Albert Boadella durante un ensayo en el Teatro del Canal. Foto: Jaime Villanueva
Boadella se estrena el 25 de julio en el Teatro-Auditorio de San Lorenzo de El Escorial con su primera ópera, Don Carlo, de Verdi. Con un elenco capitaneado por José Bros, el director ha contrarrestado el relato maniqueo antiespañol de la obra manteniendo intacto el libreto. Hablamos de su novedoso método de trabajo en el género lírico, de su gestión al frente de los Teatros del Canal y de los incesantes vaivenes políticos del país.
El arte es otra de las grandes aficiones de Boadella (está casado con la pintora Dolors Caminal), y piensa que también lo era para Felipe II. El monarca atesoró estas y otras extraordinarias telas, un hecho que el director interpreta como signo de su refinamiento y buen gusto: "Felipe II era un monarca renacentista en el sentido exacto, un admirador de Tiziano y de otros pintores a los que compraba personalmente obra y, sin embargo, ha sido presentado como un meapilas por la leyenda negra". Propaganda antiespañola que el Don Carlo de Verdi continuó alimentando ya entrado el siglo XIX, al presentar al rey español como un hombre de cruel conducta, que asesinó a su hijo Carlos y a su tercera esposa, Isabel de Valois. Boadella no ha podido resistir la tentación de modificar el maniqueo relato histórico de la obra, pero recurriendo a un audaz método. De esta manera, su puesta en escena está diseñada para "ir en contra del autor".
-¿En qué han consistido las "ciertas aproximaciones a la verdad histórica" que ha introducido. ¿Ha modificado el libreto?
-En absoluto. En una ópera hay una parte musical y está el libreto, íntimamente unido a ella, y luego hay una parte visual que puede contradecir aspectos argumentales. Yo no he tocado el libreto y no digamos ya la música. Lo que sí he hecho ha sido actuar en la partitura visual, decidir cómo introduzco a los protagonistas y cúales son sus acciones. Don Carlo, y parece que son mayoría los historiadores que coinciden en ello, era un loco, un desequilibrado. Si yo lo presento como tal, automáticamente sus acciones empiezan a ser más sólidas, a entenderse mejor. Quiere esto decir que un espectador que no haya visto nunca Don Carlo le parecerá que es la ópera de toda la vida, ya que suena exactamente igual. Pero a los que conozcan la obra, quizá les sorprenda la manera de presentar a los personajes, ya que la tendencia de mis colegas, y no sólo de ellos, ha sido y es quemar a Felipe II en la parrilla.
-Don Carlo se inspira en el relato antiespañol promovido por los protestantes, por los ingleses, que se alimenta también de la Conquista… o sea, los autores de la leyenda negra.
-Sí, que también fue promovida por muchos españoles, la propaganda también vino de dentro. Don Carlo fue una antiembajada española más, aunque como ópera no fue hasta 1950 cuando tomó relevancia y los teatros comenzaron a programarla.
-Hoy ese relato de una España bárbara, codiciosa, vulgar… ¿cree que sigue vigente?
-Está vigente en algunos lugares, ese relato es una de las bases del nacionalismo catalán, por ejemplo.
-¿Y se podría establecer un paralelismo entre el antiespañolismo durante el imperio de Felipe II y el antiamericanismo de nuestros días?
-Sería fácil, desde luego, pero no podríamos comparar a Obama con Felipe II, ni de lejos… El imperio español tenía territorios por todo el mundo que le pertenecían, Estados Unidos no. Y, además, Obama no defiende una ideología espiritual como el monarca español. Felipe II era católico, creía en Dios; y era un príncipe del Renacimiento, que compraba pintura, disponía de una biblioteca increíble, era un amante de la Botánica… En cualquier caso, es muy complicado hacer paralelismos con nuestros días y más todavía en una ópera. No quiero hacer modernidades ni excentricidades. Las trasposiciones pueden hacerse quizá con las tragedias griegas, pues los personajes son arquetipos, pero aquí desmembraría el espíritu de la obra.
-¿Qué cree que a Verdi le atrajo de esta historia?
-La presenta como una gran tragedia familiar. Él estuvo en El Escorial, y no le gustó el monasterio, le pareció tenebroso, seguramente le hubiera gustado pintarlo de color siena, como están muchos edificios en Italia. Supongo que tendría conocimiento de la pieza a través de la obra de Schiller.
-Dice también que la otra gran novedad de este espectáculo es el código de actuación. ¿Qué quiere decir exactamente?El relato de la leyenda negra antiespañola aún está vigente. Es una de las bases del nacionalismo catalán"
-Al igual que el director musical tiene una partitura, yo me propuse disponer de una partitura visual de las escenas que estableciera las relaciones que mantienen los personajes. Antes de trabajar con el elenco definitivo (con José Bros, John Relyea, Angel Ódena, Virginia Tola…), lo hice con actores que se aprendieron los roles y a los que grabé. Con ellos elaboré una maqueta de sus movimientos y de sus gestos, lo que me ha permitido disponer de un guión claramente definido para cuando he comenzado los ensayos con los cantantes.
-¿Y por qué no lo ha hecho directamente con los cantantes?
-Habría salido carísimo. Los cantantes de ópera tienen unos cachés muy altos, no podemos permitirnos el lujo de ensayar mucho tiempo con ellos. Recuerdo que Joan Matabosch me propuso dirigir una ópera en el Liceo, pero le puse la condición de disponer de varios meses de ensayos, algo impensable.
