La Fundación Juan March acoge el estreno, a partir del 13 de diciembre, de La muerte y el industrial, del compositor madrileño Jorge Fernández Guerra (1952). Se trata de su quinta ópera. La primera fue Sin demonio no hay fortuna (1988), que abrió caminos a nuestra lírica tras su exhibición en el Teatro Olimpia de Madrid, inaugurando una estupenda iniciativa, que tuvo sustanciosas continuaciones. Después, de la mano del músico, vinieron Tres desechos en forma de ópera (2012), Angelus Novus y Un tiempo enorme (2019).
Es por tanto este músico un artista ya muy curtido, que ha escrito muchas partituras en otros géneros, ha sido director del Centro para la Difusión de la Música Contemporánea, ha impartido cursos, ejerce la crítica en distintos medios y ha creado nuevas y fructíferas iniciativas, como la revista Doce notas. Su libro Cuestiones de ópera contemporánea es básico para entender el fenómeno lírico.
Fernández Guerra maneja con cuidado y conocimiento un lenguaje lleno de ecos de un lejano atonalismo, pero de gran personalidad, siempre envuelto en una imaginativa instrumentación y tocando con frecuencia un lirismo de fondo muy atrayente, que anima y colorea.
Es el que envolverá este nuevo fruto salido de su talego, que nos habla del anhelo de inmortalidad de un empresario, que se interroga sobre su existencia eterna recurriendo a la inteligencia artificial y a la transmisión de su memoria cerebral a un programa de software.
Fran Fernández Benito dirigirá a un equipo artístico presidido por las voces de Manon Chauvin, Lola Bosom, Nicolás Calderón y Javier Agudo, a las que se unen la clarinetista Mónica Campillo y el violinista Juan Luis Gallego. La coordinación escénica es del propio compositor.