El Festival de Jerez, superando cualquier contingencia y con una vitalidad arrolladora, nos ofrece en su vigésimo sexta edición, del 17 de febrero al 5 de marzo, un programa tan diverso como abierto a todas las tendencias y, por supuesto, con un número más que considerable de propuestas.
Cuarenta y tres, entre espectáculos de baile y conciertos de cante y guitarra, en los que se incluye la presencia de nueve premios nacionales de danza y la evocación de un Premio Cervantes, Recordando a José Manuel Caballero Bonald, con dos jornadas sin duda atrayentes: “Un paseo con Pepe”, flamenco de calle según emplazamientos señalados en textos del escritor, y “Una copa con Pepe”, el flamenco en su manifestación más festera en el seno de una bodega con fragmentos del libro Breviario del vino.
En esta ocasión habrá como siempre un estupendo plantel de artistas jóvenes, pero también se hace especial hincapié en figuras veteranas, de larga trayectoria, que han adquirido la condición de maestros por la consistencia del tiempo acumulado encima del escenario y por el peso de una existencia dedicada a la emocionante aventura de la música y la danza.
Esta fiesta flamenca, como una película donde las secuencias se van sucediendo, es el ámbito que da lugar a la aparición del universo lorquiano
Ahí tenemos, por ejemplo, al compositor y guitarrista Víctor Monge Serranito, que presenta Como un sueño, su concierto de despedida; a Pansequito, uno de los cantaores predilectos de Antonio Gades, que lo eligió para alguna de sus giras, y para el que el Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba se vio obligado a instituir un nuevo galardón, el Premio a la Creatividad; a Manuela Carrasco, leyenda viva del baile, con el que enloquecía al mismísimo Caracol, que presenta Aires de mujer: un arte único, profundo y en continuos destellos a través de la improvisación creativa y con una volcánica capacidad de transmisión.
Energía revitalizadora
La también bailaora Carmen Cortés, que presenta Gira, corazón. Bailando con Lorca en la edad de plata, nos enseña que el poeta de Granada sigue siendo un motivo recurrente en el flamenco. Vicente Aleixandre decía que era “la simpatía elevada a fenómeno cósmico” y Jorge Guillén, quizás más preciso en su concepción poética, describía la escena de esta forma: “Cuando llegaba Federico, no hacía frío de invierno ni calor de verano: hacía Federico”. Cortés, con su estilo originalísimo y su personal discurso dancístico, nos introduce en un Lorca poliédrico y en el mundo que solía tener alrededor.
“Lorca estaba muy involucrado en el flamenco de su época: el Concurso de 1922, su relación con Manuel Torres, con La Niña de los Peines... El espectáculo comienza cuando un grupo de amigos, en casa del diplomático chileno Carlos Morla Lynch, espera a García Lorca, que acaba de llegar de La Habana. Al presentarse, trae bajo el brazo su obra El público, que, como sabemos, no se pudo representar entonces y en donde expone esa vida aparentemente alegre, pero con una soterrada carga de amargura. Y los amigos le tienen preparada una sorpresa: una gran fiesta flamenca”.
Esta fiesta flamenca, como una película donde las secuencias se van sucediendo, es el ámbito que da lugar a la aparición del universo lorquiano: el flamenco, la danza, los toros, los amigos, La Argentinita, Alberti, la muerte de Sánchez Mejías, tan dolorosa. “Ponemos en escena parte de ‘El maleficio de la mariposa’ y ‘Pámpanos y cascabeles’, de El público. Y todo regado con distintos cantes y bailes flamencos, como siempre hacemos, ya que es nuestro lenguaje. De todas formas, queríamos que rodeara al espectáculo esa grandeza que era Lorca, en su poesía y en su persona, como andaluz, como hombre que, donde estuviera, derramaba una energía revitalizadora”.
