Si en la noche de este miércoles hubiese salido al escenario del Starlite, pasadas las 22:00 horas, un minotauro desbocado e incontrolado hubiese sorprendido menos que ver a Iggy Pop, con sus 76 años, medir la longitud de su territorio exhibiendo su aspecto controladamente desaliñado, sus carnes en descomposición al aire del Mediterráneo y su melena intacta, superviviente de los años dorados del punk neoyorquino.
Un momento. No es la primera vez que lo vemos. No sabemos, de pronto, si es la gran ocasión para reencontrarse con un mito viviente del rock. En el inconsciente del cronista pervive su gira American Caesar del 94, quizá su época de mayor gloria y reconocimiento. El centrifugado de las imágenes que recuperan las posturas de ese animal que retuerce sus pasos en la noche marbellí se mezcla con las de otras épocas que brotan ininterrumpidamente desde un fondo que le viene grande pese a albergar siete músicos, entre los que incluye una sección de vientos muy solvente y eficaz (quién lo iba a decir en un medio donde predominan las cuerdas y la batería).
Iggy Pop se permitió recordar viejos tiempos con un "sonoro" lapo en el objetivo de la cámara que recogía su actuación en el Starlite
Se diría que su formato encaja mejor en una sala pequeña, más cutre y menos elegante, que la que descubrió entre las paredes de la cantera de Nagüeles. No es nostalgia. Es que a Iggy Pop se la trae floja el pasado y el presente. Acaso muestra sin complejos la belleza perdida sin renunciar ni a su carácter salvaje ni a su lúbrica energía de garaje. Vimos por momentos que hubiese practicado el stage diving si no fuera porque encontró poco aforo para rescatar su triste figura de 1,70 entre las primeras filas de un respetable sobreactuado y muy lejos de las camadas punk del CBGB.
O no tanto. Porque se permitió recordar viejos tiempos con un "sonoro" lapo en el objetivo de la cámara que recogía su actuación. Cuando un animal anda suelto por el escenario toda precaución es poca. Iggy Pop, la "Iguana" para los amigos, es un zombi con mucha vida. Superado el shock de su decrépita imagen, solo quedó disfrutar del enorme espectáculo que es capaz de dar aún con temas como The Passenguer, que levantó al público de sus asientos hasta el final de su ritual. Ya saben, "soy el pasajero y viajo y viajo/ Cabalgo por los traseros de la ciudad/ Veo las estrellas salir del cielo/ Sí, el cielo brillante y hueco/ Sabes que se ve tan bien esta noche…" Versos que todo el mundo acompañó con el clásico "la la la la la la la lá" y que muy pocos rozan su profundo significado.
[El pasajero ante su sombra: Iggy Pop]
No se apartó demasiado del repertorio de su gira con títulos como Lust of Life, The Endless Sea, Death Trip, I’m Sick of You, I Wanna Be Your Dog, Mass Production o Loose, algunos de ellos homenajes sinceros a los Stooges y otros monumentos al spoken Word. La palabra poeta también le viene como un guante al tipo que se tira al escenario y canta mirando a las estrellas como un viejo y castigado demiurgo.
Tras un descanso (¿Descanso?) y después de bajar a cantar con el público terminó su aparición en Marbella con Frenzy. "Que os jodan", espetó cariñosamente. Iggy Pop había terminado. Pero, ¿y nosotros? ¿Fuimos capaces de procesar su mensaje? ¿De alcanzar la coherencia y el compromiso con el arte como él? Y allí nos quedamos, esperando al minotauro…