Tristán e Isolda es una ópera complicada, por su lenguaje musical inesperado, por sus raíz literaria, por su significación histórica, por su profunda inmersión en los misterios del amor y de la muerte. Coincide estos días en los cartelloni del Palau de les Arts (hasta el 3 de mayo) y Teatro Real (del 25 de abril al 6 de mayo).
Es un título que suele programarse con frecuencia, aunque hoy cueste encontrar las dos voces protagonistas ideales: una soprano que los alemanes conocen como jugendlich-dramatischer, es decir, la que los italianos definen como spinto, para Isolda; y un heldentenor, un heroico con toda la barba, para Tristán.
Méritos wagnerianos
En el coliseo madrileño se cuenta con dos cantantes que cumplen esos requisitos: Ingela Brimberg y Andreas Schager. A su lado, el bajo Franz-Josef Selig (Marke), oscuro y pétreo; John Lundgren, barítono de amplio aliento (Kurwenal); y Ekaterina Gubanova, mezzo acerada (Brangania). Alejandro del Cerro, Neal Cooper, Jorge Rodríguez-Norton y David Lagares completan el buen reparto. La obra se ofrecerá en una versión semiescenificada de Justin Way, jefe de producción del Real, y será dirigida musicalmente por el elástico y creativo Semyon Bychkov, de probados méritos wagnerianos.
En Les Arts, la batuta será manejada por el titular James Gaffigan, un maestro de concepciones precisas, que tratará de llevar a buen puerto la producción lyonesa de 2010 de Alex Ollé, de un rico simbolismo. Se contará para Tristán con Stephen Gould, un gigantón de voz espesa y contundente. Isolda estará la garganta de la veterana Ricarda Merbeth, de timbre rugoso pero apropiado. Ain Anger será un Marke sólido, Claudia Mahnke una musical Brangania y Kostas Smoriginas un sonoro y algo engolado Kurwenal. Moisés Marín será Melot y Alejandro Sánchez, de la cantera del Palau, el timonel.
Una ópera hechizada
La leyenda medieval de Tristán e Isolda, que Wagner utilizó para su drama musical en tres actos, estrenado en Múnich en 1865, plantea la extrema tensión que lleva a la pareja de amantes protagonistas a romper todas las normas morales, éticas y religiosas, poseídos por el hechizo de un filtro fatal, trasunto simbólico de la pasión, amor y erotismo que los consume.
[Tristán e Isolda, en el centro del universo]
Es este camino de anhelo, perdición, purificación y trascendencia que impulsa el devenir de la acción dramática, fuente de la prodigiosa escritura vocal y orquestal de Wagner, que se expresa en los límites de la tonalidad, disolviéndose en un cromatismo embriagante, con un texto lleno de aliteraciones y melismas, en que, muchas veces, el sonido de las palabras es más importante que su contenido semántico.
Arte total
La concepción wagneriana del arte total como confluencia y simbiosis de palabra y música, la utilización del mito en su dimensión universal y primigenia, la melodía infinita y la espiritualidad religiosa se elevan a través de la música, articulando las contradicciones ontológicas del amor en sus múltiples dimensiones.