Esta sesión a cargo del Trío VibraAt y Neopercusión se perfila como una las más interesantes y novedosas de la programación del CNDM. Expone dos composiciones, el Nocturno para piano, violín y violonchelo op. 148 D 897 de Schubert y el arreglo de la Sinfonía nº 15 de Shostakóvich, la última de su catálogo, debido al pianista y compositor Viktor Derevianko, un discípulo del histórico maestro Heinrich Neuhaus.
La postrera pieza sinfónica del ruso, estrenada en Moscú el 8 de enero de 1972, alberga compases de rara intensidad que invitan a la introspección, a la meditación e incluso al silencio; y que, curiosamente, alternan con otros caracterizados por una fuerte energía y que aparecen insólitamente coloreados por citas de la obertura de la ópera Guillermo Tell de Rossini e incluso por un apunte del motivo del destino de la Tetralogía wagneriana.
José Ramón Ripoll exponía en sus notas al estreno en España hace unos años de este arreglo camerístico de la sinfonía que “el contexto donde aparecen las citas de Rossini está constituido por una escala cromática de doce sonidos, casi dispuestos en forma serial, como queriendo representar una lucha entre dos polos opuestos”. Son aspectos consignados en la partitura sinfónica que fueron respetados en su valiosa transcripción, presentada con la anuencia de Shostakóvich en el Instituto Gnessine de Moscú en 1972 por Derevianko.
Viktor Derevianko supo mantener en su adaptación la oscuridad que roza lo sentimental
Hay que ver cómo el transcriptor supo trasladar al trío piano, violín y violonchelo en combinación con los instrumentos de percusión (en tormo a 20) todas esas zonas oscuras que rozan lo sentimental –no sentimentaloide–, que tienen tanto de autobiográfico y cómo consigue que la brillantísima coda original tenga su correspondencia en el trabajo resolutivo de las dos cuerdas acompañadas por los acordes del piano y del encaje magistral de las percusiones.
Una rotunda despedida. Un buen colofón a una sesión inaugurada por ese Nocturno schubertiano, en realidad un adagio en Mi bemol mayor de 1827/1828. Se trata de una especie de fantasía a modo de dúo: las dos cuerdas apoyadas en el teclado. El tema inicial, sobre arpegios, appassionato, se presenta en los arcos.
Luego sobreviene un diálogo a tres voces, con el piano como elemento ornamental y un compás de 3/4, que establece un nuevo talante rítmico. En la repetición el tema de arranque aparece transformado. Una obra muy bella en su relativa sencillez y que debió de influir no poco en el adagio del Trío op. 99 D 898.
Para llevar a buen puerto este programa se cuenta con dos magníficos conjuntos. Por un lado el Trío VibrArt, compuesto por los jóvenes Miguel Colom, concertino de la Orquesta Nacional, Fernando Arias, chelo, y Juan Pérez Floristán, piano. Tres instrumentistas de gran calidad, espumosos, certeros, apasionados y siempre bien conjuntados. Solistas de alto copete.
Por otro, el grupo Neopercusión, innovador, arrostrado, siempre a la última, que tiene en su haber ya numerosos estrenos de variada índole. Lo constituyen en la actualidad los miembros de la OCNE Juanjo Guillem (fundador) y Rafael Gálvez con Nerea Vera.