Pasión, sentimientos encontrados... las mujeres son figuras irreductibles en el baile de Javier Barón
El Ballet Nacional de España con Centenario Antonio Ruiz Soler, Manuel Liñán con Pie de Hierro, María Moreno con More (No) More, Ana Morales con La cuerda floja, Mercedes Ruiz con Segunda piel, Alfonso Losa con Flamenco: espacio creativo, Rocío Molina, reciente León de Plata en la Bienal de Venecia, con su exitoso Vuelta al Uno. Extracto de la Trilogía sobre la Guitarra, o Farruquito con Íntimo, son algunos de los espectáculos que nos brinda el más importante acontecimiento de danza flamenca.
Olga, la leona
Olga Pericet presenta El avance de La Leona, es decir, anticipo de su obra aún en desarrollo La Leona, nombre que el almeriense Antonio de Torres, pionero en la construcción de guitarras flamencas, dio a su primera pieza que, con fecha de 1845, se conserva en el Museo de la Música de París. “Me llamaba la atención lo que significaba esa guitarra para el flamenco; era el inicio, algo que nace, pero también su relación con el animal, que yo lo interpreto como el origen, lo salvaje, lo que uno tiene dentro de visceral y ancestral”. Lentamente, al modo en que Antonio de Torres fue componiendo su guitarra, con el amor de un artesano exquisito, Pericet va estructurando su espectáculo donde, como etapas de la vida, expone su evolución.
Ella afirma que no es un trabajo terminado, que es una muestra de investigación y vivencias, a la que se va añadiendo una serie de elementos relacionados con el principio, con el descubrimiento y el latido inaugural. “Podemos ver el germen del flamenco cuando comienza a profesionalizarse, la aparición del cubismo y la presencia de la guitarra en Braque, Picasso o Juan Gris, hechas como piezas en fase de elaboración, época en la que surge la moda de lo español hacia Europa o los primeros pasos de la liberación de la mujer. Hago una mezcolanza de todo lo que va apareciendo a finales del XIX y principios del siglo XX, y con esa semilla voy formando mi propia guitarra, que es el baile en el contexto de un arte tan grande como es el flamenco”.
Tiempo de ausencias
Pasión, confusiones, sentimientos encontrados, las mujeres constituyen figuras irreductibles en la existencia y en el baile de Javier Barón, que anuncia Entre mujeres, sin las cuales no se entiende su desarrollo vital y artístico. La mirada envolvente de la abuela, su madre llevándolo desde muy niño a la academia de Pepe Ríos, animándolo en su vocación de pequeño bailaor prodigio, sus amores y desamores, su etapa madrileña y los viajes por el mundo, el regreso después de veintidós años a su casa de Alcalá de Guadaira, Sevilla, y encontrarse con el tiempo de las ausencias y la memoria deshabitada. “Es un espectáculo muy personal, íntimo. Tenía que reivindicar la importancia de la mujer, un elemento decisivo en mi historia. Yo bailo gracias a mi madre”.
Gitanos, pregoneros, majos, conversos. Todo “confluye” en lo último de Rafael Estévez y Valeriano Paños
El festival lo clausura La confluencia, un espectáculo en el que Rafael Estévez y Valeriano Paños, desde la perspectiva del siglo XXI, han tomado desde el romance del Conde Sol hasta un zarambaque de la América colonial, pasando por la jota, la seguiriya o la caña, entre otros ritmos y tonadas, para que sean bailados o cantados por gitanos, pregoneros, majos, americanos, andaluces, esclavos, conversos, barberos y, como apunta Estévez, “todos esos personajes que confluyen a lo largo de la historia en suelo andaluz en particular, y que son los creadores, anónimos la mayoría, que plantan la simiente de lo que más tarde será el flamenco. La confluencia es un proyecto que tiene como objetivo la creación de un lenguaje para el baile flamenco de hoy, que se alimenta de su pasado y su raíz y al mismo tiempo del arte contemporáneo”.