-¿A un cantante de ópera se le puede exigir virtuosismo interpretativo como actor?
-Hay cantantes-armario y, luego, están los cantantes que son moldeables. Yo he cogido actores que tienen una cierta flexibilidad en este sentido.
En 2012 Albert Boadella anunció que dejaba Joglars, su compañía de teatro de toda la vida, para dedicarse por entero a la dirección de los Teatros del Canal y hacer realidad su viejo sueño de dirigir teatro lírico. Le relevó al frente de la formación Ramón Fontseré, un actor que él mismo había ‘criado' en el sentido artístico del término. Entonces la compañía sufrió un reajuste de personal y una pérdida importante todavía no remediada: la del autor que también representaba Boadella. Sin embargo, basta echar un vistazo a la web de Joglars para cerciorarse de que el director sigue cerca de su tribu, ahora convertido en el ‘maestro' cuyas ideas y enseñanzas preservan y difunden sus discípulos.
-¿Qué relación guarda con Joglars?
-Formidable. Si la compañía fuera una empresa, yo sería eso que llaman Consejero o Presidente. Ramón y yo hablamos mucho y desde el punto de vista artístico ellos se aprovechan de mi avanzada edad.
-He ido firmando los contratos año tras año. De hecho, Cristina Cifuentes sabe que mi contrato acabó el 30 de junio, por lo que no va a tener ningún problema si quiere prescindir de mí. No quise firmar un contrato de cuatro años, como me propusieron. ¿Qué ha sucedido para quedarme? Pues que nos ha sorprendido el éxito que hemos tenido, con unos niveles de ocupación del 84%. Hemos desarrollado un modelo de teatro público que está teniendo influencia no solo en España, también en Europa, por ejemplo, en el Barbican de Londres. Es un modelo de gestión mixto, en el que participa una empresa privada que explota el teatro y en la que recae la contratación del personal. Yo mantengo el control de la programación.
-Algunos llaman a este tipo de teatro "contenedor de espectáculos", precisamente porque fue concebido como un teatro de exhibición de obras de compañías ajenas. Pero ahora también produce obras.
-Del centenar de espectáculos que programamos, un tercio de las obras son coproducciones. Tenemos una franja de público muy amplia: ofrecemos mucha danza, pues no hay teatros en Madrid que la exhiban, ni siquiera el Real, y también bastante lírica. No queremos hacer un teatro de autor o de director, en el sentido de que no programo lo que a mí me gusta. De hecho, muchas de las cosas que se programan no son de mi gusto o interés, pero se ve que tienen aceptación. Aquí el único filtro es la calidad técnica. Sería una pena que este modelo que hemos diseñado no se mantuviera en un futuro.
-Si usted es relevado, es posible que termine cambiando.
-Pues eso sería una intromisión de los políticos éticamente inaceptable. Yo no digo que los políticos no deban controlar los medios, pero deben vigilar las intromisiones artísticas. Yo he trabajado con dos presidentes y jamás me han dicho lo que debía hacer o me han dado alguna consigna…
-¿Entonces ya no piensa que el teatro público, como mera estructura, sea una herramienta de propaganda política?
-Pues ciertamente me gustaría mucho que en España los distintos gobiernos entendieran que la cultura les hace propaganda… Nos iría mucho mejor.
-Hablando de política, usted fue uno de los fundadores de Ciudadanos, ¿sigue en el partido? ¿Cómo asiste a su expansión nacional?Podemos es un partido enormemente viejo. A mí me suena a algo que viví en mi juventud"
-No, yo no pertenezco a Ciudadanos, aunque contribuí a crearlo. En realidad, si le cuento como nació el partido… fue a partir de una comida entre Arcadi Espada y yo en mi casa y después en una cena en un hotel de la estación de Sants. Se convirtió en un partido importante en Cataluña para frenar el nacionalismo. Hoy siento cierta vanidad por haber sido uno de los primeros en denunciar los excesos nacionalistas, no me equivoqué en mis predicciones sobre Cataluña . Y me parece bien que Ciudadanos se extienda a nivel de España.
-Pero supongo que estará triste porque su amiga Esperanza Aguirre haya perdido.
-Estoy triste por quién ha perdido. Creo que hubiera sido una buena alcaldesa, primero porque me hubiera gustado mucho, es una mujer que tiene el pulso popular, ha trabajado mucho en la política y la conoce muy bien, así como la administración. Y luego… [y eleva el tono] frente a quién ha perdido, sí, me parece muy triste.
-Ha calificado a Podemos de pandemia. ¿Cuál sería en su opinón el virus o la bacteria que provoca la epidemia?
-Es una mirada resentida sobre el conjunto de la sociedad, una mirada culpabilizadora sobre todo lo que nos rodea. No es una mirada hacia dentro. O sea, no existe la idea de que uno tiene que asumir sus propias responsabilidades, porque consideran que éstas están en el exterior. Con unos resentimientos que pueden ser históricos, como en Cataluña, por ejemplo, donde ya tienen 300 o 500 años. Por tanto, es un partido enormemente viejo, casposo. A mí me suena a cosas que viví en mi juventud y que ya en aquella época las consideraba propias del Paleolítico. Yo no digo que pueda existir gente de buena fe, pero hemos visto que con gente de buena fe se han producido desastres tremendos. Y luego usan el lenguaje más característico de la demagogia, aunque desgraciadamente no tiene la calidad del discurso de Marco Antonio en Julio César, que como sabe es la pieza maestra de la demagogia.