Atila y sus cenizas
La Zaranda se reinventa con Futuros difuntos, de Calonge
12 febrero, 2010 01:00La Zaranda en 'Futuros difuntos'
La Zaranda, un auténtico clásico ya de nuestros escenarios, continúa con su búsqueda teatral en Futuros difuntos. La obra de Eusebio Calonge, que puede verse en el Teatro Español de Madrid, reflexiona sobre el poder, la incertidumbre de la vida y la locura.
Mucho se ha dicho y escrito del teatro de La Zaranda, de su estilo visceral, poético, brutal, potente, autóctono y, a su vez, de vocación universal; de la agitación que provocan sus espectáculos en las conciencias de los espectadores hasta dejarlos enfrentados a sus vergüenzas, del poder de sus imágenes y la fragilidad de sus palabras envueltas en zarpazos de perros moribundos, de sus referentes barrocos, de la melancolía de payasos bañados en vinagre de jerez que destilan sus interpretaciones, y de la cualidad artesana de un teatro que, frente a los grandes montajes, se nos presenta hecho con sangre, sudor y carretera.
Ya en el año 1988 el New York Times definió su trabajo como uno de los "más brillantes" del Festival Latino, en Miami han terminado usando el apelativo "zarandiano" para definir su teatro, en Alemania le acuñaron el término de realismo mágico, en México se referían a su trabajo como "teatro de la memoria" y en Buenos Aires reseñaban el alcance universal de un teatro fiel a sus raíces.
Un silencio en la garganta.
En cada una de estas apreciaciones hay algo de verdad y, sin embargo, ninguna de ellas bastaría para explicar qué les sucede a los que asisten a sus representaciones.
La creación que presenta ahora es Futuros difuntos, una coproducción con el Théâtre Sorano de Toulouse que puede verse hasta el 28 de febrero en el Teatro Español de Madrid. La obra, de Eusebio Calonge, está dirigida por Paco de La Zaranda y protagonizado por Gaspar Campuzano, Francisco Sánchez y Enrique Bustos. En la obra, Calonge y Paco nos hablan de la disputa por el poder desde la locura: en un centro de reclusión apartado del mundo exterior, un grupo de locos (de esos que suelen decir verdades, ¿hay algún loco que no diga la verdad?) se creen dueños de sus destinos al dar por muerto a quien rige sus vidas. Pero el júbilo fugaz dará paso a un miedo implacable ante la incertidumbre de sus vidas.
Lo que La Zaranda ofrece en sus trabajos trasciende los límites del teatro como disciplina artística y tiene más que ver -como diría el señor Valle-Inclán- con la presencia de unos seres que, en el escenario, miran atrás con el dolor de haber vivido y que pasan bajo el arco de la muerte.
Génesis.
El origen de La Zaranda se remonta a la década de los setenta. Tras un cúmulo de experiencias individuales, en 1978 se produce el encuentro y la decisión de condensar todas sus vivencias en una fase de trabajo. Se partía de unas premisas para "hacer camino": querer conducir la obra teatral hasta ese punto de tensión en que drama y vida confluyen, negar toda concesión al teatro de las falsas vanguardias con patente de modernidad, ir más allá de las formas adquiridas, no cesar en la búsqueda, renunciar a los logros que afecten a la esclerosis de lo rutinario, afianzar un estilo en permanente transición y jugársela en cada representación. El teatro, como Atila, quema todo a su paso. Con las cenizas de Atila juega La Zaranda.