David Broza durante la grabación de 'La mujer que yo quiero', nueva versión de su exitoso disco de versiones de Serrat, Ibáñez, Manzanita y Cecilia

David Broza durante la grabación de 'La mujer que yo quiero', nueva versión de su exitoso disco de versiones de Serrat, Ibáñez, Manzanita y Cecilia

Música

El viaje de vuelta de David Broza: 40 años del disco que llevó la música española a todas las casas de Israel

El músico israelí celebra el aniversario de sus versiones en hebreo de Serrat, Paco Ibáñez, Manzanita y Cecilia con una nueva grabación en español, un concierto en Sevilla y un viaje por Andalucía para sus compatriotas

26 marzo, 2023 01:35

La vida de David Broza (Haifa, Israel, 1955) está llena de casualidades, viajes de ida y vuelta y círculos que se cierran. El cantautor israelí, uno de los músicos de mayor éxito en su país, publicó hace cuarenta años Haishá Sheití, un disco de versiones en hebreo de canciones populares españolas de finales de los 70 y principios de los 80. Temas de Joan Manuel Serrat, como “La mujer que yo quiero” —que dio título al disco—, “Tío Alberto” y “Qué va a ser de ti”; de Manzanita (“Por tu ausencia” y “Dentro de tu alma”), de Cecilia (“Un ramito de violetas”) y poemas de García Lorca, León Felipe y Góngora musicados por Paco Ibáñez (“Mi niña se fue a la mar”, “Como tú”, y “La más bella niña”).

El disco fue todo un éxito, vendió más de 250.000 copias en un país que entonces no llegaba a los cuatro millones de habitantes y hasta hoy es uno de los más vendidos en la historia de Israel. El público de allí, durante muchos años, pensó que aquellas canciones eran originales de Broza y que fueron escritas directamente en hebreo, de lo bien que las tradujo el poeta Yehonatan Geffen, amigo del cantautor y su primer compañero de aventuras musicales.

Broza, que tiene muy buenos amigos músicos en España, como Jorge Drexler o Alejo Stivel —que comparten también con él sus raíces judías—, está celebrando los 40 años de aquel disco por partida doble. Por una parte, lo ha vuelto a grabar, esta vez en español, titulado La mujer que yo quiero y acompañado solo por su guitarra. Lo grabó en Madrid en un solo día, en el estudio de su amigo Javier Limón, asegura Broza a El Cultural. “Lo grabé en unas cuantas horas, pero yo me había preparado durante un mes, ya que hacía 40 años que no cantaba estas canciones en castellano”.

Además, Broza ha organizado un viaje por Andalucía para sus seguidores israelíes más entusiastas, para que conozcan de primera mano la cultura que inspiró aquellas canciones. Un tour en el que el público visitará Sevilla, Córdoba y Granada y conocerá a artistas de aquí que han colaborado o son amigos de Broza.

El nombre de Sevilla ha sonado en miles de casas y coches israelíes gracias a “Ba’nahar shel Sevilla”, la versión que Broza grabó de “Mi niña se fue a la mar”. En la capital andaluza, después de sumergirse en la historia, la arquitectura, la gastronomía, el flamenco y la artesanía de la ciudad, los visitantes asistirán este lunes a un concierto de Broza en el Teatro de la Maestranza, en el que interpretará las canciones de Haishá Sheití junto a una banda, en hebreo y con los arreglos originales. Después de hacer turismo por Córdoba y Granada, su periplo culminará en la capital nazarí con una nueva actuación de Broza, acompañado por varios artistas flamencos locales, su amigo Javier Ruibal y su hija, la bailaora Lucía Ruibal.

Unos días antes, nos reunimos con Broza en un céntrico hotel de Madrid, la ciudad en la que pasó su adolescencia y donde comenzó su amor por la cultura y la música de nuestro país. Con él repasamos su agitada biografía, sus obligaciones militares de juventud, que cumplió blandiendo la guitarra, su casual dedicación al mundo de la música y su compromiso con la paz entre Israel y Palestina.

Al cumplir los 18 años, Broza tuvo que regresar desde Madrid a Israel para cumplir el servicio militar obligatorio de tres años. Lo hizo atravesando el sur de Europa en autostop y tren. Le acompañó su novia de entonces hasta Atenas, donde se despidieron y ella regresó a casa. “Yo fui a Tel Aviv para unirme al ejército. Lo que me salvó fueron las canciones de Serrat, de Paco Ibáñez, de Pablo Guerrero, de Luis Pastor, de Cecilia… Llevaba sus discos en la mochila y mi guitarra”, recuerda.

Himno por la paz

Broza, que ha publicado más de 40 discos, se ha dedicado toda su vida a la música a pesar de que no era ese su sueño de juventud. Al terminar el servicio militar, su intención era estudiar arte en Estados Unidos, pero necesitaba dinero y, como sabía cantar y tocar la guitarra, decidió ganarse “unos duros” actuando en directo. Lo hizo junto al mencionado Yehonatan Geffen, un poeta y cantautor de izquierdas que se jugaba el pellejo en sus conciertos. Este fichó a Broza en una audición en la que buscaba sustituto para su músico acompañante, que había enfermado. “Era el Lenny Bruce israelí: satírico, político, incorrecto y gracioso. En los conciertos el público se reía mucho pero también recibíamos muchos ataques por nuestras ideas pacifistas. Él me invitó a ser su mano derecha para rebajar la tensión tocando algunas canciones románticas”.

