los disparatados protagonistas de la novela. "Con todo este equipaje -concluye Bolta-, con esta ‘compañía y buena gente', como dice irónicamente el narrador de la novela, el resultado puede convertirse en un torbellino escénico canallesco y desenfadado".
Cuento de invierno. Foto: Johan Perssons
Cuento de invierno
Declan Donnellan. Teatro María Guerrero. 10 febrero.En los últimos años, Declan Donnellan se ha ‘personado' en el Centro Dramático Nacional al frente de compañías francesas y rusas, con las que ha hecho Medida por medida y Ubu Rey. Había ya ganas de ver un montaje suyo en su lengua natal. Por fin se presenta la ocasión, especialmente gustosa porque el autor elegido, Shakespeare, es uno de los que mejor la han explotado y enriquecido. El director inglés, junto a su inseparable escenógrafo Nick Omerod, vuelve sobre su Cuento de invierno. "Una de mis obras favoritas", confiesa a El Cultural. Ya hizo una versión en 1997 para un festival de San Petersburgo pero dice que ésta tiene muy poco que ver con aquel precedente: "Cada trabajo que hacemos se diferencia de los anteriores porque tenemos como regla llegar al primer ensayo sin ideas preconcebidas. Además, siempre se nos cuela el ruido de la calle, lo que está ocurriendo en el presente".
Su versión vendrá a Madrid muy poco rodada, tras el estreno en París con su compañía Cheek by Jowl. Es una de las primeras escalas de su gira, cortesía con un CDN implicado en la producción. Cuento de invierno está datada en 1611. Es la penúltima pieza del legado dramatúrgico de Shakespeare, cerrado por La tempestad en 1612. La escribió al término de sus tragedias, en las que se abismó en las tinieblas del alma humana. Quizá necesitaba algo de luz y de ahí el final feliz de ambas obras. "Creo que en esta última etapa Shakespeare nos quiere decir que la vida no es únicamente un trágico devenir. Comprende que la redención también es una posibilidad". Un epílogo optimista que no ‘reblandece' su corpus teatral: "Hay muchos autores que pueden ofrecer una visión luminosa, vital y esperanzada pero pocos, muy pocos, que puedan hacerlo sin caer en la sensiblería. Sus happy endings son ambivalentes. En el fondo, lo que busca es que aceptemos nuestra ignorancia y que reflexionemos sobre las limitaciones que nos causa".
Shakespeare tomó la trama de la novela pastoril Pandosto o el triunfo del tiempo, de Robert Greene (1588). No la modificó apenas, algo raro en él. La historia se centra en la locura de Leontes, rey de Sicilia, que sospecha que su virtuosa mujer, Hermiones, le engaña con su gran amigo Políxines, rey de Bohemia. Esa desconfianza conduce a la destrucción de su familia. Shakespeare volvía al laberinto de los celos de nuevo, aunque se apartó en su tratamiento de Otello. Donellan aclara el contraste: "En la paranoia de Leontes no hay un Iago al que podamos culpar. Martiriza a sus seres queridos por su propia iniciativa, lo que quizá le haga menos merecedor del perdón que Otello, envenenado por las maquinaciones de su confidente".
Donnellan, de todas formas, se esfuerza por entender a Leontes. En el teatro de Shakespeare todo personaje tiene unas razones que explican su conducta. Y Leontes no es una excepción. "Su paranoia la origina el miedo al abandono. Es sintomático que se desencadene cuando su gran amigo está a punto de partir. Todos sentimos ese miedo pero si no lo domas puedes perder la cabeza". La maestría del bardo inglés estriba en dar consistencia y credibilidad psíquica a cada criatura que aflora en sus páginas. "Fue capaz de ponerse en la piel de todas. Representa uno de los ejemplos más logrados de empatía en un autor. Shakespeare desparecía literalmente dentro de sus personajes. Se vaciaba de sí mismo al escribir".
Donnellan siente que la mirada de Shakespeare sobrevuela sus ensayos. "Me toma del brazo y me guía, no desde una posición elevada sino como un observador y un compañero más, pleno de curiosidad". Un privilegio que, dice, está al alcance de cualquiera, siempre y cuando se vaya a su encuentro "con el amor de un contemporáneo suyo y no con la fría admiración y respeto que se procura a un monumento".
Foto: Sergio Parra
El cerco de Numancia
Pérez de la Fuente / Luis Alberto de Cuenca. Teatro Español. 13 abril.Pérez de la Fuente tendrá que sobreponerse a las convulsiones del Teatro Español para levantar El cerco de Numancia. La producción de esta tragedia de Cervantes es el hito estelar del homenaje que dedicará esta temporada al autor de El Quijote. En noviembre ya vimos algunas aventuras de su ingenioso hidalgo escenificadas en las calles en torno al teatro. Secuencias que fueron adaptadas por Alberto Conejero a partir del texto original.
