Componer al dictado de Dios: la 'playlist' perfecta para esta Semana Santa
Recorremos algunas de las obras sacras más conocidas, como las pasiones de Bach, el 'Stabat Mater' de Vivaldi o el réquiem de Mozart
6 abril, 2023 02:17Las religiones han necesitado de la música para prosperar, para envolver el mensaje místico o humanista. Hay que admitir en todo caso que la música sagrada pertenece más a la liturgia que a la música; pero no es una servidora de aquella, forma parte esencial del todo.
Stabat Mater
El Stabat Mater de Giovanni Battista Pergolesi (1710-1736) es un oratorio –o cantata– escrito pocos días antes de la temprana muerte de su autor. Esta evocación de la Pasión de Cristo y del sufrimiento de la Virgen es una auténtica obra maestra de la expresión religiosa. La partitura llega directamente al corazón a través de las líneas melódicas y armónicas entre las que emergen curiosas disonancias. Buena piedra de toque para una soprano y una mezzo duchas en las agilidades.
Muy distinto es el de Antonio Vivaldi (1678-1741), para soprano y cuerdas, que rompe con los principios que regían casi todas sus composiciones. En este caso se renuncia a la alternancia de tempos vivos y lentos. Todos sus movimientos son pausados y van del Largo al Andante. Se estrenó en Brescia en 1712.
Pasiones
Entre las obras más representativas e interpretadas por estas fechas se sitúan las pasiones de Johann Sebastian Bach (1685-1750), en particular la de San Mateo, estrenada en 1727; un gran fresco dramático en el que la disposición de elementos y el tono general poseen un evidente aire operístico, cargado de dramatismo, de un intenso lirismo y de un énfasis que a veces está llamando a gritos la escena.
Bach introdujo 12 corales armonizados, a los que han de sumarse los cánticos de los números 1 y 25 y el gran coral con el que concluye la primera parte. El doble coro es uno de los factores distintivos de la obra, y ello de acuerdo con la disposición antifonal de la iglesia de Santo Tomás de Leipzig. Bach escribió también La pasión según
San Juan.
Hay otros músicos que han hincado el diente a estos testimonios de los apóstoles, como el polaco Krzysztof Penderecki (1933-2020), cuya obra sobre lo escrito por San Lucas fue estrenada en 1966,
Te Deum
Hay que citar también el famoso Te Deum de Georg Fiedrich Händel (1685-1759), compuesto para festejar la victoria de los ingleses sobre los franceses en la batalla de Dettingen (1743). No es que tuviera demasiada relevancia histórica pero Händel quiso festejar la victoria sobre Francia con esta composición, que se escuchó cinco meses después del acontecimiento. La obra es formidable y aparece conectada con los oratorios El Mesías, Saul e Israel en Egipto. Coros ceremoniales, trompeterías y una energía vivificante caracterizan la obra.
Réquiem
Seguramente el género musical religioso más determinante en cuanto a la consecución de grandes piezas es el de la misa de difuntos, el réquiem. Podríamos destacar tres: el de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), el de Giuseppe Verdi (1813-1901) y el de Johannes Brahms (1833-1897). El primero surgió gracias a un misterioso encargo del conde Walsegg-Stuppach, un compositor aficionado que deseaba dedicar un réquiem a la memoria de su joven esposa.
Copiaría la partitura de su puño y letra y la haría ejecutar bajo su dirección en la parroquia de Wiener-Neustadt el 14 de diciembre de 1793. No tardaría mucho en saberse que la obra, incompleta, había sido terminada por un discípulo, Franz Xaver Süssmayr; y muy dignamente, un cierre considerado a la altura inmarcesible de la música que llegó a escribir el maestro.
El Requiem verdiano es una ingenua y tonante visión que se debate “entre una combustión miguelangelesca y una aristocrática respiración a flor de labios” (Gustavo Marchesi). Tiene una fuerza directa, un poder de convocatoria, una sencilla y majestuosa belleza y una grandeza indiscutibles albergados en su bien estudiada construcción, en su hábil juego armónico, en su respiración dramática y en su sensual y hermosa línea melódica, tan profundamente verdiana, tan sugestiva, tan identificada con la semántica del texto latino cantado. Nació en 1874 a partir del Liberame Domine escrito años atrás en memoria de Rossini.
Brahms construyó con su Requiem una de sus partituras más diáfanas, de más claros planteamientos contrapuntísticos, de más honda espiritualidad. Sus siete partes encierran un sinnúmero de bellezas. La efusión íntima que emana de esos pentagramas, de tan delicado trazado, (lo que no excluye el vigor) es siempre prueba para la sensibilidad y dotes constructivas de un director. Su quinto número es un entrañable y dulce recuerdo de la madre muerta en el que la soprano solista ha de realizar una evocación de extrema delicadeza. La obra fue estrenada en su versión integral el 18 de febrero de 1869 en Leipzig.