Broza empezó a tocar con Geffen en septiembre de 1977. Apenas dos meses después, el presidente egipcio Anuar el Sadat visitó el país hebreo para iniciar conversaciones de paz, ya que ambos países seguían formalmente en guerra. Era el primer líder político árabe que visitaba Israel. “Geffen escribió una letra y me dio 24 horas para componer la música antes de interpretarla encima del escenario”, recuerda Broza. “Yihye Tov” (Todo irá bien) fue su primera composición, y casi 50 años después sigue siendo un himno por la paz entre Israel y el mundo árabe. Sadat, por cierto, fue asesinado en 1981 por soldados egipcios durante un desfile militar. Le sucedió su vicepresidente, Hosni Mubarak, que gobernó el país durante treinta años hasta su derrocamiento en 2011.

Cuando sacó su canción "Yihye Tov", Broza se alió con el movimiento Paz Ahora, que logró sacar a la gente a la calle para apoyar las conversaciones de paz entre Israel y Egipto. Han pasado muchos años y sigue poniendo en práctica su su compromiso con la paz. "Siempre hay movimientos sociales que respetan al otro. Los políticos no lo hacen, ellos solo respetan la política", critica.

"No sé si llegaré a ver la paz, pero cada día hay más movimientos que luchan por ella. En uno de los asentamientos israelíes más brutales que hay, me han pedido muchas veces actuar en reuniones entre colonos antipalestinos y palestinos antiisraelíes que quieren sentarse, compartir pan y café y mirarse a los ojos para ver al humano que hay al otro lado".

Serrat en hebreo

Pero volvamos a la historia de cómo las canciones de los grandes cantautores españoles de los setenta vieron la luz en hebreo. Broza las cantaba para sí mismo antes de cada concierto, para calmar los nervios. Hasta que Geffen le dijo: “Llevo varias semanas oyéndote cantar estas canciones y no entiendo una palabra. ¿Me las puedes traducir?”. Cuando leyó la primera, quedó entusiasmado y juntos tradujeron una decena de ellas en los años siguientes.

Mientras tanto, la carrera musical de Broza fue despegando, con varios números uno en la radio. Pero la idea de Broza seguía siendo marcharse a estudiar arte a Estados Unidos. “Las discográficas me dijeron que estaba tomto, que tenía que aprovechar el éxito que estaba teniendo”, recuerda, hasta que firmó con CBS un contrato para lanzar cinco discos. Hizo varios álbumes y unas mil actuaciones con Geffen. Después vino su primer disco en solitario, en 1981, que fue un éxito.

Un año después sacó el segundo, Klaf, que se publicó en abril y en junio empezó la guerra del Líbano. “Fue una guerra muy mala, muy dura. Al día siguiente de estallar, el ejército nos mandó a mí y a Geffen para entretener a las tropas en la frontera. Estuvimos allí 90 días. A Yehonatan lo juzgaron por recitar cosas consideradas antipatrióticas y desmoralizar al ejército en las actuaciones. Hoy Yehonatan está muy tocado por aquella y otras guerras posteriores. Tiene estrés postraumático, pero nunca habla de eso”, lamenta Broza.

David Broza durante la preparación del disco 'La mujer que yo quiero'

David Broza durante la preparación del disco 'La mujer que yo quiero'

Él también volvió a casa muy tocado, reconoce. “Allí vi por primera vez bombas, ataques, heridos, pueblos enteros que huían de la guerra, familias con hijos caminando por las carreteras del Líbano”. Mientras tanto, su segundo disco estaba siendo un desastre. “Nadie estaba entonces para comprar discos o ir a conciertos”, recuerda.

La casa discográfica le urgió a sacar otro disco y entonces surgió la idea de grabar aquellas canciones españolas que tocaba en algunos de sus conciertos. “Era un disco que no tenía nada que ver con mi propia música, sino con la cultura de España, un mundo que me hacía feliz y me traía la calma, el mundo de Serrat, de Paco Ibáñez, el mundo del Madrid que yo tenía en la cabeza. Era la oportunidad de hacer un homenaje a la cultura española que me inspiraba tanto”. El álbum lo produjo Luis Lajav, que había sido productor de Bruce Springsteen. Aunque era israelí, había nacido en Bolivia, “así que entendió muy bien el espíritu de estas canciones y además era un gran rockero”. 

Con el presupuesto que le dio la discográfica, pensado para grabar el disco solo con voz y guitarra (como lo ha hecho ahora, 40 años después), el productor consiguió reunir a toda una banda que trabajó en el disco durante un mes. El resultado fue un rotundo éxito. “Fue una locura, Israel es el único mercado donde el Thriller de Michael Jackson no llegó a ser número uno”.

Broza tiene una teoría que explica el éxito de aquel disco de canciones que hablaban mayoritariamente de amor y que no tenían nada que ver con la política (además del buen trabajo de Geffen en la traducción al hebreo). “La música es tan importante en nuestras vidas porque es como la leche materna para un bebé. Cuando lees algo o escuchas en la radio o alguien te recita o te canta algo, tu corazón emite al cerebro una señal que provoca un efecto químico en el cuerpo que te deja huir de los atascos, de asuntos con el banco, con los hijos, lo que sea. Esa es la magia del arte. No se puede traducir en dinero. Es una cosa del alma. En un país que siempre está en guerra, en tensión, con tanto estrés postraumático, estas canciones de amor y desamor entraron con mucha fuerza. Este disco conectó con los intelectuales, los taxistas, los vendedores del mercado, con todo el mundo”.

Cuarenta años después, Broza reconoce que ha sido su buen amigo Guillermo Fesser, el periodista y cofundador de Gomaespuma, quien le animó a publicar la nueva versión del disco en español, dándolo a conocer a las nuevas generaciones de aquí. “Para mí es una manera bonita de cerrar el círculo”, afirma el músico, y promete volver pronto a España para presentarlo en una pequeña gira por salas de conciertos.