Pero el director madrileño quería trascender al Cervantes consabido. Por eso se fijó en La Numancia, pieza de 1585 en la que narra la resistencia de los arévacos frente a las legiones de Escipión, al que no dieron el gusto de hacer prisioneros con los que pavonearse en Roma. Lo impidieron con un suicidio colectivo que, según la recreación de Cervantes, fue ideado por las mujeres numantinas. "El protagonismo de los personajes femeninos es una modernidad suya que ya estaba en obras anteriores pero que aquí subrayó", explica a El Cultural Luis Alberto de Cuenca, firmante de una original versión: ha recortado pasajes y ha añadido versos de nuevo cuño. "Siguiendo siempre la versificación cervantina e intentando meterme en la piel del autor. La idea es modernizar su mensaje universal para que llegue al público de hoy", advierte el poeta.
Para Luis Alberto de Cuenca, este título "inauguró el lenguaje del teatro trágico en español". Una afirmación que suscribe Pérez de la Fuente: "Lope de Vega fue el creador de un nuevo arte de hacer comedia y Cervantes, por su parte, de hacer tragedias". Fue también, añade, un vanguardista "al arrebatar a los dioses su poder omnímodo sobre los hombres. Ya no orquestan sus vidas. En La Numancia estos escogen su destino, su libre albedrío se concreta en acciones que modifican el curso de los acontecimientos. Toda una revolución".
Muy concienciado con el drama migratorio, Pérez de la Fuente conecta su adaptación con el peregrinaje forzoso de seres humanos ateridos y famélicos. Y desliza un reproche a los que alzan muros que les niegan una nueva oportunidad. Esta lectura actualizada no chirría con la literalidad cervantina, flexible y ambigua, tanto que admite dispares interpretaciones. Lo evidencia las visiones previas de dos tótems de la escena. Por un lado, Rafael Alberti la subió a las tablas del Teatro de la Zarzuela durante la guerra civil (Madrid como Numancia: ‘No pasarán'). Por otro, José Tamayo la montó en el Festival de Mérida en plena dictadura (años 40). En abril veremos la suya, armada gracias a una alianza con el Complejo Teatral de Buenos Aires. Pérez de la Fuente, muy atento a la escena hispanoamericana, ha reclutado un elenco mixto. "Eso sí, me he cuidado mucho de no dividirlos por bandos. Españoles y argentinos están mezclados tanto en las filas romanas como en las numantinas. No quiero dar pie malentendidos", aclara entre risas.
Hamlet. Foto: Joan Rodón
Hamlet
Miguel del Arco. Teatro de la Comedia. 18 febrero.Coproducción de la CNTC y Kamikaze para subir al escenario la monumental obra de Shakespeare, cuyas palabras resonarán en el Teatro de la Comedia hasta el 20 de marzo en plena conmemoración ya de los 400 años de su muerte. La institución que dirige Helena Pimenta no abordaba a un autor extranjero en producción propia desde El misántropo de Marsillach. Ha sido tan amplia e intensa la programación de autores españoles durante su gestión que puede permitirse celebrar al bardo inglés sin mayor cargo de conciencia.
Vuelven a trabajar juntos el director Miguel del Arco e Israel Elejalde (que se adentra en territorios poco explorados del personaje) para armar mano a mano una versión muy física que obliga a los actores (Ángela Cremonte, Cristóbal Suárez, José Luis Martínez, Daniel Freire, Jorge Kent y Ana Wagener) a estar prácticamente todo el tiempo sobre el escenario. Del Arco ha querido incidir en el espacio mental que vive dentro del texto, en la vertiginosa línea que existe entre el sueño y la vigilia, entre la vida y la muerte, entre la noche y el día: "Son conceptos que se contradicen al mismo tiempo que se complementan", explica el VII Premio Valle-Inclán de Teatro a El Cultural. "Hamlet es un ser completo en lo incompleto. Lo es todo para no ser nada. No quería un espacio realista, ni siquiera una línea narrativa realista. He querido mostrar pensamientos que afloran pisándose unos a otros".
Así es como Del Arco ha construido una puesta en escena en la que predomina la sensación de irrealidad. El director de Antígona intentará transmitir en este Hamlet algo parecido a la sensación que se tiene ante la muerte de un ser querido: "Ser capaz de observar con la mayor perplejidad la velocidad a la que sigue girando el mundo que lo rodea al mismo tiempo que cree poder escuchar el silencioso mecanismo que lo mueve". La naturaleza de Hamlet parece impregnar todo el trabajo de esta nueva entrega del recientmente reestrenado Teatro de la Comedia, que reúne en un mismo soliloquio, según Del Arco, "la tristeza del huérfano, el terror de la muerte, el vértigo del suicida, el humorista desatado y la pulsión del asesino".
Todo, envuelto en un existencialismo capaz de resumir las preocupaciones de todo ser humano: "Su tristeza y su melancolía son las de cualquiera. Es más que probable que Shakespeare leyera a Montaigne. Es la superconciencia de lo individual. Los demás no existen sino como peldaños para conseguir nuestras metas o paredes contra las que estrellar nuestras miserias. Montaigne decía que la muerte no es el objetivo de la vida sino su extremo y si nos asusta nos resultará imposible dar un paso sin fiebre". En mayor o menor medida, filosofa Del Arco, "todos somos Hamlet porque todos, mientras estemos en este mundo, nos debatimos entre el ser y el no ser".
@ecolote / @albertoojeda77