Este domingo 7 de mayo tendrá lugar en el Auditorio Nacional de Madrid una fiesta musical de gran aparato presidida por la batuta rectilínea y precisa de Jordi Savall, ese artista exquisito, ese terne y entusiasta aventurero siempre en pos de nuevos territorios de toda época, de hallazgos impensados. Descubrimientos defendidos con su viola de gamba y otros instrumentos. Y puestas a veces en pie desde el podio que ocupa cuando dirige alguno de los conjuntos creados por él: Hespèrion XXI, La Capella Reial de Catalunya y Le Concert des Nations.
Es con este último grupo con el que afronta una cita de tan alto interés, en la que, como es costumbre, pondrá al día, desde una moderna perspectiva, una serie de músicas que se agrupan dentro del epígrafe Homenaje a la tierra. Tempestades, tormentas y fiestas marinas en el Barroco europeo. Una auténtica representación de las fuerzas de la tierra. Una celebración vista desde la perspectiva de un ilustrado. Un pretexto para llevar en volandas al oyente espectador a lo largo de un viaje ameno y contrastado para lo que juega un gran papel el componente descriptivo. Vitalidad y variedad rítmica que en ocasiones nos levantan del asiento.
La sesión comienza por la tan descriptiva y fulgurante Les éléments de Jean-Féry Rebel (1666-1747), que se ha hecho tan famosa. Continúa con Airs pour les matelots et les tritons, de Alcione, de Marin Marais (1656-1728) –uno de los músicos que forjaron en su día la fama de Savall como gran violagambista–, y sigue con Wassermusik, Hamburger Ebb' und Flut de Telemann, (1681-1767), compositor siempre sorprendente. El cierre del concierto será espectacular ya que viene ocupado por extractos de tres óperas-ballets de Rameau (1683-1764): Les Indes galantes (1735), Hippolyte et Aricie (1733) y Zoroastre (1749) agrupados bajo la leyenda Orageset et Tonnerres.
[Jordi Savall, la música como justicia, memoria y civilización]
De la primera se han seleccionado el Air pour les Zéphyrs, Orage y Air pour Borée; de la segunda, una tonnerre y de la tercera una contradanza. Piezas de lucimiento, de fuerte sabor danzable, que serán sin duda muy plásticamente reproducidas, con diáfana claridad por la animada y rigurosa batuta de Savall, un gran olfateador, que se rige siempre por rigurosos planteamientos musicológicos en los que impera el buen gusto, el equilibrio, la cuidada afinación, la claridad de voces, la esmerada acentuación y un colorido variado y más bien oscuro, de excitante sonoridad gracias a un manejo inteligente de las combinaciones tímbricas y al diseño de las líneas instrumentales.
Un concierto que quiere Savall que conecte con el preocupante cambio climático, tan patente en España. El artista, en el programa de mano de su grabación en Alia Vox de Los elementos de Rebel, decía: “La tierra será lo que hagamos de ella. Puede la música recordárnoslo, con sus tempestades y tormentas”.