Por fin ha desembarcado (hasta el 25 de febrero) en el Teatro Real la esperada recuperación de la ópera Achille in Sciro de Francesco Corselli. En la temporada 2019-2020 se había programado ya este título sobre libreto de Metastasio, estrenado en 1744 en el Buen Retiro de Madrid, pero la pandemia se lo llevó por delante.
A principios de 2018 se presentó en Dallas bajo la dirección escénica de Gustavo Tambascio en versión de Grover Wilkins. La madrileña lleva el sello del ICCMU. En la acción, Tetis disfraza a su hijo Aquiles de mujer para ocultarlo en la corte del rey Licomedes e impedir así su participación en la guerra de Troya. La música alterna distintos episodios y lleva el marchamo de la tradicional ópera seria.
Corselli, que falleció en Madrid en 1778, estuvo al frente de la Capilla Real, formó parte de la Real Cámara y compuso un buen número de óperas. Realizó una labor fundamental en la renovación estilística del repertorio litúrgico y en el afianzamiento de la ópera italiana en España, algo recordado hace unos meses por la Fundación March de Madrid, que programó una selección de sus músicas de cámara.
El núcleo argumental se centra en el equívoco provocado por el travestismo de Aquiles, escondido en una isla para no ser reclutado
Uno de los núcleos argumentales se centra en el equívoco provocado por el travestismo. Hoy es un contratenor, el gran Franco Fagioli en este caso, quien viste ropajes femeninos. Aunque en la historia de la ópera hay casos de doble travestismo. Ahí están los de personajes posteriores como el mozartiano Cherubino de Bodas de Fígaro, cantado por una mujer que viste el ropaje de los hombres. O, más artificioso todavía, el del straussiano Octavian de El caballero de la rosa, cantado también por una mujer, que simula ser un hombre y que ha de disfrazarse de mujer.
Hay que recordar que el episodio de Aquiles en la isla de Esciros inspiró a más de treinta compositores. No era raro que un texto de Metastasio creara tal entusiasmo. Recordemos, sin ir más lejos, el de La clemencia de Tito. Mozart fue uno de los cuarenta, quizá el último, que escribió música para él.
Este Aquiles metastasiano, basado naturalmente en el conocido mito, se refiere, en palabras del filósofo Javier Gomá, “a la empresa común a todos los hombres en todo tiempo y en las sucesivas etapas de sus vidas, empresa permanente y nunca totalmente acabada, de aceptación auténtica de la condición mortal del ser humano”.
Para todos los gustos
Las cinco representaciones en el Teatro Real se hacen en colaboración con el histórico Theater an der Wien de Viena, con dirección escénica de Mariame Clément, habituada a enfrentarse con óperas barrocas. En el foso, el todavía titular musical del coliseo madrileño, Ivor Bolton, ducho en estos menesteres.
Al lado de Fagioli figuran en el reparto, como principales figuras, el buen que es bajo que es Mirco Palazzi, el también excelente contratenor Tim Mead (de timbre más oscuro que Fagioli) y dos españoles: la luminosa soprano lírico-ligera Sabina Puértolas y el tan bien asentado tenor lírico-ligero Juan Sancho. Todos ellos deberán dar buena cuenta de los tres actos de la obra, en el que hay números para todos los gustos.