Elenco del montaje, con Juan Calot, Marc Clotet, Marta Belenguer... Foto: Sergio Parra.
Pérez de la Fuente ha bautizado una de las salas de Matadero con el nombre de Max Aub. Allí se estrena este jueves Tengo tantas personalidades..., collage dramático en el que el director Jesús Cracio amalgama poemas, relatos, comedias y fragmentos de novelas del autor de El laberinto mágico.
El segundo ya advirtió cuando empuñó el timón del Español (y sus Naves) que el autor de La gallina ciega estaría muy presente en su cartelera. Igual que en la época en que dirigió el CDN: allí levantó San Juan, que no había sido representado desde que Aub lo escribiera en 1943. No ha tardado en cumplir su palabra. Primero bautizó con su nombre una de las salas del Matadero y ahora, ese mismo espacio, acogerá entre este jueves (14) y el 14 de junio Tengo tantas personalidades que cuando digo TE QUIERO, no sé si es verdad. Kilométrico título que nace de una ‘negociación'.
Pérez de la Fuente había pensado en Los crímenes ejemplares. Le propuso a Jesús Cracio escenificar esa desternillante compilación de asesinatos. Pero este le hizo una ‘contraoferta', de más amplias miras: tejer un collage de diversas obras de Aub. Una ambiciosa propuesta por la extensión mastodóntica de su legado literario que al final sedujo al nuevo rector del Español. "He vivido varios meses sumergido en Aub. Primero haciendo acopio de sus libros, tan difíciles de encontrar: muchos están descatalogados. Rastreé como un sabueso en Amazon. Luego me encerré en casa con más de 30 volúmenes, que leí de cabo a rabo", explica Cracio a El Cultural. Subrayaba y tomaba notas con vistas a urdir el patchwork pactado.
La tarea de seleccionar fue ingrata, dada la elevada calidad del material manejado. Al final ha ensartado pasajes de la novela Luis Álvarez Petreña, de las obras No y La comedia que no acaba, del poemario Antología traducida, de sus diarios, del cuento La uña y algún que otro crimen ejemplar. Mimbres heterogéneos que Cracio agavilla con algunos recursos escénicos. Como la música: hay dos pianos durante toda la función desde los que aletean canciones de George Brassens (La mala reputación) y otras compuestas a medida a partir de sus versos. También la atmósfera: todo ocurre en mitad de una estación, lo que da al montaje un aire de nomadismo perpetuo, como el que padeció, a la fuerza, el propio Aub, un apátrida con cuatro pasaportes en el bolsillo y la maleta siempre dispuesta.
Además, todos los fragmentos tienen un sustrato temático común, que ya se refleja en el título: la otredad. Era una de sus obsesiones, que cultivó intensamente a base de alter egos. Aunque por la casi hora y media de función se filtran una sucesión de debates: sobre el amor, sobre la inmigración, sobre la xenofobia, sobre la justicia, sobre la guerra... "Es una de sus grandezas: que en su obra habló de casi todo, con una sabiduría profunda y documentada", sentencia Cracio. El problema es que muchas de sus opiniones escocían en una época demasiado irritable. De ahí, seguramente, el ostracismo que le sigue cercando: "Él dijo literalmente: ‘Yo escribo lo que me la sale de los cojones'. Por eso se peleó con todo el mundo: con los socialistas, con los comunistas, con los fachas... Acabó en tierra de nadie. Y ya sabemos lo que sucede si no tienes pandillita en España... Es una pena, porque por su escritura no ha pasado el tiempo".