Siete palabras de Cristo
Es importante para finalizar este recorrido sacro hacer mención de una singular creación orquestal de Franz Joseph Haydn (1732-1809), Las siete palabras de Cristo en la Cruz, encargo de la Catedral de Cádiz. Algo no tan sorprendente considerando que los pentagramas del maestro fueron especialmente difundidos y disfrutados en España, donde su presencia fue continua. Datan de 1786. El propio compositor arregló el original para cuarteto y piano y finalmente lo transformó en oratorio.
Discos para tocar el cielo
Director: Diego Fasolis. Intérpretes: Julia Lezhneva, Philippe Jaroussky. Orquesta: I Barocchisti. Sello: Erato. 11,99 €
Hace diez años el contratenor francés Jaroussky aún no tenía ni la fama ni la influencia ni los recursos que hoy atesora, pero era ya una autoridad dentro de su campo. Y la voz, suave, cálida, bien emitida, timbrada y dulce, la de una soprano o de una mezzo muy lírica, ya nos captaba. Aspectos que se pueden apreciar en esta luminosa interpretación de la obra de Pergolesi.
Más tarde, el cantante, con la dirección de la contralto Nathalie Stutzmann al frente del grupo Orfeo 55 y con la compañía de la soprano Emöke Baráth, volvió a grabar la partitura. Preferimos la versión antigua, más transparente, más cándida. Con una cristalina Julia Lezhneva. El fraseo, bien cincelado, la emisión, tan natural, la dicción, el sentido del recogimiento están presentes en todo momento, con un Amén de perfectas agilidades. En el disco aparecen asimismo el Laudate pueri y el Confitebor. Con el Coro de la Radiotelevisión Suiza.
Director: Rafael Ruibérriz. Cuarteto: La Spagna. Sello: Brilliant. 10 €
El profesor Emilio Casares describe a Francisco Asenjo Barbieri (1823-1894) como “una figura multiforme: compositor, director, poeta, escritor, filólogo, musicólogo, empresario, bibliófilo y organólogo”. Fue un gran admirador y defensor de la música de Haydn, lo que le llevó a realizar en sus años mozos como ejercicio, probablemente a instancias de su maestro Ramón Carnicer, un arreglo de la versión para cuarteto de Las siete palabras con flauta añadida.
En ella, como apunta Ruibérriz –que duda de si el encargo de la partitura original provino de la propia Catedral gaditana o de algunos miembros de la Cofradía–, la flauta actúa como una quinta voz, con material melódico completamente nuevo. La interpretación es respetuosa, afinada, bien fraseada y singularmente expresiva y “descriptiva” (escúchese el ‘Terremoto’ final). Interviene como narrador, quizá con un exceso de énfasis poco natural, el actor José Luis Gómez.
Director: Raphaël Pichon. Orquesta: Ensemble Pygmalion. Sello: Harmonia Mundi. 29,07 €
En los últimos años ha habido un aluvión de nuevas recreaciones discográficas de esta obra. Una de las últimas es la consignada en la ficha. Merece la pena que nos detengamos aquí para recomendarla. Pichon ha sabido unificar sabiamente criterios y estilos para dar cima a una magnífica visión de la obra en la que el drama de la Pasión de Cristo aflora con una verdad casi cinematográfica tras el cúmulo de contrastes y efectos narrativos de la mejor ley que nos propone este músico, que cuenta con dieciséis voces en cada uno de los coros y 18 y 17 instrumentistas, respectivamente, en las dos orquestas.
El planteamiento del director, que consigue un inmejorable empaste de los conjuntos, es animado y expresivo, de tal forma que la narración discurre de manera muy fluida sin decaer ni un instante; con todo el relieve necesario. Y con una magnífica prestación de las voces solistas, todas en su sitio e imantadas por la rectoría.
Director: Antonio Pappano. Intérpretes: Anja Harteros, Sonia Ganassi, Rolando Villazón, René Pape. Orquesta: Santa Cecilia. Sello: EMI. 17,99 €
Hay decenas de versiones discográficas de esta obra. En la memoria quedan las de Serafin, De Sabata, Karajan, Solti, Barbirolli, Abbado, Muti… y tantas otras. ¿Qué aporta la de Antonio Pappano, un director aplicado, seguro, de buena visión musical, conocedor y sabedor de cómo combinan las líneas vocales y las orquestales? Orden, excelente organización, adecuada disposición de volúmenes, equilibrio polifónico, lirismo bien administrado y experta coloración de atmósferas.
Una interpretación honrada, con las cosas en su sitio, equilibrada y musical. Con algunas soluciones de índole dinámica discutibles, unos conjuntos que se las saben todas en este repertorio. Y cuatro buenos solistas que tienen sus problemas, en especial la muy lírica mezzo Ganassi y el engoladillo Villazón. Se nota, sin duda, que la grabación está hecha en la soberbia acústica del Auditorio de Santa Cecilia de Roma.