Liuba Cid. Foto: Manuel Castells

Liuba Cid. Foto: Manuel Castells

Ópera

Liuba Cid dirige una ópera con 150 estudiantes: "Si la escena es un espacio de juego, el público joven se queda"

La directora de escena estrena este martes la última ópera de Verdi en el Museo Universidad de Navarra, con un elenco mixto de alumnos y cantantes profesionales.

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El Museo Universidad de Navarra (MUN) estrena este martes en Pamplona su segunda producción operística, Falstaff, en la que participan 150 estudiantes junto con un extenso elenco de cantantes profesionales. Liuba Cid (La Habana, 1968) dirige el montaje, con el maestro Borja Quintas al frente de la Orquesta Sinfónica y el Coro de la universidad integrados exclusivamente por alumnos de varias facultades. La producción se inscribe en un ambicioso y novedoso proyecto de ópera joven, el Campus Creativo de la citada universidad.

Para Cid esta es la cuarta producción musical que hace para el MUN. En los últimos años la lírica ha centrado su actividad escénica ‒focalizada con anterioridad en el repertorio barroco español (Donde hay agravios, no hay celos) y la dramatización de espectáculos de danza.

Según dice, su doble faceta de directora y profesora de universidad no solo se retroalimenta con este proyecto, también está convencida de sus bondades para ganar espectadores para la escena, amén del entusiasmo que provoca en los estudiantes.

Pregunta. Este es el cuarto espectáculo musical que dirige en el MUN, después de la antología La zarzuela de los paraguas, Carmina Burana y Tosca. Y ahora la obra de madurez de Verdi, nada fácil musicalmente, especialmente para montarlo con 150 estudiantes. ¿Por qué Falstaff?

Respuesta. Trabajar con un título complejo como Falstaff es un reto inmenso para cualquier director de escena, sobre todo si se trata, como ocurre en esta comedia lírica, de un libreto inspirado en la obra de Shakespeare. El libreto de Arrigo Boito, en clave shakespeariana, se perfuma en el Siglo de Oro, pero también hace guiños a Goldoni y a Molière. Por otro lado, pienso que la piedra angular de este gran proyecto, más allá del resultado artístico, es el trabajo entre estudiantes universitarios y profesionales de la música y la escena.

Una escena de 'Falstaff' en el Museo Universidad de Navarra. Foto: MUN

Una escena de 'Falstaff' en el Museo Universidad de Navarra. Foto: MUN

P. Sin embargo, llama la atención el resultado artístico de las producciones anteriores, su factura no está lejos de lo que consideraríamos "profesional".

R. Así me lo parece y eso perseguimos. Carlos Bernar, que dirige el Campus Creativo, ha logrado que este proyecto mantenga un perfil profesional en un contexto eminentemente universitario. Contamos con un amplio elenco de cantantes profesionales y la orquesta y el coro tienen un gran nivel, gracias al maestro Quintas y al director del coro, Ekhi Ocaña.

»El Campus Creativo de la Universidad de Navarra es pionero en innovación, investigación y creación escénica y justamente queríamos unir a los que empiezan con los que ya estamos trabajando. ¡Ojalá se consolide!

»Queremos crear nuevos públicos y también descubrir e impulsar nuevos talentos entre nuestros estudiantes. Y la verdad, me emociona comprobar la entrega, la profesionalidad y el grado de implicación de los estudiantes en medio de tantas obligaciones como tienen.

P. Esta ópera no tiene nada que ver con los títulos belcantistas del autor, ¿cuál es su mayor desafío?

R. El propio Verdi advirtió que Falstaff "no está hecha para aquellos a los que les gusta dormirse en las notas", sino para intérpretes capaces de vivir la música en cada frase. Se trata de una partitura rica en ensambles complejos, como la brillante fuga coral final Tutto nel mondo è burla que exige una enorme agilidad y precisión colectiva. Pero como directora lo más difícil ha sido encontrar un equilibrio entre el humor de la comedia y la claridad narrativa. También ofrecer una mirada renovada, que su humor decimonónico dialogue con la sensibilidad contemporánea.

P. ¿Por eso la lleva a un plató de televisión?

R. Falstaff es la caricatura perfecta del hedonismo y la decadencia, un personaje que se resiste a aceptar que su tiempo ha terminado. Me pareció interesante situar el montaje en un plató de radio televisión de los años 50 y 60, donde la imagen lo es todo y la verdad es solo otra puesta en escena; entre bastidores, efectos de iluminación y decorados que engañan a la mirada y donde la historia cobra un nuevo significado: la hipocresía y las apariencias no son solo parte de la farsa de la corte isabelina, sino también del showbusiness de una sociedad obsesionada con la imagen.

Una escena del esta versión de 'Falstaff'. Foto: Liuba Cid

Una escena del esta versión de 'Falstaff'. Foto: Liuba Cid

P. ¿Será una ópera metateatral?

R. Boito no se limita a adaptar Las alegres comadres de Windsor, sino que construye un collage dramatúrgico, muy sutil e inteligente, incorporando también fragmentos de Enrique IV. En esta amalgama el Falstaff más profundo, irónico y melancólico encuentra su densidad dramática. Hay mucho teatro dentro del teatro en esta ópera.

P. Esta ópera exige de una larga nómina de cantantes profesionales. Para los dos barítonos protagonistas, ha contado con Omar Kamata y Tomohiro Nomachi.

R. Falstaff es un personaje que no solo divierte, sino que también nos interpela, nos enfrenta a la decadencia, al paso del tiempo y a la necesidad de reírse de uno mismo. He tenido la suerte de trabajar con un extraordinario elenco compuesto por grandes solistas como Omar Kamata, que interpreta a Falstaff, y Tomohiro Nomachi, que da vida a Ford, hacen un trabajo increíble. Mientras Falstaff acepta la burla con humor y filosofía, Ford debe atravesar su propio ridículo para, finalmente, rendirse también al juego.

P. Como directora se había centrado en el teatro del Siglo de Oro, pero en los últimos años se ha decantado por espectáculos musicales. Siendo graduada en guitarra clásica, ¿cómo ha tardado tanto, qué le aporta la música que no le den las palabras?

R. Estudiar y comprender los códigos del teatro del Siglo de Oro me han llevado hasta aquí. En la ópera la dramaturgia es la música, y la dirección cambia radicalmente: el ritmo ya no lo da solo el verso o la estructura dramática, sino la pulsación sonora, la cadencia, la respiración compartida entre los intérpretes y la orquesta.

»La música exige otra escucha, otro tipo de atención a lo invisible y es algo que fascina investigar: una mirada, un gesto o una situación adquieren una dimensión simbólica mucho más potente cuando están sostenidos por un discurso musical. En ese sentido, la música no sustituye a la palabra: la completa, la transforma, la expande.

P. ¿Cómo es la manera de trabajar con los alumnos y con los profesionales?

R. Orquesta Sinfónica y Coro, bajo la batuta del maestro Borja Quintas, actores del programa de formación teatral, diseñadores del Grado en Diseño de la Escuela de Arquitectura que colaboran en labores escenográficas y más de un centenar de intérpretes y ejecutantes, componen este maravilloso equipo que he tenido la suerte de dirigir. Se trata de que unos y otros compartan labores de producción e interpretación, que atraviesen por las distintas fases del proceso creativo del montaje. Y en relación con los jóvenes, compruebo que cuando la escena se convierte en un espacio de juego compartido, el público joven no solo conecta, se queda.