Estamos ante una ópera londinense un poco punto y aparte en la producción haendeliana. Aquí se ventila un tema más ligero en el que no faltan los equívocos. Estaba claro que Haendel quería cambiar de estilo después de una serie de obras dramáticas centradas en monarcas como Riccardo I, Rè d’Inghilterra, Siroe, Rè di Persia, Tolomeo, Rè di Egitto y de Lothario. En 1729 inauguraba un nuevo camino en el que se instalaba de lleno Parténope, que parece que se inspiraba en un libreto de Silvio Stampiglia, puesto ya en música en 1699 por Luigi Mancia y por otros muchos compositores.
Se da por supuesto que el interés de Haendel por el asunto pudo venir agudizado por la ópera de Leonardo Vinci, que aprovechaba el mismo texto. Según todos los indicios, la vio en Venecia en 1725. El estreno de la partitura de nuestro músico, en febrero de 1730, en el King’s Theatre de Haymarket, no tuvo casi ningún eco, por lo que el compositor volvió a la carga en otras dos ocasiones: diciembre del mismo año y en fecha indeterminada de 1737. Los castrati Bernacchi y Senesino pusieron su firma en la aérea y nada fácil particella de Arsace.
Una aérea orquestación
El tono general de la historia podría situarse en un terreno que habría que calificar de heroico-cómico en donde Parténope es la reina de la ciudad de Nápoles (otro monarca, en este caso femenina). Más de un estudioso ha calificado la obra de irresistible por su extraño maridaje de elementos que va de lo ligero y casi cómico a lo dramático o, más exactamente, a lo emotivo. Todo discurre envuelto en una maravillosa y aérea orquestación, trompetería incluida, en el aria de Rosmira Io seguo sol fiero tra boschi le belve. El crítico Piotr Kaminski aprecia en esta obra “un nuevo gorjeo de estilo italiano, con texturas orquestales simplificadas y un singular garbo en las líneas melódicas”.
Se nos ofrecen algunos conjuntos magistrales, no tan abundantes en otras óperas haendelianas. Por ejemplo, el cuarteto y el trío. A destacar asimismo el aria Furibondo spira il vento, donde Bernacchi y Senesino se lucían a base de bien; o el aria Fatto è amor. Para todo ello se necesita un equipo vocal muy importante, que rememore a aquellos de la época en los que brillaban los citados castrati, la soprano Anna Strada del Pò o la contralto Francesca Bertolli.
Desde luego, el reparto que se anuncia en el Real, a falta de castrati, es muy adecuado: dos ágiles sopranos, Brenda Rae y Sabina Puértolas (que, curiosamente, coincidieron en L’elisir d’amore de hace unas temporadas), las buenas mezzos Teresa Iervolino y Daniela Mack, los contratenores Iestyn Davies, Franco Fagioli, Anthony Roth Costanzo y Christopher Lowrey, los tenores Jeremy Ovenden y Juan Sancho y los barítonos Nikolay Borchev y Gabriel Bermúdez. En el foso, junto a la Sinfónica de Madrid, el titular Ivor Bolton, al que se le suelen dar bien estos platos musicales. La dirección escénica de Christopher Alden se desarrolla en un ambiente sofisticado en el que juega un papel importante el universo del fotógrafo Man Ray.
En enero Les Arts Florissants de Christie ofrecerán, en versión semiescenificada, la misma ópera en La Coruña con Ana Vieira Leite, Helen Charslton, Hugh Cutting y Jacob Lawrence.