En los próximos días se anuncian actuaciones del tenor peruano Juan Diego Flórez en nuestro país: el día 4 de agosto cantará en el festival de verano de San Lorenzo de El Escorial junto al pianista, tan diestro y tan habitual a su lado, Vincenzo Scalera. El día 14 dará un recital con orquesta en el Festival de Santander junto a la Oviedo Filarmonía y el maestro Guillermo García Calvo. Y el 18 se dejará ver y oír en el Festival Cap Roig de Palafrugell con el mismo programa de El Escorial.
En la localidad madrileña anuncia una selección de arias verdianas de Rigoletto, Attila, I due Foscari y La traviata y romanzas de zarzuela de La alegría del batallón y El Trust de los tenorios de Serrano, La tabernera del puerto de Sorozábal y El último romántico de Soutullo y Vert. Como postre, canciones italianas de Tosti, De Curtis y Leoncavallo y un cierre con el aria de Rodolfo de La bohème de Puccini. En Santander interpretará arias y romanzas no especificadas de Donizetti, Verdi, Barrera, Serrano, Pérez Soriano, Moreno Torroba, Giménez, Soutullo y Vert, Mascagni y Puccini. Algunas de ellas habrán estado en el concierto madrileño.
Nueva oportunidad, pues, de admirar de nuevo el arte inmaculado del tenor. Con él siempre disfrutamos y respiramos un aire fresco y bienhechor, el mismo que él respira, aspira y espira. Ha hecho de este elemento la base fundamental de su técnica, algo que por otra parte es lo más lógico dado que el canto se basa fundamentalmente en su manejo, administración, regulación y proyección. Una columna de aire bien mantenida es el apoyo esencial para la articulación de la frase cantada, para la emisión de los fonemas, para la formación de las palabras y la configuración de un discurso inteligible.
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Flórez exhibe desde el principio de su carrera esa técnica idónea en la que ese aire circula de arriba abajo sin impedimento alguno; sin intervención de la gola, sin apoyos indeseados y exagerados en las fosas nasales. En él el famoso “pasaje”, ese punto intermedio en el que en el canto moderno el sonido “gira” y se proyecta hacia los resonadores superiores, prácticamente no se aprecia: la columna es una; un circuito libre de obstáculos donde los músculos abdominales e intercostales cumplen su función de sostén.
Con Juan Diego Flórez se ha recuperado un estilo de canto que había caído en desuso prácticamente desde finales del XIX o principios del XX, cuando el ya veterano Fernando de Lucia, un artista de una fantástica imaginación ornamental, recreaba con un refinamiento y un juego de matices extraordinario, como heredero de antiguos tenores rossinianos, las florituras de Ecco ridente in cielo o de Sei mio nome de El barbero de Sevilla de El Cisne de Pesaro.
Flórez nos ha traído, un poco en la línea de Kraus –al que admira- una forma de cantar en realidad moderna pero capaz de servir con propiedad, inteligencia y gusto, algunos de los valores belcantistas que siempre definieron el arte rossiniano y el de autores anteriores –Mozart- o posteriores –Bellini, Donizetti, por dar nombres realmente señeros-. Ese compromiso entre una técnica moderna con recuperación de estilos y procedimientos antiguos está perfectamente definido en el tenor peruano, que sigue sin duda la estela del canario.